Nos hemos ido enterando que familiares de parlamentarios cargan bencina de sus vehículos con tarjetas que son pagadas con fondos públicos. Tarjetas que el congreso entrega a los parlamentarios para el ejercicio de sus funciones. Para un país que anda al tres y al cuatro, es un insulto de marca mayor que merecería la máxima de las penas. Sin embargo, lo más probable es que al final del día no pase nada, o que a lo más termine con clases de ética.
Para rematarla, los parlamentarios implicados no hallan nada mejor que intentar dar burdas explicaciones para lo inexplicable. Que fue una sola vez, que andaba sin chofer, que andaba hablando por celular, etc. Todas excusas inverosímiles. O flagrantes mentiras porque hay cargas que se hicieron cuando los parlamentarios estaban en pleno ejercicio de sus funciones en el parlamento. Y hasta este minuto se sabe que alguien no puede estar en dos o más lugares al mismo tiempo. O se está acá o en la quebrada del ají, pero no en ambas partes. Aquí están involucrados parlamentarios de diversos colores políticos.
La tentación está a la orden del día. Ojalá todos los chilenos tuviésemos esta suerte de gift card de la que sólo gozarían los familiares de los susodichos. Algo huele mal, no en Dinamarca, sino que en Chilito.
Por otro lado, a partir de reclamos de clientes adictos a ropa de marca, hemos tomado conocimiento de la venta de ropa de marca falsificada en una conocida empresa, que años atrás ya dio que hablar por otro escándalo. El clásico caso de pasar gatos por liebres.
Y cuando se demuestra que la venta es de productos que no son de marca, sino falsificada, entonces la respuesta es: no sabíamos, hemos sido engañados. Hoy sabemos que las marcas afectadas están denunciando a La Polar por la venta de ropa falsificada. En este caso hay una defraudación pública por parte de una empresa privada que dice vender algo que no es. Hay engaño. Hay utilidades mal habidas.
Para variar, la empresa reaccionó como el marido o la esposa engañada: no puede ser. Solo venden ropa de marca. La empresa no engaña.
El descontrol es demostrativo de que la autorregulación no funciona.
En ambos casos el rol de los medios de comunicación ha sido clave. En el primero, el del uso fraudulento de tarjetas para cargar bencina, el descubrimiento tuvo lugar gracias a un medio de comunicación centrado en un periodismo investigativo, esencial en los tiempos actuales. En el segundo caso, el de la venta de ropa de marca falsificada, se detectó gracias a las denuncias en las redes sociales de personas que se sintieron estafadas al comprar prendas que no eran lo que decían que eran. Estas denuncias terminaron por llegar a los medios de comunicación tradicionales una vez confirmada su veracidad. En los casos señalados el descontrol es demostrativo de que la autorregulación no funciona.
Desde hace su buen tiempo que la ética brilla por su ausencia a nivel dirigencial, la que no se limita a la política y la empresarial. Se trata de un fenómeno que se extiende también al ámbito militar, donde todos sus ex comandantes en jefe desde 1990 han sido y/o están siendo procesados por los más diversos delitos. En el ámbito deportivo uno de los presidentes del fútbol profesional tuvo que fugarse a Miami para eludir la justicia. Y allí está rodeado de lujos esperando que con el paso del tiempo prescriban sus delitos.
Bajo este contexto, si los de arriba recurren a martingalas de baja estofa para hacer de las suyas, con qué ropa pueden pedirnos a los simples mortales de a pie que nos comportemos debidamente.
Mientras tanto, el mundial de fútbol en Qatar sigue su curso, con sorpresas mayúsculas, como la eliminación de Alemania que nadie se esperaba, el paso a la ronda siguiente de países sin mayor historial futbolístico, y el protagonismo del VAR. Un campeonato mundial en medio de una guerra en Ucrania que no muestra viso alguno de amainar, sino que todo lo contrario, con tendencia a prolongarse a vista y paciencia de todo el mundo.
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