Luego del rescate a los mineros, cosas tan insignificantes -al parecer para la opinión pública- como el reajuste y el bono Auge pasaron coladas y a la historia. Por lo tanto, a la hora de re-evaluar nuestra oposición al bono Auge, sería interesante mirar algunas imágenes.
Si quisiéramos ver una fotografía de la discusión sobre la salud pública y privada, podríamos ver (en Santiago) la calle Santa Rosa a la altura del 1200. De un lado hay un Hospital enorme –el San Borja Arriarán-, que ha tenido varios nombres y varios experimentos de administración. Alrededor existen varias clínicas y maternidades, algunas más emperifolladas que otras, cuya hotelería es notablemente más vistosa que la del Hospital Público. Sin embargo, esta ubicación geográfica no es casual. De hecho algunas de estas clínicas y maternidades privadas carecen de banco de sangre o de unidad de neonatología. ¿Para qué? Basta con caminar algunas cuadras para llegar al hospital.
Esta anécdota nos lleva a hablar de un tema central como es el “Sistema” Público de Salud. Aquí se entra a un sistema que le permite a usted atenderse en un consultorio de comuna pobre y terminar en un Hospital de Nivel Nacional. La Salud Privada, en cambio, no es un “Sistema”.
Como todo mercado, es una red de prestadores individuales – cada uno por su lado- donde se compite por capturar –esa es la palabra técnica- al consumidor usuario.
Los medios de comunicación dominantes en este país, se refieren al tema de las clínicas como un mercado deseoso de capturar. En gloriosas revistas impresas en couché se dice que la crisis económica no las afectó y que, al contrario, propició nuevos negocios. Se dice además, que tienen –las clínicas- una mirada de larguísimo alcance, con ambiciosos planes de crecimiento; que son un actor cada día más relevante en la atención de salud de los chilenos, y no solo de los afiliados a Isapres sino también de los adscritos a Fonasa.
La crisis, que a otras industrias tiene al borde del abismo, ha servido a la salud privada para impulsar y crear obligadamente nuevos nichos de negocio, tan o más rentables que los tradicionales. Y, ¡no hay duda! hoy, las clínicas y centros particulares, definitivamente, “la llevan”.
Superada la crisis –en que la demanda no se vió lesionada– el crecimiento económico implicó que la gente siga solicitando prestaciones de mejor calidad y mayor confort. Ya no basta con que la atención la otorgue un médico especializado. Es cuestión de observar el equipamiento de los centros privados. Ahora es común que el paciente pida diseño y servicios adicionales, como buena alimentación o una habitación amplia o con baño privado, en caso de quedar hospitalizado. Todos, síntomas de un usuario más exigente y sofisticado porque, sencillamente, está gastando más en su salud, lo que se refleja también en la planificación de los espacios de los recintos asistenciales.
No existen, sin embargo, indicadores de la calidad de las prestaciones, para lo cual habría que recurrir a los espacios de reclamos en la web. Por eso, aunque no sea nuestra aproximación al tema, el uso de ciertas encuestas de satisfacción es importante, sobre todo si se levanta la imagen de la superioridad de la red de prestadores privados. Cuando ya el gobierno de la Alianza ha podido mostrar sus intenciones, es hora de evaluar cómo percibe el ciudadano de a pie estos intentos.
Perdida entre las movilizaciones sobre el presupuesto y las concesiones, pasó la Encuesta del Instituto Salud y Futuro de la Universidad Andrés Bello. Héctor Sánchez, que presentó la primera encuesta que mide la percepción, conocimientos y expectativas de los usuarios respecto a la atención de la salud privada y pública del país, también recogió la opinión de la gente sobre los anuncios en salud que hizo el Presidente Sebastián Piñera.
La Encuesta resulta muy oportuna en un momento en que se proyecta machaconamente que no hay nada mejor que atenderse en una clínica privada, tal como lo muestran los sonrientes rostros de hombres, mujeres y niños C3 en los carteles callejeros. El punto es que la encuesta, de una Universidad a la que nadie podría acusar de izquierdista, no lo muestra así.
A la pregunta sobre "¿cómo califica el sistema de salud, en su conjunto?", el 62% de las personas respondió que el desempeño es malo o regular y sólo el 8,8% lo califica como bueno. La percepción de calidad cambia, sin embargo, cuando la misma pregunta se hace respecto a su sistema de salud en particular. En efecto, el 26% lo califica como bueno (nota 6 y 7), tres veces más que cuando le preguntan por el sistema de salud en general.
Puede ser la tendencia a verse a sí mismo como una excepción dentro del conjunto, pero es una tendencia que, a su vez, tiene una coherencia manifiesta ¿Cuán oportuno considera usted que es el acceso a las siguientes prestaciones médicas en el sistema de salud chileno? En este ítem fue considerada la opinión de la gente en relación al acceso a hora para médicos generales, especialidades, atención de urgencia, accesibilidad a operaciones, entrega de los resultados de exámenes y hospitalización.
La percepción de la gente sobre al acceso a las prestaciones médicas en general es que hay una falla importante en los tiempos de espera para ser atendido (con notas que no superan el 4,0) Esta percepción es – ¡oh sorpresa!- similar tanto para afiliados de Fonasa como de Isapres, a pesar de que este último sistema no regula la demanda por espera, sino por el precio. Algo similar ocurre con la obtención de horas de especialidades.
Consultados por el costo de la última atención recibida, la evaluación es más bien negativa en ambos sistemas (5,3 en Fonasa y 5,2 en Isapres). O, visto de otra manera, mediocre. Surgen, en cambio, diferencias de opinión entre los usuarios de Fonasa (4,7) e Isapres (5,5) cuando se les pregunta sobre los tiempos que el médico le dedicó en consulta. Lo mismo ocurre sobre al tiempo que tuvo que esperar para ser atendido.
Cualquiera diría que el 5,5 es una nota que va de mediocre, a mala.
Se repite la opinión, entre los usuarios del sistema de salud, de que éste falla en los tiempos de espera para exámenes y hospitalizaciones, con notas en que no superan el 4,0. Esa calificación es aun más baja cuando se le pregunta sobre cuán oportuna son las prestaciones médicas al operarse y para las atenciones de urgencia en el SAPU. Los usuarios de Fonasa lo califican con notas 2,9 e Isapre con un 3,0.
En cuanto a la infraestructura, eso sí que sí, la evaluación es mejor en los afiliados de Isapres v/s Fonasa (6,0 y 5,0, respectivamente). La diferencia crece al evaluar la forma de solicitar las horas para atenderse (Isapres 5,9 y Fonasa 3,6). Éstas respuestas se relacionan directamente con la cantidad de recursos financieros que tiene cada sistema y la mayor o menor preocupación de éstos por satisfacer a sus clientes.
También fue evaluado el trato el personal administrativo y la comodidad de las salas de espera. En ese caso nuevamente la percepción es regular tanto en Isapres (5,7) como en Fonasa (5,1). La calificación baja solo si es un usuario de Fonasa el que opina sobre las salas de espera: 4.8. Por otro lado, la atención de médicos y enfermeras, en cambio, es notablemente coherente con la pregunta anterior: mediocre, con notas que superan el 5,5, con una leve alza en usuarios de Isapres.
Si se nos quiere hacer creer que la salud privada es la Clínica Las Condes y que el actor privado está en condiciones certificadas de brindar prestaciones de calidad, la realidad contradice este hecho. Otra cosa es si se desea fortalecer a los actores privados.
* Equipo de Comunicaciones FENPRUSS
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Foto: Juan Nosé / Licencia CC
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