La complejidad es de tal calado que a nivel político existe la tentación de caer en la disyuntiva de privilegiar la salud de las personas o de las empresas
Escribo esta columna en medio de una inédita pandemia que nos ha pillado de sorpresa. En un mundo globalizado en que estamos, es difícil encontrar a alguien que no esté afectado. Con los amigos y familiares distribuidos a lo largo del mundo, estamos todos implicados. Unos en Barcelona, otros en Sao Paulo, otros en la quebrada del ají, y nosotros en Chile, en la región del Maule, donde se cuecen las habas y el coronavirus está en plena fase de despegue.
No faltan quienes afirman que todo esto es parte de una conspiración china o que se trata de una magnificación de algo sin mayor relevancia para distraer a incautos, así como quienes desparraman a diestra y siniestra responsabilidades y culpabilidades, las que se ven reforzadas vía redes sociales, procurando multiplicar exponencialmente su impacto.
Sin descartar nada, me resisto a concentrar mis energías y capacidades en desentrañar tales elucubraciones que no hacen sino perder el horizonte, el de enfrentar de pie y salir vivos del trance actual. Para ello debemos tener la mejor disposición con quienes están en la primera línea en el frente sanitario: el personal médico y paramédico, apoyándolos con todas nuestras fuerzas. Nuestra salud está siendo amenazada por todos los costados. Nuestra salud física en forma directa por el coronavirus; nuestra salud mental por el impacto generado por el encierro como por las nuevas condiciones en que estamos; nuestra salud financiera, por la debacle laboral y de los fondos de pensiones que ya se está viendo; y nuestra salud social-familiar por la incertidumbre en que estamos sumidos y que no se sabe cuándo terminará.
La complejidad es de tal calado que a nivel político existe la tentación de caer en la disyuntiva de privilegiar la salud de las personas o de las empresas. Las reacciones de los distintos países dan cuenta de que nadie tiene la última palabra ni puede cantar victoria. Reacciones que más que depender de colores políticos, parecieran responder a visiones más o menos precavidas, de visiones más o menos cortoplacistas. En México y Brasil, cuyos gobernantes están en posiciones políticas antípodas, inicialmente adoptaron similares posiciones, asumiendo con mucha liviandad la pandemia.
Para qué hablar de Estados Unidos, donde Trump ha tenido que tragarse sus propias palabras. Otros países, en cambio, desde el minuto uno, han adoptado las máximas precauciones, así como otros han optado por reaccionar sobre la marcha, gradualmente. Cuál es la más correcta? Difícil saberlo por tratarse de una instancia inédita y que muy probablemente solo se sabrá cuando todo haya pasado y se tenga tiempo para analizar quienes actuaron mejor que otros dentro de los contextos en que se situaban.
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