En nuestro país, los derechos sociales fueron sistemáticamente reconfigurados en bienes de consumo, producto de las reformas neoliberales impulsadas por la dictadura y que en los gobiernos de la Concertación se administraron y siguieron profundizando. Con la irrupción del movimiento estudiantil y el creciente acenso en las movilizaciones sociales, se ha estado poniendo en cuestión el orden socio-económico y político del país. Este cuestionamiento a los paradigmas neoliberales nos debe hacer reflexionar sobre cómo queremos reestructurar o refundar nuestro país y, por cierto, en cómo deberían funcionar nuestros derechos sociales y bajo qué principios.
Esta columna pretende aportar a la hora de discutir cuáles deben ser los principios-base de la salud que queremos. En una columna anterior, la reflexión estuvo centrada en cómo generamos una salud que termine con el paradigma del individualismo y la competencia, para avanzar hacia la solidaridad y la colaboración. En ésta, la intención es discutir sobre la universalidad del derecho a la salud versus la focalización del derecho a la salud.
Política pública
La forma en la que se ha estructurado la política pública durante más de 32 años está ligada a conceptos como la subsidiaridad y la focalización. La focalización implica que las políticas públicas son destinadas a grupos específicos y acotados de la población, que se encuentran en alguna “situación de carencia” y por tanto requieren de la asistencia del Estado. Sin embargo, esta concepción no solo queda limitada a la política social, de por sí cuestionable, sino que podemos encontrar esta lógica en cómo concebimos y se consagran nuestros derechos sociales, por ejemplo en la Constitución. El financiamiento de la educación se realiza a través de becas, en vez de la gratuidad. O en salud, donde encontramos esta lógica en el AUGE, donde se cubren solo algunas patologías y entre ciertas edades, generando un problema de exclusión, tanto de cobertura de ciertas patologías, como también de grupos que no tienen los “requisitos técnicos” para ser beneficiarios.
La lógica de la exclusión es algo que podemos evitar asumiendo enfoques que apunten a la universalidad, que implica que no existe discriminación de acceso, es decir, que son “para todos”. Este tipo de políticas tienden a funcionar de forma más virtuosa cuando existe un régimen impositivo que busque corregir las desigualdades. Es por esta razón que es fundamental tener una reforma tributaria que tenga un principio de búsqueda de corregir la desigualdad y no profundizarla.
El derecho a la Salud
El principio de la focalización actúa desde el punto de vista de la legalidad, el Estado no garantiza la salud de forma integral y solamente garantiza un aspecto limitado del derecho a la salud, que es el acceso. Por otro lado, este “acceso” también se garantiza desde la perspectiva de la “elección” entre el sistema público y privado. Esta cuña ideológica del liberalismo, por supuesto, olvida que no todos pueden “elegir”.
En Chile sólo incluimos en el derecho a la salud consagrado en la Constitución un elemento parcial e
interpretado desde el liberalismo, dejando fuera elementos como la calidad de la salud que se entrega, la cobertura -que debería tender a reducir considerablemente el gasto de bolsillo- y la oportunidad de la atención. Estos elementos deben estar incorporados en el “derecho”. La salud es un derecho universal y, por consecuencia, debe estar garantizado por el Estado en su completa integralidad. Hoy tenemos un derecho a la salud completamente mutilado y el único elemento garantizado es la “libertad de elección”, que genera que nuestra salud esté en la medida de la capacidad de pago que se tenga. Estas son situaciones impresentables y deben ser cambiadas.
Cobertura y servicios de salud
El problema de la cobertura es complejo, y tiene relación con la protección financiera que se entrega para acceder a una determinada acción en salud. Las coberturas pueden variar según si se es afiliado al sistema privado o público de salud. Sin embargo, en ambos sistemas existen problemas, uno de los cuales lo vemos claramente en el caso de los medicamentos, donde existe un gasto de bolsillo explosivo que suma más de 1,4% del PIB (respecto del tamaño de este gasto, hay que considerar los elevados precios y las distorsiones que se generan por la concentración económica de las farmacias).
Respecto de los medicamentos, llama poderosamente la atención que el grupo con el porcentaje de gasto de bolsillo más elevado sea el quintil más pobre , que deberían ser beneficiarios de la entrega de medicamentos en los consultorios de la atención primaria y esto nos debe alertar de posible escasez u otras situaciones.
Otros casos donde hay carencia de cobertura los podemos encontrar en las enfermedades llamadas “raras”, de poca frecuencia, pero que pueden afectar a familias completas e incluso llevarlas a situaciones donde deban efectuar gastos que pueden llegar a ser catastróficos. En los servicios o prestaciones, vemos grandes exclusiones, por ejemplo en lo que respecta a la salud dental, donde se deja fuera gran cantidad de prestaciones y solo se entregan algunas pocas, obligando a los pacientes recurrir al sector privado -y a precios privativos- para satisfacer sus necesidades.
Otro elemento que debemos considerar es lo que sucede con el AUGE, por ejemplo con la “salud oral integral en niños” que solamente cubre a los asegurados que tienen 6 años, dejando excluido al resto de los niños. También falta una política en varias enfermedades, como en el caso de Alhzeimer y otros problemas de salud mental, donde se ha postergado la idea de realizar un plan nacional para enfrentar estos problemas.
Tener un derecho a la salud “focalizado” y castrado nos ha conducido a generar una desprotección de la población, aumentando la desigualdad y segregación en salud. Es fundamental que avancemos hacia una salud garantizada por el Estado en su completa integralidad, incluyendo la calidad de la atención, la oportunidad y la cobertura universal de los problemas de salud, para de esta forma satisfacer plenamente las necesidades sanitarias de la población.
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Foto: Pol Ubeda / Licencia CC
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