Vivimos en una ciudad de gran extensión, segregada en barrios distantes que se comunican, como pueden, con el centro, y que no cuentan con vías expeditas para visitarse entre sí. Comunas enteras están hechas de dormitorios que se deshabitan tan pronto amanece para iniciar el largo tránsito hacia donde pasan las cosas.
Dos columnas de la prensa dominical que, a primera vista, poco dialogan entre sí, se refiere a este tema y sus consecuencias.
Nicolás Copano, bajo el título de “Un lugar en el centro”, enfatiza la necesidad de conocer la ciudad, y ve en el desconocimiento de ella un problema que profundiza la discriminación. Manuel Vicuña, a propósito de los hábitos austeros de cierta aristocracia, recuerda el momento en el que el centro de Santiago dejó de ser un lugar de encuentro entre los ricos y los no ricos, fundamentalmente por el temor de los primeros, quienes prefirieron los bucólicos jardines del sector oriente. Uno habla de ignorancia, el otro de huida: lo cierto es que en ambos se puede rastrear, en clave de utopía o de nostalgia, una afirmación del centro de la ciudad como el lugar donde, por necesidad o por convicción, pero siempre de manera inevitable, los ciudadanos se miran a las caras, se escudriñan, se conocen.
Discutibles son las consecuencias que tiene este encuentro, qué tanto puede influir en ru(t)ina mental de distinguir odiosamente entre los que se nos parecen y todo el resto, qué tanto horadaría nuestros prejuicios tener una ciudad más vinculada geográficamente, con más puntos de encuentros, sin extramuros en donde se apilan los demasiado ricos y los demasiado pobres. Por lo pronto, me contento con tomar como bandera la revitalización y democratización del centro de Santiago. Alguna vez se escuchó a las autoridades medioambientales abogar por el repoblamiento de esa zona, básicamente por las externalidades ecológicas positivas que tiene evitar los diarios –y largos– traslados motorizados. Podríamos escuchar en el presente voces ciudadanas buscando desordenar el tablero de ajedrez de nuestra ciudad, en permanente enroque, saliendo a buscar en un mismo lugar a los vecinos, acortando las distancias, desacralizando aquellas lejanías que cualquier cosa son menos sacras.
—————————————————————————————————————–
Fotografía perteneciente a la serie “Santiaguinos”, de Cristián Labarca.
http://yomedusa.blogspot.com/2007/06/santiago-pena-capital.html
Comentarios