De un tiempo a esta parte a la generación a la que pertenezco, menores de 25 años, se ha dado en etiquetarlos como los “hipersensibles”. Nos apuntan como aquellos que lloramos por todo, los que todo nos sobrepasa, nos desborda. Y sí, lo somos, obvio que lo somos ¿Qué esperan si somos los hijos que nos tuvimos que criar solos, en la calle, con la TV o con el computador mientras nuestros padres se sacrificaban día tras día trabajando para darnos lo mejor? ¿Qué esperan si casi no teníamos vida familiar porque nuestros padres trabajaban de 8 a 8 y cuando llegaban a la casa solo querían descansar o cocinar para el próximo día?
¿Cuántas veces nos sentimos solos y tristes, pero no queríamos molestar a nuestros padres porque estaban agotados después de largas jornadas de trabajo?
¿Cuántas veces nos sentimos solos y tristes, pero no queríamos molestar a nuestros padres porque estaban agotados después de largas jornadas de trabajo?
Cuando nos rompieron el corazón en la adolescencia ¿Quién nos consoló? Nuestra habitación y nuestros amigos, porque nuestros padres no tenía tiempo para esas niñerías, ya que estaban preocupados de mantener la subsistencia familiar.
Cuando necesitamos contención ¿Quién nos la dio? A veces nuestros padres con su mayor esfuerzo trataban de ayudarnos, de darnos amor, pero no por mucho tiempo porque tenían que preocuparse de pagar las cuentas, de ordenar la casa, de complacer a sus jefes explotadores.
¿Acaso los estoy culpando a ellos de nuestros desbordes emocionales? No, culpo a este sistema explotador por quitarnos a nuestros padres, por hacerlos trabajar hasta más no poder para darnos una casa, educación, alimentación y salud, cuestiones que deberían ser un derecho asegurado para todos los niños y niñas desde su nacimiento, pero que en este país, todo te debe costar, hasta los derechos.
¿Cómo cresta nos piden que seamos emocionalmente maduros o que nos sepamos contener si quienes nos debían enseñar a hacer eso los tenían explotados trabajando y además precarizados?
¿Y esta mal que hoy seamos más sensibles? ¿Está mal que nos sintamos desbordados? No, amigos y amigas, no está mal. Esta es la oportunidad que hoy nosotros tenemos gracias a nuestros padres y que ellos no han podido tener por darnos todo. Esta es la oportunidad que tenemos para explorarnos, conocernos, desarmarnos y volver a armarnos como nosotros queramos y no como esta sociedad quiere imponernos. Como máquinas, sin emociones, productivos, productivos y más productivos, pero al servicio de los mismos de siempre.
Es bueno también mencionar que somos los hijos de una generación traumada por todo lo que trajo el golpe militar y la dictadura, a nuestros padres a punta de represión les enseñaron a ser como el sistema los quería porque de lo contrario, los encarcelaban, torturaban, mataban y/o los hacían desaparecer.
Por último, esos mismos que se llenan la boca hablando de la «familia», son los primeros destructores de ella, los primeros en negarse a bajar las horas laborales, los primeros en exigirles a sus trabajadores horas extras en condiciones precarizadas. Ustedes nunca han cuidado la familia, solo han cuidado sus empresas, sus bolsillos y sus amigos. Esa es la derecha neoconservadora, egoísta e intransigente, porque los únicos valores que imponen es el proteger su vida de privilegio.
Sólo nos queda con esperanza seguir siendo la generación del desborde, del desborde de alegría y emociones para superar este panorama adverso del Chile que nos están legando.
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