Entre uno de los derechos constitucionales de todos los chilenos, se encuentra el derecho a la salud y la integridad física. Pero hace un par de semanas atrás vi vulnerado este derecho viviendo 19 horas aproximadamente (sin ingerir agua ni alimentos y sin dormir, para no acumular secreciones) de angustia sin saber hasta dónde mis pulmones resistirían sin oxigenar adecuadamente, debido a la negligencia médica de una doctora que supuestamente vela por la vida de sus pacientes. Esto ocurrió tras su negativa de enviarme la bomba de aspiración, una de las máquinas de ventilación de las cuales dependo para respirar, el argumento que me dio fue que me encontraba dada de alta del Programa AVNI (Asistencia ventilatoria no invasiva) y que no era su responsabilidad enviar la máquina y lo único que podía hacer era mandar un correo electrónico al Servicio de Salud Maule para que se comunicarán conmigo y ver el tema. Le expliqué mi diagnóstico y la magnitud que podía alcanzar su decisión, ya que los Centros de Salud de mi comuna (Parral, VII Región del Maule), no cuentan con la implementación ni el equipo médico especializado para atender a un paciente con vía área artificial, por lo cual mi vida estaba peligrando.
A pesar de que la doctora estaba consciente de la gravedad del tema no conseguí que ella cambiara de opinión. En mi desesperación lo primero que se me ocurrió fue acostarme y conectarme a mi ventilador mecánico para facilitarle trabajo a mis pulmones, luego de esto llamé a la Defensoría de la Discapacidad y expliqué lo ocurrido. Recién a las 19:00 horas el abogado logró contactar a la doctora vía teléfono. Después de más de una hora y media conversando con ella accedió a hacer el envío de la máquina, llegando ésta a mi hogar a las 13:25 horas del día siguiente. Hasta ese momento nadie del Programa AVNI ni siquiera llamó para saber en qué estado de salud me encontraba.
Ahora que recuerdo el horror vivido, es imposible contener la impotencia de lo que me sucedió y la reacción de las autoridades del Ministerio de Salud y del Servicio de Salud del Maule, lavándose las manos en el tema y encubriendo a la doctora Rebeca Paiva, bajándole el perfil y la gravedad al asunto. Pese al compromiso de brindar la canasta de prestaciones mensuales que requiero para vivir (insumos, equipo médico y máquinas de ventilación), yo no puedo estar tranquila. Día a día me pregunto ¿En manos de qué clase de profesionales está mi vida? ¿Si muero, dirán que falló una máquina? ¿Cuántos pacientes habrán muerto en mi situación y nadie se atrevió a denunciar?
Mi familia y mis cercanos saben que si algo me llegará a suceder es responsabilidad del Ministerio de Salud y deben hacer la denuncia respectiva, para que ningún paciente más muera en el anonimato a causa de este tipo de negligencias.
Mi familia y mis cercanos saben que si algo me llegará a suceder es responsabilidad del Ministerio de Salud y deben hacer la denuncia respectiva, para que ningún paciente más muera en el anonimato a causa de este tipo de negligencias.
Sé que hay miedo por parte de los pacientes del Programa AVNI-AVI debido a las constantes amenazas de la empresa OXIMED, quien es la encargada de entregar el servicio de insumos y equipo médico. Amenazan con quitar los equipos y devolver a los pacientes a los hospitales. Pero muchos tenemos claro que esto no va a suceder ya que somos un negocio para ellos, nos ven como una máquina más con la que se pueden llenar los bolsillos. Obviamente la única instancia en la que el paciente se vuelve un problema para ellos y lo más conveniente es desecharlo, es cuando se trata de un paciente informado sobre sus derechos, que investiga las irregularidades y pide explicaciones.
Estuve 11 meses en una cama de UCI debatiéndome entre la vida y la muerte, y después un año más internada en una clínica, aprendiendo a vivir de nuevo, conviviendo con esta nueva forma de respirar y hablar, en un proceso de constante pelea interna con las ganas de morir o empezar desde cero, un diario vivir de desafíos para reconstruir todo lo perdido. Cuando tuve mi lesión medular el año 2008 estaba cursando tercer año de universidad, y al despertar del coma fue todo incertidumbre al no saber qué sucedería conmigo. Ahora que ya soy una profesional del área social y retomé mi vida, no voy a permitir que una doctora sin ética profesional ni vocación y personas como muchos de los ejecutivos de la empresa OXIMED jueguen con mi vida, como quien juega con un títere.
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Luis G.
¿Cuántos de los actuales estudiantes de medicina realmente están ahí para ayudar al prójimo y no más bien para proteger sus propios intereses de lucro puro? En Sicko, el documental de Michael Moore, se mostraba que son médicos los que en las juntas niegan servicios y tratamientos que pueden salvarle la vida a las personas, para así mantener los márgenes de ganancia estables de las empresas de seguros médicos. Eran médicos, así como este caso en particular de Rebeca Paiva que según su testimonio le faltó claramente un mínimo de ética y criterio.