¿Qué es lo que escuchas o sientes cuando tomas la decisión de terminar con tu vida? ¿Es la voz de la ansiedad, la culpa, la angustia, depresión, enfermedad, soledad o son todas esas voces en conjunto? ¿Somos abiertos al hablar del suicidio o lo vemos como algo tabú?
Cuando quien se suicida es referencia para cientos y miles de personas en el mundo, como los recientes casos de actores y cantantes famosos, vuelven a surgir las preguntas y la primera siempre es ¿Por qué?
Como psicólogo, me ha tocado atender una gran cantidad de pacientes y un porcentaje no menor de ellos, ha pensado en suicidarse, otros han hecho intentos y los menos lo han intentado varias veces. Las causas y razones que tienen son variadas, el factor común es que la gran mayoría tiene algún antecedente o tipo de trastorno ya sea de ánimo, ansiedad, personalidad, etc. En muchos de estos casos, el entorno de estas personas no es consciente del sufrimiento que arrastran, pues llevan puesta una máscara que los hace invisible a su realidad.
En el relato de quienes intentan o intentaron suicidarse aparece claramente que su motivación no es una convicción abstracta o un cálculo racional de qué merece la pena y qué no. La mayoría de los relatos acerca de los pensamientos que tuvieron antes del intento de suicidio, están más bien asociados a un sentimiento de desesperación ante el agobio – real o sobredimensionado- de algún suceso o el resultado de una crisis externa, ya sea financiera, emocional o relacional; la sensación de soledad absoluta y desprotección; no sentirse importante o más bien una carga imposible de sostener, no solo para quienes los rodea, sino más bien para ellos mismos; la imposibilidad de ver un atisbo de luz y de abrirse camino entre los pensamientos autodestructivos.
Los motivos son tantos como las personas que desean hacerlo. La idea suicida siempre es transitoria, fluctuante y ambivalente, el rasgo del suicida se caracteriza por fluctuar entre la desesperanza infinita y la ambivalencia, ya que no logra salir de la oscuridad o la prisión del sufrimiento en el que se encuentra sumergido, no logra ver una solución a lo que le ocurre, por lo que ve su propia muerte como la vía menos dolorosa de lo que está afrontando.
El escritor estadounidense, conocido por su novela “La broma infinita», David Foster Wallace (que terminó suicidándose), hizo una analogía acerca del suicidio muy interesante. Comparaba la experiencia con la agonía de quien está en un edificio en llamas y termina saltando por la ventana. Su terror a caer desde una gran altura es tan intenso como el que pueda sentir cualquier otra persona, lo que ocurre es que su aversión al fuego es aún mayor. Su acción por lo tanto tiene más que ver con la pura desesperación que con la reflexión filosófica.
Pero la decisión de quitarse la vida, puede ser evitada y generalmente se logra, cuando la persona se encuentra acompañada o recibe ayuda en el momento indicado.
La mayoría de los relatos acerca de los pensamientos que tuvieron antes del intento de suicidio, están más bien asociados a un sentimiento de desesperación ante el agobio - real o sobredimensionado- de algún suceso
La conducta y comportamiento suicida tiene que ver con la intencionalidad ya sea de comunicar, actuar o llevar a cabo un acto autodestructivo para acabar con la propia vida. Estos comportamientos incorporan el componente cognitivo y el conductual del comportamiento suicida.
El componente cognitivo está identificado con la ocurrencia de cualquier pensamiento relacionado con conducta autodestructiva, como ideas de muerte, la posibilidad de terminar con la propia vida, hasta planes concretos que incluyen lugar, método y tiempo para llevar acabo el intento. El componente conductual por su parte, identifica los comportamientos de intencionalidad autodestructiva, entre los cuales se tiene principalmente: el gesto suicida que son conductas que simulan el acto suicida tal como ponerse la pistola en la cabeza, el cuchillo en las muñecas, el intento suicida que es la conducta autodestructiva que no culmina con la muerte, y el suicidio consumado.
Carmen Tejedor, psiquiatra española del hospital St Paul de Barcelona, estudió el pensamiento suicida y concluyó en 2012, que existe un promedio de 90 minutos entre el pensamiento suicida y la acción misma de quitarse la vida. Si pasa más tiempo, el individuo comienza a dudar y casi con seguridad no lo hará. De ahí que la ambivalencia, el deseo de morir y de no morir van de la mano; juntos, es una de las mayores características de estas personas.
Las alegrías y las penas, así como el sentido último de la existencia, no es medible o cuantificable, como cuando tienes la posibilidad de escoger entre dos objetos en función de sus propiedades. Por eso Albert Camus comenzó El mito de Sísifo de esta forma tan contundente:«No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».
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Julie Tejada
Buenos dias, saludos!!
Querio mas información, costo de tratamiento y si podía tener una breve entrevista con el Doctor, sobre la hipnosis de tratamiento clínico.
Muchas gracias por sus asistencia.