El día de ayer una curiosa columna fue publicada en este medio titulada “Violencia y racionalidad”. Sorpresa es la primera reacción que uno puede sentir cuando se publica un texto que coloca a la violencia como un aspecto esencial del ser humano. Más bien uno espera que busquemos el cómo anular precisamente los aspectos violentos de la sociedad. Por cierto, vindicar o justificar la violencia mediante el uso de la palabra escrita me parece una contradicción en sus términos.
Naturalizar la violencia es lo mismo que normalizar las jerarquías que tanto repudiamos. La razón, en cambio, es un don distribuido de forma universal y que podemos practicar infinitamente.
Pero quiero ir al asunto sobre la racionalidad. En efecto, el racionalismo es en buena medida lo opuesto a la violencia, cualquiera sea el origen de esta. Sin embargo el autor llama hipócritas (2° párrafo) a quienes precisamente condenan la violencia “venga de donde venga” ¿por qué usa entonces aquel calificativo de connotación negativa? Quizá el autor desea apuntar hacia la “violencia estructural del sistema”, (la cual, dicho sea de paso, podemos detectar, condenar y corregir mediante el uso de la razón), sin embargo es poco lo que podemos añadir a esto pues siempre se podrán hallar problemas en el sistema social que terminen por excusar a la violencia. Si solo podremos condenar la violencia de manera que no suene hipócrita el día en que acaben las injusticias, será mejor que abandonemos este asunto. Aquí radica tal vez mi divergencia con el autor; mientras él considera que la violencia es parte permanente de nuestro estado natural, y por tanto le cabe un lugar en cada conflicto humano, yo considero que el uso de la razón es la verdadera cualidad que poseemos de forma natural y que deberíamos explotar aún más.
No comprendo tampoco por qué usar comillas cuando se refiere como erudito e intelectual tanto a Peña como Squella; en efecto ellos son eruditos e intelectuales pues es su profesión ¿por qué ponerlos en duda? ¿No puede acaso, el autor de la columna comentada, aceptar aquello y aun así debatir su punto de vista? ¿O acaso necesita primero empañar sus credenciales para luego comentarlos? Por otro lado, parece ser que el autor tiene algún conocimiento superior respecto del acontecer nacional y universal puesto que declara los escritos de estos pensadores como alejados “de la realidad chilena y mundial” así como también lejos de la “naturaleza humana”. No sé como el autor ha llegado a estas conclusiones, pero sería muy interesante que las expusiera de maneras más extensas y coherentes, pues sería muy útil al debate público la opinión de alguien que ha logrado acercarse tanto a las verdades humanas como para concluir que otros se hallan tan lejos.
Para tranquilidad del autor, nadie es tan ciego como para negar que los seres humanos tenemos sentimientos y frustraciones. Aquí es donde muestra una confusión conceptual; la actitud racional no se trata de negar el llanto, sino de comprenderlo para evitarlo si nos hace daño o canalizarlo si nos domina. De esta forma podemos tener mayor control frente a las condiciones externas a la vez que libertad en nuestras vidas. Esta complicada confusión puede superarse comprendiendo que ni el más profundo de los pensamientos nacidos a partir de la razón puede anular los sentimientos forjados por la pasión. Pero, a lo que sí podemos aspirar, es a un mundo donde el pensamiento razonado sea la norma entre los iguales en lugar de algunas oscuras pasiones. Uno donde los problemas se piensen y analicen para luego razonadamente los solucionemos. Es cierto que la violencia es una válvula de escape lo que no es cierto es que sea una expresión natural e inevitable o que existan problemas que solo la violencia puede solucionar.
Los seres humanos no somos adimensionales. Puede que seamos irracionales para ciertas cosas a la misma vez que podemos ser más racionales en otras. Parte de lo bueno que hay en la misma naturaleza humana se halla en la capacidad de poder diferenciar los matices a los que nos enfrentamos, podemos jerarquizar las cosas y entender que convivimos en varias esferas a la misma vez. En algunas desatamos pasiones, en otras discutimos de forma razonada. Pero nada impide que seleccionemos cuando usar una o la otra pues, entre otro de los aspectos que considero erróneo de la columna citada, inferir que solo las pasiones (particularmente la violencia) serían parte de la naturaleza humana es muy impreciso. Me parece mezquino con el potencial uso del cerebro; pensar, razonar, aplicar la lógica son elementos tan propios del ser humano como las emociones. Pero el autor da a entender que estas constituyen una especie de implante artificial. El uso de la razón puede ser parte íntegra de nuestras vidas de la misma forma que puede serlo la violencia, debemos elegir ¿cuál de las dos fomentaremos?
Por último, y dado que debemos responder esta pregunta, podríamos comprender la injusticia que conlleva la violencia. Nada es más injusto que usar los métodos derivados de la fuerza, sean de carácter social o individual, pues nunca podremos igualar las fuerzas musculares o los recursos materiales que poseen distintas personas o grupos. Naturalizar la violencia es lo mismo que normalizar las jerarquías que tanto repudiamos. La razón, en cambio, es un don distribuido de forma universal y que podemos practicar infinitamente. De hecho, hemos avanzado bastante aplicando el pensamiento crítico, el autocontrol y un poco de escepticismo; ya no se bate a duelo por el honor de una mujer ni he sabido sobre quemas de brujas, no se ven ruedas de torturas en las plazas y en La Haya se resuelven problemas que de antaño los gobernantes habrían dado guerra. El citado autor piensa que la segunda guerra mundial era inevitable, yo creo que no, que con instituciones y valores humanos correctamente razonados se evitan estos desastres. Tal vez piensa que la ausencia de guerras entre alemanes y franceses en las últimas décadas sea una mera casualidad, yo creo que se debe a que decidida y razonadamente se han priorizado aspectos como la integración económica y el valor de la vida por sobre el de las banderas ¿Por qué no seguir pavimentando estos caminos en vez de naturalizar la violencia como si fuera inevitable?
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