¿Qué clase de país somos? Esa pregunta me atormenta cada noche cuando recuerdo que soy una privilegiada: con discapacidad y todo, sobreviví a la red Sename. El 54% de 1318 niños, niñas y adolescentes muertos, vivía con algún tipo de discapacidad. ¿Cuántos de ellos eran multifactorial? ¿Cuántos física? ¿Cuántos sensorial? ¿Cuántos mental? Esas preguntas llegan al filo de las frías noches frente al fuego de una combustión en la Patagonia, con un mate amargo, sabor amargo de nunca acabar. ¿Qué clase de sociedad farsante somos? Firmamos un tratado de discapacidad y derechos humanos para ver niños y niñas muertos frente a nuestros ojos.
Someramente de cuando en vez, llegaban nítidos los recuerdos malditos de ver chicos con discapacidad igual -o peor que la mía- que eran tratados como cualquier cosa, que sencillamente eran como polluelos temerosos de volar enfrente de gavilanes, águilas y halcones carroñeros que festinaban con su desgracia y que veían como salida fácil interdictarles, para que sean objetos de lástima de por vida.
«¿Y cuándo harás justicia por mí? ¿Cuándo volverás a ser una digna activista y exigirás nuestros nombres? ¿Cuándo levantarás un memorial en mi nombre? ¿Cuándo podremos descansar en paz?»
¿Qué clase de ciudadana soy? ¡Quién lo diría! Yo, que me jacto de ser activista de derechos humanos en discapacidad, que conozco el sistema como nadie, que sé mejor que cualquier Estela Ortiz, Javiera Blanco o Marcela Labraña cómo funciona este vertedero, aún no soy capaz de enfrentar mis demonios y encarar a todos los infames que hicieron añicos mi infancia.
¿Quién vengará los muertos al filo de la noche estrellada en la cruz del sur de mi región de Aysén en donde empecé a vivir con dignidad de nuevo? Y el espejo me responde: «Quién si no tú misma, cuándo si no ahora, dónde si no es aquí«. Y así van las cosas, el soborno de la memoria firmada y lacrada con los besos inocentes de ellos, de mis muertos, de los que cargo, de los que lloro, de los que sencillamente me exigen en las sombras de la noche, en los columpios vacíos, en las camas sin sus risas, en las escuelas sin sus nombres en la lista, sus silencios me gritan «¿Y cuándo harás justicia por mí? ¿Cuándo volverás a ser una digna activista y exigirás nuestros nombres? ¿Cuándo levantarás un memorial en mi nombre? ¿Cuándo podremos descansar en paz?«
Pero ahora respondo para bien o para mal: «A partir de hoy«.
PD: Si eres un familiar de nuestros muertos y quieres que se les recuerde, envía sus fotografías y los datos básicos a Ex Usuarios Red Sename. Preservar la memoria histórica es tarea de todos.
Comentarios
17 de julio
Mis respetos y mi admiracion por la valentia de mostrar una realidad tragica y obscura, ignorada y voluntariamente dejada de lado por la mayoria de nuestros compatriotas. Una verguenza para nuestros dirigentes.
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