En los últimos 10 años el número de campamentos en Chile ha aumentado en un 22%, siendo las ciudades de Antofagasta, Calama, Iquique-Alto Hospicio, Copiapó, La Serena, Viña del Mar y Valparaíso las que presentan mayor complejidad. De cara al COVID-19, los campamentos son espacios que requieren medidas urgentes antes que venga lo peor.
Vivir en un campamento es estar bajo el sometimiento de la incertidumbre, viviendo el día a día con la esperanza mezclada de angustia. El estrés que significa una pandemia sobre estos factores es grande para todas las personas, pero se agrava en situación de extrema escasez.
A partir de las zonas vulnerables de cada comuna ante el COVID-19 (en el conjunto de mapas el color rojo), se puede ver que tienden a coincidir con la ubicación de los campamentos (en el conjunto de mapas el color amarillo). Esto se suma al problema del acceso al agua, especialmente considerando que los lugares antes mencionados se ubican en zonas desérticas o afectadas por sequías intensas donde además se podría comenzar a aplicar un racionamiento. Lavarse las manos será un desafío. Así, los campamentos podría llegar ver un escenario como el que enfrentó Londres ante el cólera. En el Soho, la única provisión de agua de todo un barrio (la bomba de Broad Street) fue causal de más de 616 muertes. En el caso del Soho era el agua la que estaba contaminada, pero en un campamento podría ser la sola interacción entre vecinos o bien una llave de agua que todos compartan el foco de contagio. Lamentablemente, uno de los principales problemas que enfrentan los hogares que viven en campamentos es la incertidumbre ante el futuro inmediato.
Sobre esta incertidumbre, Elizabeth Andrade, dirigenta del macrocampamento Los Arenales en Antofagasta plantea: “Me preocupa por las condiciones que se viven en general y la poca presencia del gobierno. Acabo de hablar con una vecina que me pidió plata porque en un mes se le acaba, uno lo va escuchando como algo normal. Viendo eso y como los vecinos preguntan cuándo van a vacunar”. El problema en campamentos es profundo en gran parte por el abandono por parte de las autoridades en casos que además de la vulnerabilidad socio-económica, está también el factor de ser migrantes para muchos de esos pobladores en una nación donde la xenofobia sube como la leche. Andrade agrega: “Hay cosas como las condiciones en que las casas están hechas, o las familias que han sido vulneradas en su trabajo: la gran mayoría han sido despedidas, trabajan en restaurantes, en la construcción y está el tema de que cerca del 80 por ciento del macrocampamento son migrantes, entonces sentimos que somos más invisibles todavía”. El gobierno anunció medidas sobre provisión de agua y kits de emergencia sanitaria, pero la alimentación, el empleo, el trato a la población migrante y la bajada de estas medidas a escala de barrios ha sido lenta. Diversos expertos desde la ONU hasta Universidades están desarrollando planes estratégicos para asistir a los gobiernos locales y a las mismas comunidades en organizar los meses que vienen ante una pandemia que no cesa. Al respecto, se han presentado 8 medidas que adaptadas a la realidad nacional bien parecieran apuntar hacia mejorar el bienestar de la población viviendo en campamentos:
- Instituir planes de emergencia para comunidades en asentamientos informales donde los líderes comunitarios tengan una articulación directa en la toma de decisiones con las autoridades.
- Decretar la prohibición de desalojos.
- Generar un bono de garantías de pagos para los habitantes de campamentos consistente en un salario mínimo por trabajador, sin importar si fue o no despedido/a.
- Entrenar la figura de trabajadores sanitarios comunitarios, en base a una capacitación específica en cuidados respiratorios y eventuales acciones preventivas para el control y seguimiento de medidas a implementar.
- Aplicar los estándares WASH para la higiene y acceso al agua, que se basan en la provisión de agua limpia, monitoreo de su uso y educación sostenible para comunidades vulnerables.
- Proveer de canastas de alimentación para los hogares de campamentos y gestionar la capacidad energética de los hogares para evitar tener que realizar ollas comunes.
- Generar estrategias colectivas y solidarias de recolección de basura sólida y escombros.
- Crear un plan de movilidad para la salud considerando los problemas de accesibilidad vial que tienen muchos de los campamentos.
Vivir en un campamento es estar bajo el sometimiento de la incertidumbre, viviendo el día a día con la esperanza mezclada de angustia. El estrés que significa una pandemia sobre estos factores es grande para todas las personas, pero se agrava en situación de extrema escasez. Es en estas comunidades donde el virus puede ser aún más letal. Urgen medidas más agresivas por parte del gobierno y que protejan a las comunidades más expuestas. Ya no queda tiempo.
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