La polémica por no cumplimiento de horarios por parte de algunos médicos en el sistema público denunciado en Ciper, trae consigo una discusión de fondo más importante: ¿Cuánto han cambiado las bases filosóficas y éticas en que se sustentaba la Medicina?
No es novedad para nadie que la actividad médica ya no concibe al enfermo como paciente, sino más bien como consumidor o cliente. Sin pretender cuestionar en sí ese cambio de nomenclatura, o la relación contractual entre personas, o que un médico gane dinero con su trabajo, surge la duda en relación a cuánto han cambiado con ello las bases filosóficas y éticas en que se sustentaba la medicina, como la confianza, la filantropía y el compromiso ético.
Antiguamente -más allá de cuestiones religiosas o antropológicas- la relación entre pacientes y sanadores se basaba en la confianza que depositaba el primero con respecto al segundo, en cuanto a su propia vida.
Es decir, la medicina esencialmente surgió como un acto de buena fe entre los seres humanos, donde lo que se transaba en términos simbólicos, era el bien más preciado que tiene un ser, la vida. La persona, colocaba en las manos del sanador su propia existencia, su principal propiedad.
Esa transacción no significaba la perdida de la existencia o auto posesión por parte del enfermo, sino su retorno y recuperación, a través de la ayuda del sanador, curandero o médico.
El enfermo, bajo absoluta confianza como receptor de la atención médica, se volvía un sujeto pasivo respecto de su propia salud y vida, delegándole a otro sujeto activo la tarea de mejorarla y preservarla.
Este proceso no estaba necesariamente mediado por transacciones específicas, sino más bien variadas, desde materiales hasta simbólicas como el prestigio, la buena fe. En todos los casos, había un mutuo acuerdo y probablemente igual se cobraba algún tipo de pago, pero el fin esencial era preservar la vida. Y probablemente así sigue siendo para la mayoría de los médicos.
Con el paso del tiempo, la actividad médica también cambió junto el proceso de división del trabajo, lo que permitió pasar de una actividad más bien precaria e irregular a una especializada y de alta tecnología, gracias a importantes mejoras y nuevos conocimientos, que hoy son sumamente beneficiosos para todos.
Junto a ese proceso ocurrió otro igualmente complejo; el paso desde la concepción de pacientes a clientes. Y es aquí donde tomando en cuenta la polémica actual en cuanto al no cumplimiento de horarios, surge la duda sobre el cambio real de los principios filosóficos y éticos en que se sustentaba la medicina?
Médicos públicos, médicos privados
En primera instancia, podemos decir que se produce una ruptura en la base de la relación entre médicos y pacientes, al desvanecerse la idea de compromiso permanente y focalizado en un único fin -preservar la vida- por parte de los primeros, y un vacío en cuanto al valor del sujeto mismo como receptor de la Medicina.
El nuevo consumidor de salud queda -también para el médico- en un limbo entre su antiguo epíteto de paciente y su nueva condición de cliente, debido a que se mantienen las estructuras simbólicas y discursivas de la relación entre paciente-médico, pero dentro de un marco institucional donde la base de dicho nexo no es la vida en sí, sino la transacción de un bien material, específicamente monetario.
La relación médico-paciente, originalmente basada en la buena fe y la primordial mantención de la vida, se convierte en un nexo contractual definido esencialmente por la capacidad de pago del paciente. El médico –o mejor dicho algunos médicos- ejercen su ética y responsabilidad, no en base a la vida de sus pacientes, sino más bien en base al pago que éstos generan para recibir atención médica.
Algunos argumentarán que eso refleja la pugna entre lo privado y lo estatal, o que la mercantilización de la medicina es el problema, y la estatización la solución, pero no.
A esos médicos que no cumplen sus horarios en el sistema público para cumplir en sus consultas particulares, se les paga por atender a esos pacientes de menos recursos. El problema no es que el médico gane poco en el sistema público, sino que gana sin cumplimiento alguno. Lo mismo tiende a ocurrir en el sistema privado, donde los médicos son empleados de una empresa, y deben cumplir cierto número de pacientes, la consulta dura menos de diez minutos y no necesariamente es buenas.
La diferencia es que el paciente del sistema público no tiene otra opción que esperar a que el médico se digne a aparecer y el paciente del sistema privado puede buscar otro médico.
No obstante, en ambos casos, esto genera vacíos en cuanto a los derechos a los que debe acceder todo paciente, como consumidor, y los deberes del médico con éstos, como cualquier otro sujeto que presta un servicio, desde el respeto y buen trato hasta una atención no fraudulenta o negligente.
En este sentido, el paciente, aunque ahora es considerado un consumidor, en la práctica carece de los instrumentos legales, institucionales y discursivos para ejercer tal condición.
En otras palabras, en cuanto a sus derechos, el paciente es aún considerado un sujeto pasivo, impedido de ejercerlos y reclamarlos.Esa es la contradicción del discurso médico imperante.
El médico de cabecera
Un médico dueño de su consulta, atenderá bien y en los horarios acordados a sus pacientes para convertirse en su médico de cabecera permanente, y ganar más pacientes. Si atiende mal, la persona puede buscar otro médico mejor. Si hay muchos médicos, los precios quizás bajen. Incluso, algunos pueden optar por atender gratis en algunos casos.
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Foto: Mi mamá la doctora – Nuevo Andén / Licencia CC
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vickyleft
Creo que este doble vínculo desde la relación vertical con el paciente y la relación horizontal con el consumidor genera una esquizofrenia en la persona que quiere recibir atención en salud. En la salud pública, el atendido está en completa desventaja, porque sigue siendo tratado como si le hicieran un favor al atenderlo. En la salud privada, la relación de poder se nivela o invierte.
De cualquier modo, se pervierte. El tema es la relación de confianza, el acto de fe que hace una persona en su médico al buscar sanarse. En este sentido, recomiendo la entrada de Marcelo López, muy contundente respecto de la deuda de dignidad que la salud pública tiene con muchos de sus funcionarios administrativos pero, sobre todo, con las personas que en ella se atienden.
jorge1812
Leí la entrada, pero en lo personal, creo que no pasa más allá de buenas intenciones.
Por eso, en lo personal, creo que sería más eficiente echar a competir a los médicos…y no subvencionarlos.
dariodelpuente
Comparto lo que dice Jorge: la entrada sobre el derecho de los pacientes le falta concretar una propuesta. Una reflexión bien intencionada, pero sin salida concreta, pero Jorge, plantear que el mercado arreglará el problema tampoco es la solución. El mercado tiene como fin maximizar las ganancias, no asegurar el acceso equitativo a las oportunidades ni hacer cumplir derechos constitucionales.
jorge1812
Claramente el mercado no es la panacea, pero lo que vemos en la realidad es que los pacientes con menos recursos, aún cuando en el papel dice que se les garantiza atención de salud, eso no se cumple porque algunos de los médicos en este caso, ven que aún sin atenderlos, ganan su sueldo. Su empleador, el Estado les paga igual.
La opción puede ser establecer controles para que cumplan su tarea, pero vemos que el lobby es más fuerte. La otra opción es darle la discreción a los pacientes para que ellos elijan sus doctores y dónde se atienden.
La misma plata que el Estado paga en médicos, se puede asignar para quienes no tienen dinero para pagar médicos…
vickyleft
Jorge,
Creo que «echar a competir» a los médicos no está ni cerca de ser una solución. La discriminación, la configuración del paciente en un objeto de lucro son, precisamente, «gracias» a «echar a competir» las fuerzas del mercado. Acá no hay mano invisible que dignifique la atención que no puede ser pagada.
Los bienes públicos deben ser custodiados precisamente porque prestan un servicio que va más allá del lucro. Tu argumento es como respaldar a los liceos de excelencia: que los que ganen tu competencia tengan más demanda y que, entonces cobren más caro. O sea, que los que puedan pagar se atiendan con los mejores. Y a los pobres, de nuevo, que se los coman los buitres.
Perdona pero, en lo personal, creo que tu solución no pasa de las buenas intenciones.
jorge1812
Victoria, te recomiendo leer mi propuesta a Darío. Gracias.
jorge1812
Victoria, si entiendes bien el problema, en el sistema público el médico tiene garantizada una ganancia sin necesidad de atender. Ergo, tiene absoluta discreción para ejercer en cuanto al paciente, discriminarlo, etc.
No es una fuerza del mercado en este caso la que genera tales incentivos negativos en un bien público tan importante como la salud, sino la subvención «gratuita» por parte del Estado a un sector profesional, sin ningún tipo de evaluación.
Y ya que das el ejemplo de la educación, probablemente lo mismo pasaría con algunos profesores, si se les paga sin ningún tipo de evaluación o control, quizás ni harían clases y los alumnos sin otra opción, quedarían mirando la pizarra vacía.
Por eso, es clave el ejemplo del médico de cabecera.
dariodelpuente
Leí hoy la segunda parte del reportaje de CIPER que mencionas en tu entrada. Quizá la solución a este «subsidio» que entrega el Estado a un sector, es condicionarlo a productividad y no a horarios: si las lista de espera son largas, se puede estimar que un médico debe atender una X cantidad de pacientes por jornada. El riesgo de que baje la calidad de la atención es mínimo, porque como se lee en el reportaje, en estos casos los médicos mencionados parecieran tampoco esmerarse en entregar una atención acorde a la que esperan y merecen las personas
luxotal
Si bien el tema de incumplimiento y falta de control del horario médico es una de las múltiples aristas del análisis a nuestro sistema de salud pública, es tema trascendente cuando de justicia y transparencia se trata, por lo demás los médicos en varias ocasiones hemos sido protagonistas de las situaciones descritas, aceptándolas como parte del «sistema» que nos favorece. Afortunadamente eso no las convierte en correctas y la contundencia y seriedad de las denuncias de los reportajes recientes hacen difícil que la autoridad, nuestro gremio y cada uno de nosotros nos hagamos los sordos, por mucho que nos convenga.
Las estrategia para abordar esta arista tienen al menos un componente externo y otro interno, el componente externo dice relación en parte con las medidas a tomar por parte de las autoridades (formas de control, modificaciones a las asignaciones, estímulos al cumplimiento y resolución de problemas de los usuarios, adecuación de contratos, sanciones administrativas al incumplimiento locales, pero particularmente con la ciudadanía y el ejercicio de sus derechos que crece y se desarrolla cada día más a través de organizaciones de usuarios, de reclamos y sugerencias, de denuncias por los medios de comunicación y cuando hay daño por haber sido conculcados sus derechos ante la justicia ordinaria. Sin embargo los cambios, para que puedan ser significativos deben partir desde adentro y aunque haya que implementar nuevas formas de control y sanción, no basta con tener estas, pues se trata de modificar una visión y conductas ancestrales de derechos y deberes y por eso el componente interno de la estrategia es dependiente de la orden médica donde cada colega que quiera modificar esta conducta y con ella retomar el respeto y admiración que nuestra profesión tenía, debe ser proactivo para generar dialogo y masa crítica al interior de nuestras organizaciones capitulares o grupos de especialidad, no sólo para cambiar el cumplimiento horario sino a asumir en plenitud la responsabilidad del ejercicio en el sistema público, que por lo demás muchos cumplen a cabalidad.
Siempre los privilegios generan encono en quienes no los tienen y mucho mas si quienes los ostentan abusan de ello, sin embargo la oportunidad del «escándalo» deja de ser casual cuando hay una corriente privatizadora en el sector, tanto para comprar servicios como para financiar los nuevos hospitales mediante concesión a privados, que son explícitamente ponderados en el par de artículos de CIPER Chile.
Luis Rodríguez
claubenja
Para los que tenemos alguna experiencia en el sistema público de salud sabemos que hay médicos y médicos, hay algunos que lo dan todo por el sistema público, pero hay otros que efectivamente hacen abuso de la inexistencia de mecanismos de control del ejercicio de la profesión, cumplimiento de jornada laboral y por ende registro iguales de asistencia con el resto de los trabajadores de la salud.
El punto es que el 1 de octubre se inicia el Bono Auge, subsidio portable que viene a bajar las listas de espera, sabemos que los médicos son los principales oferentes de este bono, esperamos que no sea la oportunidad para que los incumplimientos de jornada se comienzan a repetir en el sistema pública.
En los próximos días ojala que nos les encontremos con las amenazas de las renuncias masivas y otras acciones y que reconozcan de una vez que no cumplen toda la jornada y que deben someterse a sistemas de control similares a sus compañeros de trabajo