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Desde Cuba: contextualizando

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Por razones “no laborales” me encuentro en Cuba a más de medio siglo de la revolución cubana, a cerca de diez años del momento en el que Fidel delegó todo el poder que tenía en su hermano Raúl. En La Habana me tocó alojar en las cercanías de la Embajada estadounidense, a metros del malecón, y a poco más de un año de la reanudación de las relaciones diplomáticas con EEUU. La leyenda dice que Fidel afirmó en su momento que ellas se reanudarían el día en que los norteamericanos tuvieran un presidente negro y el Papa fuera latinoamericano.

Sigue vigente el embargo, o bloqueo como le llaman los cubanos, que limita severamente las importaciones, exportaciones e inversiones entre ambos países. El levantamiento del bloqueo es resorte del congreso estadounidense, cuya mayoría republicana se opone tenazmente, por presiones de la colonia cubana residente en EEUU, en su mayoría familiares de los primeros que salieron de la isla –llamados gusanos por el gobierno cubano-. Sin embargo, más temprano que tarde, inevitablemente, el bloqueo será levantado.

Es mi primera vez en Cuba. Hace tiempo que quería venir sin tener la oportunidad para hacerlo. Tengo la suerte de hacerlo con Fidel en vida, aunque replegado a un segundo plano.

Quería venir porque los sentimientos que tengo respecto de este país son encontrados. Mi primer “contacto” con Cuba fue para el año de la revolución, en 1959, cuando iba caminando tomado de la mano de mi padre, quien luego de haber leído el diario y enterarse del triunfo de Fidel y sus compañeros de armas, y de las primeras acciones contra la dictadura de Batista, hizo un vaticinio que no olvido hasta el día de hoy: “Fidel es o será comunista”. Lo dijo con un tono que me sonó de reproche.

Con tan solo 12 años no logré capturar todo el significado de su frase. Pero las acciones expropiatorias de bienes de la alta sociedad cubana, así como de las propiedades que los estadounidenses tenían en Cuba, gatillaron una reacción de EEUU que hizo inevitable la búsqueda de protección en el mundo comunista por parte de Fidel, el Ché Guevara y Camilo Cienfuegos, en particular, de la URSS. Todo ello en pleno período de guerra fría, un período en el que o estabas conmigo o contra mí, un mundo bipolar que los jóvenes de hoy no conocieron.

Hace tiempo que quería venir sin tener la oportunidad para hacerlo. Tengo la suerte de hacerlo con Fidel en vida, aunque replegado a un segundo plano.

Hasta entonces, Cuba era el patio trasero de EEUU, dónde los norteamericanos iban a pasarla bien, mientras la gran mayoría de los cubanos vivían sumidos en la pobreza, sin acceso al agua potable y electricidad, con altos índices de analfabetismo, desnutrición y mortalidad infantil. Todo ello con la complicidad de una dictadura encabezada por Fulgencio Batista, mientras EEUU hacía la vista gorda.

De allí la popularidad de los guerrilleros encabezados por Fidel, no solo en Cuba, sino que en toda América Latina, particularmente en la década de los 60. No pocos sucumbieron a su embrujo. En Chile, ya en 1958, las fuerzas de izquierda a través del FRAP, estuvieron a punto de ganar las elecciones presidenciales, cuando Allende estuvo a poco más de 30 mil votos por debajo de Alesssandri, gracias a un oscuro candidato que le arrebató los votos que le podrían haber dado la victoria, el famoso cura de Catapilco.

En la próxima columna seguiremos conversando sobre Cuba, un país con gente de una calidez inigualable cuya revolución se encuentra en remojo.

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