Hace cuatro meses que estoy atendiendo a una mujer con una gran depresión postparto. Tiene un bebé ahora de siete meses. Cuando llegó tenía ideación suicida, rechazo a su hijo y una profunda pena. Luego de dos meses de tratamiento logró estar mejor, con menos angustia, y al menos ya no deseaba morir. Había podido retomar la relación con su hijo y con su pareja con gran esfuerzo. Como su postnatal terminaba, le hice ver que no era conveniente que se reintegrara a trabajar. Una depresión mal tratada tiene el riesgo de volverse crónica, y ella tenía el antecedente de un suicidio en un familiar cercano.
Actualmente, le han rechazado tres licencias que le he extendido. He entregado informes por cada una de ellas, pero no recibe sueldo hace tres meses, por lo cual se han atrasado con el arriendo de su casa y otros gastos, por priorizar los gastos de su hijo.¿Cómo se le devuelve la esperanza a alguien cuando el Estado le dice que no le cree que está mal? Esta es la peor cara del sistema de salud, cuando el sistema no es capaz de estar al servicio de las personas, e incluso las respuestas que se dan ignoran a quienes son la razón de su existencia.
Esta fue una decisión del COMPIN (Comisión de Medicina Preventiva e Invalidez), el departamento encargado de evaluar el estado de salud de los trabajadores y demás beneficiarios, a objeto de determinar la capacidad de trabajo o recuperabilidad de sus enfermedades.
Ella fue al COMPIN y no le quisieron dar información de por qué habían sido rechazadas, pero le dijeron que en 30 días «pudiera» tener una respuesta. Yo he llamado ayer y hoy al COMPIN. La primera respuesta fue que no me podían dar información de por qué habían rechazado una licencia que yo extendí. Al explicarles la gravedad del caso, lo vulnerable de la paciente, me indicaron que ellos tenían más trabajo que darme información. También me indicaron que «si todas las licencias se aprobaran el sistema estaría desfinanciado» y que «muchos médicos daban licencias falsas de salud mental». Ninguno de esos argumentos me parece aceptables. Si el sistema no se financia, deben buscarse mecanismos tributarios de mejorarlo; si los médicos entregan licencias falsas, a los que debe cuestionase es a los médicos.
En la práctica, esta mujer hoy está tan mal como cuando iniciamos el tratamiento. No importa cuántos antidepresivos yo le dé, o cuántas veces la vea, porque la señal que le hemos dado como sociedad es que no creemos que esté enferma, y ahora debe lidiar además con no tener los pocos recursos que maneja para sus cosas básicas. ¿Cómo se le devuelve la esperanza a alguien cuando el Estado le dice que no le cree que está mal? Esta es la peor cara del sistema de salud, cuando el sistema no es capaz de estar al servicio de las personas, e incluso las respuestas que se dan ignoran a quienes son la razón de su existencia.
Por suerte esta mujer tiene una pareja que ha logrado contenerla, ser su apoyo y hacerse cargo de su primer hijo, pero dudo que pueda ser por mucho más tiempo. Probablemente tengamos que hospitalizarla, y algo que podría estar resuelto, se volverá más severo y difícil de tratar.
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