Hay un problema que se ha ido desarrollando al margen de la opinión pública (y que nuestra clase política claramente no ha visto), y que es una pieza clave para entender la convulsión social que vive por estos días Santiago y el resto de Chile (con menos cobertura mediática como ya es cotidiano): la crisis en nuestro Sistema Sanitario.
Ya sabemos (o al menos hemos escuchado) sobre el desabastecimiento de insumos médicos básicos en algunos hospitales, la falta de personal sanitario en centros de urgencia; sobre el déficit de especialistas médicos (y la falta de transparencia en los centros formativos universitarios), la suspensión de cirugías y tratamientos oncológicos en algunos hospitales de regiones, la falta de cupos para atención en los centros de salud familiar y los largos tiempos de espera para una evaluación médica, la falta de profesionalismo en la gestión sanitaria, la externalización de servicios excesiva, el elevado costo de los medicamentos, entre otros.
Si bien todos estos antecedentes debiesen ser suficientes para que el Ministro de Salud deje de negar la crisis que actualmente vivimos y de un gesto político que permita buscar soluciones junto a todos los actores implicados; parece ser que prefiere hacer vista gorda y hacer como que nada ocurre, con un argumento vergonzoso, apelando a que estos problemas son exageraciones de ciertos grupos con intereses electorales y que él forma parte de “el partido de los pacientes”, como si a quienes nos preocupa la situación actual del Sistema de Salud además quisiéramos perjudicar a los usuarios (la misma falacia de quienes se oponen al aborto al definirse los “provida”).Las decisiones políticas que influyen sobre la salud de las personas no solo se limitan a los servicios o las políticas sanitarias, sino que abarcan a todas las decisiones tomadas en otros ámbitos públicos y privados, políticos y civiles.
Y la verdad es que la situación es mucho peor de lo que creemos si consideramos que Chile adhiere (pues participa a nivel internacional) al plan de acción de la OMS llamado Salud en Todas las Políticas.
En el año 2010, al alero de la OMS se creó un informe conocido como “Declaración de Adelaida”, cuyo principio fundamental podríamos resumir en: “la salud de la población está fuertemente influenciada por el entorno» (vivienda, educación, trabajo, alimentación, transporte, acceso a cultura, democracia, etc.), y “estas condiciones de vida no dependen exclusivamente de decisiones individuales, sino que están determinadas por factores sociales, culturales, económicos y ambientales”. Por ello, las decisiones políticas que influyen sobre la salud de las personas no solo se limitan a los servicios o las políticas sanitarias, sino que abarcan a todas las decisiones tomadas en otros ámbitos públicos y privados, políticos y civiles.
Bajo esta perspectiva, Chile vive una crisis sanitaria no tan solo en la forma clásica/cotidiana en que entendemos la salud: los problemas estructurales de nuestras ciudades, el transporte, las políticas urbanas, los guetos suburbanos; la planificación de los programas educativos, el consumo a base de deuda, el mercado laboral, los sueldos y pensiones bajas, la duración de la jornada laboral, las catástrofes medioambientales, la colusión de empresas de servicios, la crisis de confianza en las instituciones democráticas, la desigualdad económica y social… son todos indicadores de la mala salud que actualmente tenemos quienes viven en esta larga y angosta franja de tierra.
Estamos en crisis, pero quizás en una peor de lo que a simple vista le parece al gobierno actual, y las soluciones no son fáciles de implementar: requieren repensar todo nuestro orden social, nuestros valores y formas de relacionarnos como ciudadanos, replantear nuestro modelo económico y cultural. No será fácil, pero es la única forma.
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