“Conócete a ti mismo” era la inscripción grabada en el frontispicio del templo dedicado a Apolo en la ciudad de Delfos. Conocernos a nosotros mismos, es mirarnos desnudos reconociendo nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Es reconocernos como parte de un todo de relaciones dinámicas multidimensionales. Es claro, así lo veo, la ciencia de lo viviente solo puede ser holística, porque la dinámica de lo vivo es la expresión del cambio como un todo en el tiempo.
Por ello, si lo que buscamos es conocernos, debemos entender nuestra compleja dinámica de relaciones biológicas, tanto presentes como pasadas. Debemos cambiar nuestra forma de vernos, evolucionando los enfoques metodológicos usados desde lo meramente estructural (una mirada decimonónica), pasar por los aspectos bioquímicos y moleculares (una mirada reduccionista e inconexa con las relaciones dinámicas propias de un ser vivo), hasta llegar a las redes de relaciones funcionales (una mirada mucho más compleja, diríamos holística). Por ello, la mejor forma de entender nuestras capacidades y nuestras limitaciones, es poniéndolas en la perspectiva que nos da nuestra propia evolución, tanto en términos biológicos como culturales.
Las primeras experiencias de vida, tanto positivas, como negativas, configuran las trayectorias de la salud durante el curso de la vida.
Si deseamos que la medicina se haga cargo de la persona y no solo de su enfermedad, no debe dejar de lado la historia de relaciones tanto ontogénicas como transgeneracionales de la persona que desea sanar. Para lograrlo, es fundamental que no solo se enriquezca de los últimos avances en biología de sistemas, genómica y epigenómica, también debe ser capaz de rescatar las diferentes fortalezas, que poco a poco le vamos reconociendo a las diferentes medicinas tradicionales milenarias aún existentes.
Medicina Integrativa
La medicina integrativa (MI) fue inicialmente impulsada por el gran interés de los pacientes por recibir atención más integral que la que suelen recibir en la atención convencional, la que se centra en el tratamiento de los sistemas corporales individuales y no en la persona enferma como un todo.
El crecimiento en la práctica de MI ha ido en paralelo con el debate en la literatura sobre modelos más adecuados de MI y de atención al paciente. Este debate se ha quedado rezagado respecto a la prestación de atención, con un crecimiento ad hoc de los servicios de medicina tradicional y complementaria (MTyC) en los sistemas comunitarios y hospitalarios. En consecuencia, ha habido desarrollo de servicios, a menudo sin apoyo adecuado para el crecimiento sostenible y la prestación de atención a largo plazo. En la práctica, no existe el acceso integral a la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y la medicina tradicional y complementaria comunitaria, con una medicina convencional tomando prioridad sobre la MTyC. Cuando la MTyC se presenta en los hospitales, rara vez es integrativa, siendo devaluada por la medicina convencional, lo que la lleva a la marginación en el sistema hospitalario.
A pesar de las dificultades iniciales, en el espíritu de la MI profundamente humanitaria, los tratamientos que «abren las ventanas de la plasticidad» permiten intervenciones focalizadas a redirigir las funciones del cerebro, del cuerpo y el comportamiento, en direcciones más saludables. Es así como en MI, la práctica combinada de diferentes medicinas tradicionales y otras acciones complementarias en conjunto con la medicina convencional se alza como un hermoso cambio paradigmático en el campo de la salud humana.
Mi visión
Resolver la ecuación [2+A=+S] resultaría más compleja de lo que parece, si dentro de las variables que debiéramos considerar para lograr su resultado final estuviese el tiempo. Es decir, S tendría tantos valores posibles como diferentes valores le diéramos a A en función de la variable tiempo. En dicho caso, la ecuación anterior debería expresarse de la siguiente forma [2+A(t)=S(t)].Ahora bien, la situación sería aún más compleja si el valor de S también dependiese de alguna otra variable desconocida que llamaré “e” por estímulo. Entonces, la expresión quedaría como [2+A(t, e)=S(t, e)].La ecuación se complicaría aún más si la variable “e” dependiese, a su vez, del tiempo y de otros estímulos.
Si bien lo planteado parece ajeno al tema, es pertinente, dado que la situación no es muy diferente de lo que pasa en el ámbito de la salud. Se podría decir que, en términos de la metáfora matemática anterior, el número 2 representaría la suma de la información genética de la persona más su programación epigenética intrauterina. Por otro lado, A (por acciones) correspondería a todo aquello que debemos hacer día a día para lograr la salud (S), donde ésta última sería el producto de la relación de red de redes funcionales, que se encuentran en resonancia con nuestro pasado ontogénico-transgeneracional y nuestro entorno.
Un aspecto adicional y esencial de esta historia es la comprensión de que las primeras experiencias de vida, tanto positivas, como negativas, configuran las trayectorias de la salud durante el curso de la vida. Así, reconociendo la complejidad de las influencias sociales, físicas, de desarrollo y genéticas sobre la salud y las enfermedades, es tiempo que la medicina adopte un enfoque de MI, que trate tanto a la persona como a la enfermedad y tome en consideración los factores causales basados en las «experiencias vividas” por las personas durante todo el curso de su vida.
Dada la complejidad de la “ecuación salud”, no cabe duda que es necesario tener en cuenta muchos nuevos paradigmas surgidos en los últimos años. Por tanto, un camino para comprender mejor el sentido y la unidad de la vida, y conceptos como los de organismo y salud será, a mi parecer, abordarlos desde cimientos del pensamiento en los que se consideren los diversos aportes de ideas, tales como, la teoría de sistemas y las visiones holísticas ancestrales, entre otras. Ello nos permitirá pasar de una visión decimonónica, que solo ve las partes aisladas en la naturaleza, a otra holística que resalte y valore las relaciones entre las partes, que generan propiedades emergentes que son más que la suma de todas las partes.
En esta nueva forma de entender la ecuación de la salud, la comunicación recíproca entre el cerebro y el cuerpo a través de los sistemas neuroendocrino, autónomo, metabólico e inmunológico y la plasticidad de la arquitectura del cerebro, proporciona la base para diseñar mejores intervenciones de «arriba hacia abajo» que comprometan a toda la persona en su bienestar.
En cada época hay un punto de inflexión, una nueva forma de ver y reivindicar la coherencia del mundo y del ser humano. El futuro de la medicina se discute hoy en el contexto de las influencias epigenéticas durante todo el curso de la vida y las vivencias de cada persona, evitando lo más posible la «medicalización» del individuo y adoptando una visión más humanista (holística). Como dijo Lord Byron: «Es extraño, pero es verdad, porque la verdad es siempre extraña, más extraña que la ficción».Y es verdad, los cambios que estamos observando en el campo de la salud del ser humano son solo la punta del iceberg de un proceso lleno de transformaciones.
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