Acabo de terminar de (intentar) presenciar, a través del streaming de Salud en Marcha, Debate Salud el inédito evento organizado por agrupaciones de la sociedad civil que propuso reunir a quienes aspiran a la presidencia de la República, con un propósito central: discutir sobre la salud de nuestro país.
No obstante, como testigo a la distancia, la sensación que me dejó el encuentro combina esperanza y decepción. Observar un auditorio repleto de la Facultad de la Medicina de la U. de Chile, así como el esfuerzo de una serie de organizaciones sociales vinculadas a la salud, despiertan una cuota de optimismo en el afán de resolver las deudas que aquejan a un sistema que tiene la misión de velar por un derecho humano fundamental. No obstante, la ausencia de 3 candidaturas (Guillier, Piñera y Goic), algunas de ellas con serias posibilidades de llegar al gobierno, deja poco espacio para pensar en que aquellos problemas y desafíos sean sinceramente una prioridad para los grupos dirigentes de nuestro país.
Confío en que pese a la bocanada de displicencia de algunas candidaturas y la fría indiferencia de los medios de comunicación tradicionales, Debate Salud haya marcado un hito para que en el corto plazo, se eleve una discusión con alcance nacional en el contexto de una campaña presidencial y parlamentaria
En esa línea del desencanto añado el papel de los medios de comunicación, que vociferan a los cuatro vientos su «vocación ciudadana». Leí por Facebook y twitter las críticas a la calidad del streaming, pero no comulgué con ellas, lisa y llanamente, porque sentí que esa transmisión, rústica en muchos momentos, tuvo el valioso mérito de llenar el enorme e incomprensible vacío que debieron llenar los canales de TV. Por ejemplo, ¿Dónde estaba TVN, el «canal público»? Hace unas semanas se organizó con bombos y platillos un coloquio televisivo donde los/as candidatos/as a La Moneda, salvo uno, intercambiaron opiniones sobre la ciencia y desarrollo del país. El título fue Debate Futuro. Sin embargo, la salud no concitó la misma fascinación mediática, toda vez que sin asumir los crecientes desafíos políticos, epidemiológicos, educativos, ambientales, alimentarios y económicos que hoy encierra la realidad que encarna la salud, simplemente no existe posibilidad de futuro. No muy humano al menos.
Con todo, veo el vaso medio lleno, por ahora. Confío en que pese a la bocanada de displicencia de algunas candidaturas y la fría indiferencia de los medios de comunicación tradicionales, Debate Salud haya marcado un hito para que en el corto plazo, se eleve una discusión con alcance nacional en el contexto de una campaña presidencial y parlamentaria, conforme al papel que debe desempeñar la salud en nuestros afanes por un desarrollo social para el presente siglo.
Finalmente, mi reconocimiento para los candidatos/as que asistieron y opinaron. No sé qué tan bien o qué tan mal lo hicieron, pero su asistencia, en el contexto descrito por esta breve columna, posee el mérito de animar un debate.
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