Debo haber tenido 13 o 14 años, por allá en los 60′, cuando en un semanario (¿Sucesos?) me enteré por primera vez del famoso «caso Dreyfus». Lo encontré fascinante, apasionante, por tres motivos:
-la gigantesca injusticia/ el movimiento político intelectual para reparar la injusticia/ la rehabilitación de Dreyfus después de cinco años de internación solitaria en la Isla del Diablo.
Por estos días vi por segunda vez en este año la extraordinaria película El Oficial y el Espía, una mala traducción del original J’Accuse.
Desde el inicio del films, donde cientos de soldados formados en compañías en el patio de un regimiento presenciando la degradación del capitán Dreyfus, Roman Polanski logra una ambientación del mundo militar y de la sociedad francesa de finales del s.XIX sencillamente extraordinaria. Si se es buen observador, se reconocerán recreaciones de cuadros impresionistas sobre todo en las escenas en la campiña, en las terrazas de los restaurantes y en una toma en un cabaret: una homenaje principalmente a Manet y Toulouse-Lautrec.Por estos días vi por segunda vez en este año la extraordinaria película El Oficial y el Espía, una mala traducción del original J’Accuse.
Vamos a la historia.
Dreyfus es acusado de traición al pasar secretos militares a Alemania cuando recién habían transcurrido 25 años de la Guerra Franco-Prusiana y la dolorosa derrota aun calaba hondo en el alma del soldado y del ciudadano francés. Eso no lo explicita el guión, es cosecha mía, un pequeño aporte para el mejor entendimiento del contexto en que se desarrolló el juicio a Dreyfus y porque, a mi entender, en la persona del oficial acusado se quiso lavar de la peor forma la honra mancillada, aunque no creo que ese haya sido el motivo principal.
El mismo comandante de artillería, coronel Picquart, profesor e instructor de Dreyfus y que alguna vez fue parte del contubernio sin saberlo, es asignado a la Dirección de Inteligencia del Ejército. En ese cargo, poco a poco se va enterando de cómo la acusación es una injusticia atroz, con tentáculos tan diversos como desidia, chapucería, intriga y maldad, donde participaron desde lo más alto del mundo militar hasta un simple archivero.
Después de golpear las puertas de diversos gabinetes, Picquart no solamente es desoído, sino alejado del cargo y enviado durante dos años a los más lejanos e irrelevantes puestos en el exterior: el error era reconocido tácitamente pero no arriesgarían la “honra del Ejército francés por un simple capitán…y judío”
Bueno, no quisiera narrar la película completa y en beneficio del espacio engancho con lo local: el caso del capitán de Ejército Rafael Harvey.
Harvey no fue acusado de «traición a una potencia extranjera» como Dreyfus, sino de «traición» a sus camaradas, donde la palabra «traición» obligatoriamente debe ser entrecomillada o si no pierde el absurdo sentido que el mando le dio. También «camaradas».
¿Traicionamos al denunciar la mala práctica?
Para los superiores de Harvey, la traición fue desenmascarar, exponer y denunciar malas prácticas de oficiales y clases hacia simples conscriptos. Si en una empresa un mando medio extorsiona a los operarios y un gerente de área denuncia a la gerencia general la mala práctica, esta última no solo agradece la información y toma las medidas correctivas que atentan contra el buen desarrollo productivo de la firma, si no que valora la denuncia de la anomalía…a menos que la gerencia general fomente y aliente el hecho, lo que resulta bien difícil pues nadie se dispara a los pies por gusto.
Harvey, con una hoja de vida impecable, vio truncada su carrera militar por hacer lo éticamente correcto.
A diferencia del caso Dreyfus, acá en Chile no hubo un movimiento político-intelectual que saliera a defender a Rafael Harvey. No hubo un Emile Zolá con las agallas necesarias para escribir su famoso YO ACUSO ni un diario valiente como L’Aurore para publicarlo, ni un jefe de inteligencia militar suficientemente íntegro y valiente como Picquart, integridad que lo lleva a la cárcel por dos años.
Pero en una sociedad decente, con corruptos temporales en altos cargos, al final el buen juicio y la verdad se imponen.
El coronel Picquart, después de estar siete años fuera del ejército, es reincorporado, ascendido a general y termina su carrera como Ministro de Defensa.
El capitán Alfred Dreyfus también es rehabilitado y finaliza su carrera con el grado de coronel.
El ejército francés, transitoriamente comandado por mitómanos y complotadores de poca monta, limpia su honor y el ciudadano común vuelve a sentir orgullo de sus militares.
Quince años después de estos hechos, en 1914, ese ejército llama a las filas a sus ciudadanos y nadie se resta: la institución ha vuelto a tener su enorme prestigio.
Por estas latitudes y ya transcurridos 130 años de aquellos hechos que podrían llevar claridad a las conciencias para no repetir la historia, es difícil que Harvey termine plenamente rehabilitado como Dreyfus pues para ello se necesita el concurso de hombres íntegros, sanos, decentes.
Finalmente, está claro que, aunque suspendan el ramo de Historia, en estos tiempos igual podemos ingeniarnos para conocerla y no repetirla…bueno, no todos…
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