Durante este último tiempo se ha ido expandiendo un fenómeno en el campo de la salud y mental y la educación conocido como “patologización” y “medicalización” de las infancias y adolescencias.
¿Qué quiere decir esto? Siguiendo a la psicoanalista argentina Gisela Untoiglich (2014), la patologización consiste en que, a grandes rasgos, ciertos aspectos propios de la vida humana (tristeza, rabia, desatención, angustia, rebeldía) son transformados en una patología, y así, clasificados como un trastorno mental.
Los principios que subyacen este proceso patologizador son: 1) hay una causa unívoca, lineal y determinista del supuesto trastorno, 2) predomina un paradigma fijo y estático de la normalidad, y por ende todo lo que se escapa de dicho cuadro, es catalogado como anormal, 3) se rotula al niño/a o adolescente a partir de un trastorno (TDAH, TEA, Bipolar, Oposicionista-Desafiante, etc.), el cual pasa a formar parte de su identidad, y explica todas sus conductas, pensamientos y acciones. Ya no es un/a niño/a que tiene autismo, depresión, bipolaridad, sino que es autista, depresivo, bipolar, y 4) se biologiza el sufrimiento psíquico, atribuyéndolo única y exclusivamente a causas orgánicas, desconsiderando la historia, los vínculos, y el contexto familiar, social, escolar, histórico y político.Ciertos aspectos propios de la vida humana (tristeza, rabia, desatención, angustia, rebeldía) son transformados en una patología, y así, clasificados como un trastorno mental
Respecto a la medicalización, que es el siguiente paso de la patologización, opera desde la misma lógica biomédica: lesión orgánica, cuadro psicopatológico, tratamiento (Janin, 2012). El tratamiento es de carácter psicofarmacológico, suponiendo, muchas veces, que una pastilla va a solucionar un conflicto psíquico, con todas las variables y determinaciones psicosociales que están involucradas. A esto se le suma otro problema, que es pensar el tratamiento psicofarmacológico como el primer y único abordaje posible. Eso no quiere decir que para ciertas problemáticas psicopatológicas graves no haya que considerar seriamente el uso de los psicofármacos, como por ejemplo en casos de ideaciones e intentos suicidas, psicosis, depresión mayor, entre otros. Lo que está en cuestionamiento es el uso abusivo de los psicofármacos para cualquier tipo de manifestación sintomática. Un ejemplo claro de esto en la actualidad en las escuelas en Chile, es que muchos/as niños/as son diagnosticados con TDA-H (Trastorno con déficit atencional con o sin hiperactividad), y quienes al momento de ser diagnosticados, rápidamente se les indica que deben ingerir psicofármacos, suponiendo de antemano que el origen del trastorno es de orden biológico o genético. Esta visión reduccionista del padecimiento infantil deja de lado otras variables (históricas, familiares, culturales, sociales), y no permite el hacerse preguntas sobre el momento de la vida en el que se encuentra ese niño o niña en particular (¿Qué factores pueden estar afectando la atención de un niño en la sala de clases? ¿Cómo es la relación con sus profesores/as? ¿Está padeciendo algún tipo de conflicto emocional?, etc.).
Si este paradigma biomédico (utilizado sobre todo por psicólogos, psiquiatras, neurólogos) se encarga de clasificar los sufrimientos psíquicos infantiles en etiquetas psiquiátricas, y reducirlos a causas netamente orgánicas, ¿Qué lugar hay para para la singularidad de la vida psíquica del sujeto-niño? Si consideramos que todo ser humano es único, inigualable, irrepetible, inclasificable, ¿Cómo es posible pensar los malestares subjetivos a partir de modelos y categorizaciones universales?
Lo que me parece de suma importancia resaltar es que la niñez y la adolescencia son momentos de la vida en los cuales están en plena configuración como personas. Es una época de cambios, avances, retrocesos, identificaciones, adquisiciones, que están condicionadas por determinantes del contexto familiar, social, cultural e histórico. Por tanto, pensar la psicopatología infanto-juvenil a partir de causas única y exclusivamente biológicas, y desde una lógica de causa-efecto, clasificando la problemática en una etiqueta diagnóstica, es nocivo en el sentido de que borra la singularidad del niño/a o adolescente, pensándolo como una mera máquina que debe funcionar acorde a los parámetros socio-culturales impuestos del rendimiento, competitivismo y exitismo.
Bibliografía
-Janin, B (2012). Los niños y la medicalización de la infancia. Buenos Aires, Argentina. Revista de Topía.
-Untoiglich, G (2014). Medicalización y patologización de la vida: Situacion de las infancias en América Latina. Estudos sobre Educação, Presidente Prudente-SP, v. 25, n. 1, p. 20-38.
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