Hoy, las personas que trabajamos a favor de los derechos humanos al interior de Amnistía Internacional estamos de celebración. Y es que hoy 28 de mayo cumplimos 57 años a nivel global.
57 años han pasado desde que el británico Peter Benenson, indignado tras enterarse de que dos estudiantes portugueses habían sido encarcelados luego de brindar por la libertad, escribió en un periódico el artículo “Los Prisioneros Olvidados”, en el cual instaba a los/as lectores de todo el mundo a que escribiesen cartas expresando su apoyo a los estudiantes con el fin de conseguir su liberación. Y es que Peter Benenson estaba convencido del enorme potencial que tiene la movilización de la opinión pública para poner fin a los abusos.
Desde entonces y tras la acción de solidaridad inspirada por Peter Benenson que dio origen a la fundación de Amnistía Internacional, millones de personas en todo el mundo nos hemos movilizado contra todo tipo de injusticias sin importar el país donde se llevan a cabo, creyendo firmemente tanto en el poder de la acción como en el valor de la solidaridad internacional. Porque nuestras convicciones no tienen fronteras y las violaciones de derechos humanos que ocurren al otro lado del mundo nos duelen tanto como las cometidas en el país en el que crecimos.
Bajo esta bandera, las personas que luchamos día a día por la defensa de los derechos humanos en esta organización, también estamos convencidas, al igual que Peter Benenson, del enorme poder que reside en la movilización ciudadana. Y es que, como podemos comprobar a lo largo de la historia, normalmente los avances sociopolíticos no han llegado de forma natural o por sí solos, sino que ha sido necesario que miles de personas valientes se movilicen de manera constante, coordinada y sin rendirse para que sus reivindicaciones se hagan realidad. Y esta movilización no tiene por qué darse dentro de un partido político, sino que es perfectamente posible incidir en las políticas de un país formando parte de un movimiento social o siendo activista en una organización de la sociedad civil, como puede ser Amnistía Internacional.
Así, por ejemplo, en la actualidad las mujeres podemos votar y ejercer nuestro derecho a participar de la vida política de un país en la mayor parte del planeta, esto gracias a las millones de mujeres que se movilizaron alrededor de todo el mundo (y que lo siguen haciendo) exigiendo igualdad de derechos. De hecho, hoy vemos a las estudiantes chilenas que enarbolan la bandera feminista en sus establecimientos educacionales y en los diversos espacios públicos, estas jóvenes valientes se están movilizando con aplomo y entusiasmo, pues saben que sus demandas buscan reivindicar los derechos humanos de las mujeres, los cuales históricamente han sido ignorados.
Volviendo con los ejemplos a nivel mundial, el apartheid, sistema de segregación racial promovido desde el Estado y puesto en práctica de manera legal, fue abolido tras una dura y sangrienta lucha contra la discriminación protagonizada por la población negra en Sudáfrica. La pena de muerte, acto cruel, inhumano y degradante per se, ha sido abolida en la gran mayoría de los países del mundo debido a las múltiples presiones ejercidas por ciudadanos/as a nivel global. Asimismo, perpetradores de graves violaciones a los derechos humanos y genocidas han sido llevados ante la justicia y encarcelados después de que miles de personas reclamaran verdad y justicia ante tan crueles actos.
Por otra parte, y a nivel nacional, el “Proyecto de ley que Fortalece el Resguardo del Orden Público”, más comúnmente conocido como Ley Hinzpeter, que presentó el anterior gobierno de Sebastián Piñera en 2012, fue finalmente rechazado en el Congreso en 2013 tras una intensa movilización de la ciudadanía ante lo que se consideró una vulneración de los derechos a la libertad de expresión y de asociación. El Acuerdo de Unión Civil, ley que permite a las parejas de igual y distinto sexo formalizar su unión ante el Estado para acceder a protección jurídica y social, fue aprobado básicamente después de que la ciudadanía se movilizara durante años reclamando igualdad de derechos para todas las personas independientemente de su orientación sexual.
En tanto, la tipificación del delito de tortura en el código penal chileno y la reforma a la justicia militar que excluyó a los/as civiles de su jurisdicción, constituyen cambios legales de gran envergadura que se consiguieron en 2016 después de que personas y organizaciones de la sociedad civil protestaran ante casos de violencia policial que permanecían en la impunidad. Finalmente, la ley que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales fue aprobada el año pasado tras casi 30 años de lucha desde la penalización total del aborto en Chile, y una larga, constante y extenuante campaña de movilización ciudadana por la defensa de los derechos sexuales y reproductivos. Todo esto constituye sólo algunos ejemplos de las enormes repercusiones que tiene el activismo ejercido por una ciudadanía informada y movilizada.
Porque nuestras convicciones no tienen fronteras y las violaciones de derechos humanos que ocurren al otro lado del mundo nos duelen tanto como las cometidas en el país en el que crecimos
Como Amnistía Internacional nos hicimos parte de varias de estas luchas y junto con muchas personas y organizaciones emprendimos diversas campañas para defender los derechos humanos.
Sin embargo, me gustaría también recalcar que, aun cuando sentimos la euforia y el orgullo de celebrar que se han hecho efectivo algunos cambios legales, políticos y sociales que tanto anhelamos y por el que por tanto tiempo y con tanto ímpetu contribuimos en la lucha, no podemos permitirnos bajar la guardia pensando ingenuamente que la batalla ya está ganada. Y es que los Estados no están exentos de retroceder en materia de protección de libertades y garantía de derechos (recordemos que la educación superior fue gratuita hasta 1981 y que el aborto terapéutico en Chile era legal hasta 1989, por poner dos claros ejemplos). La mera existencia de esta posibilidad de regresión nos obliga como ciudadanía a permanecer en constante alerta vigilando que los Estados realmente cumplan con sus obligaciones tanto internacionales como nacionales de proteger los derechos humanos.
Con todo esto deseo enfatizar la trascendencia de la participación ciudadana en los procesos de cambio social, así como cuán peligroso es para la humanidad las sociedades desmovilizadas, pues un país en el que su población no sale a la calle a reclamar sus libertades ni las de sus pares, ni tampoco protesta ante violaciones de derechos humanos cometidas ya sea contra ellos/as mismos/as o contra otros seres humanos, es el caldo de cultivo perfecto para que las personas que se encuentran en las esferas de poder, usen su posición en la escala jerárquica para perpetuar discriminaciones históricas, bloquear avances sociales, restringir derechos o no llevar ante la justicia a perpetradores de graves violaciones de derechos humanos.
Y como lo dice Amnistía Internacional “el mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo”, por lo tanto, la invitación a tomarse las injusticias como algo personal está hecha a quienes quieren una sociedad mejor.
Por Beatriz Martos, coordinadora de Activismo y Juventud de Amnistía Internacional Chile
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