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Lo que Mañalich ocultó a los ciudadanos de Aysén

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Lo que desde mediados de este mes se está viviendo nuevamente en una de las zonas más extremas de nuestro país y que ha concitado la atención mediática y social del país y desde diversas parte del mundo, no es un hecho aislado ni responde a una situación puntual, como lo podría ser la instalación de una central Hidroeléctrica de dimensiones gigantescas o de una plata a carbón o bien de la arremetida de una minera extranjera que arrasará con el medioambiente, el ecosistema y la agricultura de la zona.

Lo de Aysén es más grande, más sostenido en el tiempo y responde a una política de Estado que en especial durante el actual periodo administrativo, se ha visto acrecentado y, peor aún, ocultado a la ciudadanía como única forma de paliar la incompetencia y la negligencia. Incluso se podría decir que lo de Aysén es a propósito. Para muestra, veamos lo que sucede en el plano de la salud pública en la región.

La región del General Carlos Ibáñez del Campo y su servicio de salud han sido sistemáticamente postergados  por demasiados años, así como el resto del sistema público de salud de nuestro país. En las regiones extremas, esta situación es aún más delicada, sobre todo por sus condiciones geográficas, los mayores niveles de ruralidad y una limitada oferta privada. Estas condiciones  obligan con mayor fuerza al Estado a cumplir con su deber de garantizar los derechos de salud de los ciudadanos de estas regiones, como lo es Aysén. 

La cruda realidad es completamente diferente del “deber ser”.  Si analizamos las cifras de las ejecuciones del presupuesto de salud de los últimos años, nos encontraremos que, si bien hay aumentos en los recursos, son limitados considerando las grandes necesidades de la región. Durante el 2009, el gasto total en salud fue de 30.000 millones de pesos, el 2010 fueron 31.000 millones y el 2011 el gasto alcanzó los 34.000 millones. Estas cifras pueden parecer gigantescas. Sin embargo se debe considerar que tanto los equipos médicos como los insumos y el personal de salud tienen costos que son más elevados al resto de las regiones del país, dado la localización extrema.

Dado este contexto, las demandas en el área de salud que tiene la ciudadanía de Aysén están principalmente focalizadas en lo que respecta a las inversiones en salud. Es decir, los recursos destinados a realizar estudios que avalen la construcción de un determinado establecimiento de salud, para financiar el diseño de los establecimientos proyectados y para la construcción propiamente tal de nuevos establecimientos. Así también, estos recursos son utilizados para renovar y ampliar establecimientos ya existentes.

En marzo del 2011 el entonces Director del Servicio de Salud de la región había comprometido recursos por 37.000 millones para tres hospitales: el nuevo hospital de Puerto Aysén y la normalización de los hospitales de Chile Chico y Cochrane. Estos proyectos no eran nuevos y se encontraban programados desde el 2009. Ahora, el Ministro de Salud, Jaime Mañalich, ha vuelto a prometer lo mismo que ya estaba programado en el gobierno anterior y por su propia gestión desde hace un año, desenmascarando una política de la improvisación y mostrando una falta concreta de un plan regional de salud que dé cuenta de las necesidades de la población.

Vamos más allá y analicemos los datos duros: ¿Qué pasó durante el 2011 con los presupuestos destinados? Si revisamos los antecedentes entregados por la Dirección de Presupuesto del Ministerio de Hacienda (Dipres), nos encontramos con algunos datos bastante inquietantes.  Por ejemplo, para el mes de septiembre, el presupuesto que tenía Aysén para desarrollar estas obras, era de 4.200 millones y para esa fecha se habían gastado solamente 69 millones (es decir, se había ejecutado un 1,63%). En el mes de enero del 2012, cuando se entrega el balance final del año anterior, resulta que estos recursos habían sido “modificados” drásticamente. Este ítem del presupuesto había sido reducido a 1.400 millones, o sea, en los tres meses que trascurrieron, a la región le quitaron cerca de 2.800 millones para inversiones, sin mediar explicación alguna, menos aún satisfactoria. Para colmo, el gasto total anual alcanzó solamente los 88 millones de pesos, es decir, en tres meses el “gobierno de excelencia” sólo gastó 19 millones de pesos en la zona. ¿Qué fue lo que sucedió? Una posible explicación para la reducción de los fondos puede estar en que se realizó para ocultar la inoperancia en la gestión de los recursos, por no pensar en algo aún peor.

En los últimos tres años, el gasto en inversiones en la región había sido ya bajo. Durante el 2009 se gastaron 396 millones y el 2010 la cifra bajo drásticamente a 18 millones (posiblemente por recortes presupuestarios debidos al terremoto).

Estos datos nos deben llamar a reflexionar, ya que dado el destino y uso de estos recursos, el que no se utilicen o se haga de forma ineficiente, tiene un impacto directo en la calidad y el acceso que los ciudadanos puedan obtener de los servicios de salud de la región e implica un deterioro de la salud en general de la población, así como una pérdida de sus derechos fundamentales. Derechos que hoy en Chile debemos recuperar, luego de que nos fueran arrebatados hace ya más de 30 años.

Con estos antecedentes, las preguntas caben de cajón: ¿qué de nuevo es lo que ha ido a ofrecer Mañalich como para decir que solucionó o solucionará el conflicto? ¿Fue enviado el ministro de Salud porque esa cartera tiene precisamente un excedente de caja que puede utilizar el gobierno y promoverlo como recursos adicionales para la zona en conflicto? Y por último, lo más importante, ¿Es posible confiar en que se cumplirán los acuerdos que suscribió el ministro Mañalich?

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Foto: Publimetro.cl

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prementeria

prementeria

En nuestro país la fuga de dinero en los presupuestos de salud, deportes, cultura, educación; es pan de cada gobierno y año. Para los que somos partidarios de del gobierno actual, nos averguenza saber y leer las crifras de no sólo la mala distribución de las inversiones en materia de salud para Aysén, sino de todas las regiones de nuestro país; y no sólo eso, la ineptitud de los actuales ministros que dejan a la luz la poca planificación estratégica para diseñar soluciones ténicas y realistas a los conflictos nacionales. Esperemos que el Gobierno y los Aiseninos puedan llegar a un sano acuerdo.