La falta de empatía social en Chile ayer quedo al descubierto tras los altercados entre quienes apoyaban las demandas de los camioneros así como los partidarios de la causa mapuche. Y me refiero a empatía porque me asusta pensar que es racismo: una palabra que solo me remite a criminalidad, violencia, muerte y carencias sociales importantes.
El país dio un giro importante desde los tratados de libre comercio a fines de la década del 90. La apertura comercial permitió la llegada de conocimientos, información e interconexión, pero comenzó a esconder y a escindir las bases de algo que nos parecía, hasta ese momento, obvio: los chilenos somos homogéneos socialmente. Con el crecimiento económico y la entrada al sistema neoliberal, el nuevo concepto de “desigualdad” entró a reemplazar el de pobreza, pero solo a esconderla no solucionarla.Es clara y triste, porque solo se escuchan mensajes y argumentos de odio y que, por lo demás, son reflejo de una falta de información increíble.
Por otra parte, la sofisticación de los gustos, del lujo y el acceso más universal hacia estos permitió abrir espacios para minorías de todo tipo, que encontraron ya entrada la década del 2000, espacios de desarrollo e integración. Sin embargo, estos procesos que doy a modo de ejemplo, no generaron maduración en términos de la heterogeneidad que caracteriza a la humanidad, sino mas bien dejaron entre ver las profundas raíces de la falta de empatía social que existe.
Las minorías han logrado -a fuerza de marchas y protestas- ser escuchados por las autoridades y que estas a su vez estudien y creen políticas publicas adecuadas a las nuevas exigencias de este nuevo Chile. Uno que, por lo demás, se niega a aceptar que cambió -o que debe cambiar- y que las problemáticas de estas mal llamadas hoy en día, minorías, son solo parte de exigencias reales de ciudadanos. La vieja política de la imposición, las viejas prácticas de intolerancia manifestadas en el nulo respeto a la opinión ajena me hacen pensar que, efectivamente, Chile pretendió y pretende ser un país en vías de desarrollo pero que está bastante lejos de serlo. Es como el decir de Gabriela Mistral «a la humanidad hay que humanizarla”.
El que aún existan personas en situación de calle, campamentos, y conflictos con la comunidad indígena en el sur, nos comprueba que la falta de empatía social aquí y ahora, es clara. Es clara y triste, porque solo se escuchan mensajes y argumentos de odio y que, por lo demás, son reflejo de una falta de información increíble. Reducir el conflicto mapuche a “terrorismo”, el paro de los camioneros a “una pataleta de la derecha”, la gente en situación de calle “ puros ebrios” no es más que prueba fehaciente de que Chile en verdad no cambio aunque todos creamos que sí, ya que en cualquier instancia en la cual se debaten los derechos-opinión del otro, no se utiliza como un momento que enriquece el debate y por lo tanto, contribuye al crecimiento social sino que es la oportunidad para desatar odio, venganza, y demostrar que no existen otros, sino que solo existo yo.
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