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Cuando la libertad individual se transforma en la libertad de nosotros

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Cuando el trabajo por las libertades individuales se profundiza, se esencializa, es decir, cuando los espacios reivindicados son para el despliegue de la identidad esencial de la persona humana, en este punto precisamente, cuando un orden de identidad subjetivo y propio del funcionamiento cotidiano -que es mecánico y automático- se trasciende, la constatación permite comprender y concluir, que en última instancia, en lo fundamental, somos y estamos todos unidos.

El todo esencial nos integra mas allá de las distinciones aparentes -que vivimos como si fueran verdades absolutas- y nos permite constatar que la única certeza existente, es que somos la unidad viajando en la incertidumbre de la creación. En ese momento caen los proyectos individuales por ilusorios, nos liberamos de esta construcción sobre nosotros mismos que nos esclaviza, nos somete, y castra la verdadera oportunidad para realizarnos, ser felices y estar en Dios con armonía.

La libertad individual suprema nos lleva al nosotros lúcido, por su cualidad esencial, por permitirnos alcanzar una observación espiritual que incluye un plano de lo real, donde la materia es relativizada como única dimensión de la existencia, rescatándonos de la ilusión y la ignorancia en grado al mérito del estudio y la práctica realizada.

Parece violento y radical, pero es que recién entonces la dignidad -que habita en la dimensión espiritual- puede ser conquistada, la fuerza de la unión experimentada y la verdadera libertad, que es la de todos, gozada ciertamente de modo maduro y natural.

Esto es integridad psíquica.

La salud humana integral debe procurar no menos que esto, por fisiológica, por jurídica, por ancestral y porque la experiencia de cada uno con la vida nos lo ha permitido constatar, cuando hemos despertado. Y porque funciona.

La libertad individual suprema nos lleva al nosotros lúcido, por su cualidad esencial, por permitirnos alcanzar una observación espiritual que incluye un plano de lo real, donde la materia es relativizada como única dimensión de la existencia, rescatándonos de la ilusión y la ignorancia en grado al mérito del estudio y la práctica realizada.

La libertad esencial entonces, esa propia de la identidad espiritual, trasciende mas no excluye lo particular que nos distingue, nos libera de una forma de relación con ello, mas no lo desprecia, le da contexto, lo simplifica, lo integra, lo reivindica y alinea a un propósito funcionalmente mas coherente, lucido y amoroso, más evolucionado e inteligente, el bien común del nosotros, porque el bien común del cada uno no existe.

* Entrada escrita por el Dr. Milton Flores G.

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Foto: Wikimedia Commons

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