Con la actual crisis que ha provocado la rápida expansión del virus Corona, expertos y autoridades de todo el mundo están insistiendo en que la población use una medida básica pero muy eficaz para la prevención: lavarse las manos con agua y jabón.
Desde entonces han surgido reportes clínicos que demuestran la eficacia del jabón para remover impurezas en la piel, arrastrando consigo gérmenes y el fatídico virus Corona.
Resulta entonces interesante detenerse un momento para recordar el origen de un elemento tan cotidiano en nuestros días, pero cuya importancia en nuestro bienestar no nos deja de sorprender: el jabón.
El antecedente a la expansión del uso del jabón en Europa como artículo de higiene se encuentra en el desarrollo del llamado “jabón de Castilla”, en España.
Toda la evidencia histórica parece indicar que la idea de algo parecido al jabón aparece por primera vez en España, luego de que los caballeros cruzados volvieron de tierra santa en el siglo 11, donde no sólo vieron el uso de compuestos para la limpieza corporal, sino que también pudieron ver como se hacía.
Ya de vuelta en tierras ibéricas, los primeros jabones se empezaron a producir utilizando como materia prima un elemento noble que sobreabunda en las regiones de Castilla y Andalucía: el aceite de oliva.
Este nuevo producto se empezó a hacer cada vez más popular y apetecido por sus propiedades benéficas para la piel: al estar hecho de ingredientes vegetales naturales y aceites esenciales, es un producto con altos índices de antioxidantes y tiene propiedades antibacteriales naturales.
Luego de expandirse por Italia y el resto de Europa, España logró asegurar el monopolio de la venta del jabón en Inglaterra en el siglo 17. Europa entera tenía ahora acceso a un producto de higiene de primera calidad.
Ya de vuelta en tierras ibéricas, los primeros jabones se empezaron a producir utilizando como materia prima un elemento noble que sobreabunda en las regiones de Castilla y Andalucía: el aceite de oliva.
Sin embargo, el acuerdo económico no duró mucho tiempo.
Aquellos que vieron sus intereses afectados en Inglaterra no tardaron en crear una controversia al anunciar que era una afrenta al pueblo inglés protestante que la fuente directa de su acceso a tan preciado producto fuera España, un país católico.
Acostumbrados ya a crear campañas de propaganda antiespañola (como lo habían hecho al inventar una Imagen de España como un poder colonial cruel), lograron deshacer el acuerdo, pero al no tener materias primas nobles para fabricar su propio jabón, cambiaron la receta a lo que tenían a mano: el uso de grasas animales.
A pesar de eso, el mundo occidental hoy continúa teniendo acceso universal a un producto de limpieza sencillo, pero que hoy más que nunca es fundamental: el entonces llamado Sapo Hispaninesis y hoy conocido como jabón.
No olvidemos seguir usándolo de forma frecuente: está en nuestras raíces y hoy, puede salvar vidas.
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