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Desigualdad y lucha de clases

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De pronto, nada era sorpresa. Todos sabían de la desigualdad en Chile, los muchos ámbitos de la vida presos por el mercado que controlan pocas familias, e incluso que sobre el sistema neoliberal legado por la dictadura. Es claro que el problema principal en Chile es la desigualdad. La sorpresa fue la masividad de la protesta, cuando muchos caracterizaron a la multitud como el pueblo, los ciudadanos, los chilenos. Entender esta explosión pasa, a mi juicio, por comprender de qué y de quiénes hablamos.


La desigualdad es entre clases sociales. Y clases hay sólo dos: trabajadores y propietarios. Quienes subsisten con lo que ganan trabajando 45 horas semanales o más, y quienes reciben la riqueza que todos producen sólo por el hecho de ser dueños de las empresas.

La desigualdad social es, ante todo, desigualdad de ingreso. Esto acarrea – o produce – otras desigualdades: educativa, geográfica y también racial. Sin embargo, nuestra sociedad es capitalista y salarizada, así que el problema es económico: muy pocos ganan mucho dinero cada mes y muchos ganan muy poco. Parece simple, pero no lo es. La misma definición esconde un problema clave: no todos realmente ganan dinero en un sueldo mensual.

¿Desigualdad entre quiénes?

La base de la desigualdad radica ahí: el 1% con mayor ingreso, dueños del 30% de la riqueza que se produce, no lo gana como sueldo. Si los sueldos de directivos de empresas son altos, más lo son las ganancias y retiros de capital de los dueños de las empresas, o sus ganancias en la bolsa. Son muchas las formas que toman las ganancias derivadas de la propiedad. Y he aquí el punto central: es la propiedad el origen de la riqueza de los más ricos, no el trabajo.

Se ha instalado en Chile que todos son de clase media. Se le diferencia de la baja, los llamados “vulnerables”, llegando al absurdo de hablar de “clase media vulnerable” para no decir nunca la palabra pobreza. ¿Pero qué es realmente la clase media? ¿Cómo se dividen las clases sociales? Tiene que ver menos con los ingresos o los quintiles, que con el tipo de ingreso que se percibe, derivado del lugar ocupado por cada cual en la economía.

Una gran demanda hoy es el fin a las AFP. ¿Para quién es un problema esto? Para los trabajadores, de cuyo salario sale un ahorro que enriquece a otros y le asegura una vejez de pobreza. ¿A quién importa el precio de la luz? A quienes les es difícil pagarlo a fin de mes. El nivel de vida es lo que hace una familia con el ingreso que le queda tras costear gastos básicos. La deuda de los hogares hoy ronda el 70% del ingreso. Es decir, el salario apenas cubre lo básicos, y se recurre a la deuda para mejorar el nivel de vida.

Si hablamos de salario y gastos básicos nos tentará pensar que quien gane un mayor salario evita el problema. Esa es la clase media: trabajadores con alto nivel de vida. Pero caemos en un error al pensar así la desigualdad social: para todos los trabajadores el sueldo mensual constituye su sostén de ingresos. Si éste falta, no hay otro medio de subsistencia. Por eso las AFP han empobrecido a personas que cuando trabajaban consideraban tener un nivel de vida medio.  ¿Cuál es la diferencia entonces entre clases sociales? No es tanto la cantidad, sino la forma en que ganan. Trabajo o propiedad.

La inestabilidad laboral, los altos precios, las bajas pensiones nada significan para ese 1, 2 ó 3% más rico, puesto que su ganancia está en la propiedad: de bancos, líneas aéreas, forestales, pesqueras. ¿Les suenan algunos apellidos?

¿Por qué luchar contra la desigualdad?

Es evidente, aunque se esconda en las clases medias, que en Chile gran parte de las personas apenas solventan con su trabajo un nivel de vida mínimo. Y este nivel de vida en realidad no tiene diferencias tan sustanciales o abismantes hasta el 10% más rico, que además maneja las instituciones que crean pobreza: AFP, sueldos, créditos, precios de los productos.

La desigualdad es entre clases sociales. Y clases hay sólo dos: trabajadores y propietarios. Quienes subsisten con lo que ganan trabajando 45 horas semanales o más, y quienes reciben la riqueza que todos producen sólo por el hecho de ser dueños de las empresas. Ambas clases se definen más por oposición entre sus formas de vivir, donde el trabajo y la explotación, o la propiedad y la ganancia, son centrales y derivan de ellos las diferencias radicales en el nivel de vida.

Por eso no hay que perderse entre tanto nombre de fantasía: los que salen a las calles estos días, los que desafiaron el toque de queda, golpean ollas vacías y gritan “No más AFP”, son las y los trabajadores. Que sea transversal, como dicen algunos, oculta la división: en Plaza Ñuñoa podrán tener algunos un mayor nivel de vida, pero mientras sean trabajadores y no propietarios eso se puede venir abajo.

Luchamos contra la desigualdad porque el crecimiento económico lo produce la clase trabajadora, la más numerosa y la más pobre, y se lo apropia un puñado de personas. Porque Chile podría ser un país rico, pero no lo es porque alguien se lleva esa riqueza. Luchamos porque el sistema político lo permite y no da cabida a la resolución del conflicto en su interior.

Hoy no despertaron los estudiantes, ciudadanos, todos los chilenos. Despertó la clase trabajadora. Que nunca más se vuelva a dormir

TAGS: #ChileDespertó #Desigualdad Descontento Social

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05 de noviembre

Dices algo interesante Joaquín que pocos dicen, esto es: «es la propiedad el origen de la riqueza». Esto lleva a cuestionarse el enfoque que plantea: «una mejor distribución del ingreso nacional» (para disminuir las desigualdades), para cambiarlo por: «Una mejor distribución de la propiedad». Claro, eso no se trata que quitarle a unos para darle a otros, pervirtiendo derechos, sino de crear riqueza y propiedad en el pueblo, de manera que también su ingreso sea mejor con el paso del tiempo.

Aquí aparece un contraste entre lo que permiten las leyes y lo que no hacen las clases políticas. Lo que permiten las leyes es el enriquecimiento de unos pocos, utilizando el poco dinero de muchos, para financiarse a bajo costo. A su vez, lo que no hacen las diferentes clases de buitres de la política es organizar al pueblo, mediante los argumentos que sean, para que eleve su nivel de propiedad. Así, partiendo de una AFP de los trabajadores, podrían tener banco de dinero propio (con el que enriquecerse más que depositando en el banco –prestándose dineros baratos con los que empobrecerse menos pidiéndole crédito usurero a la banca o comprándole a crédito al retail– y con los que reunir mayores fondos para jubilación) y luego ser accionistas de algunas empresas, o crear las propias, así como adquirir poder económico y político para invertir en la minería nacional y «encontrar los argumentos» para nacionalizar el cobre una vez más, o cobrar un impuesto del «90»% a la minería extranjera…

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