La obesidad en Chile ha aumentado a niveles alarmantes, debido en parte al cambio en la estructura alimentaria. Según las Hojas de Balance de la FAO, las Encuestas de Presupuestos Familiares y la industria, durante las últimas décadas se produjo un incremento de la ingesta de alimentos procesados, en desmedro de los alimentos tradicionales más saludables.
Los alimentos procesados más consumidos en Chile son los productos de panadería, lácteos, comidas preparadas, confites, y las bebidas gaseosas, refrescos y jugos azucarados. Llama la atención la alta disponibilidad de azúcares para la población chilena, correspondiente a un 13,7% de las calorías totales por persona, cifra excesiva en relación a la disponibilidad a nivel mundial (10% de las calorías consumidas en la Unión Europea). En nuestro país el consumo promedio de bebidas dulces, bordea los 150 litros por persona al año, equivalente a una ingesta de 50 gramos de azúcares por persona al día. En resumen, cada chileno consume en promedio 200 calorías diarias derivadas de las bebidas azucaradas.
La evidencia internacional muestra una importante asociación entre la ingesta de bebidas azucaradas y la obesidad, ya que el consumo de azúcar a través de alimentos líquidos aporta energía extra y no disminuye el apetito. Por otro lado, las bebidas azucaradas son ampliamente publicitadas y están disponibles a un precio accesible especialmente en colegios y escuelas. Por lo tanto, su elevado consumo podría estar mediado por su accesibilidad, asociada al agresivo marketing de la industria – dirigido principalmente a niños y jóvenes – y ser reforzado por los efectos adictivos del azúcar.
Las estrategias implementadas hasta ahora, como la promoción de salud y la autorregulación de la industria alimentaria, no han logrado reducir la epidemia de obesidad. Se requiere facilitar el alcance de todos los grupos de población a una dieta saludable, aumentando la disponibilidad de alimentos de mejor calidad nutricional a un precio accesible y creando barreras de acceso a los alimentos perjudiciales para la salud. Una herramienta de la política pública es el impuesto a los alimentos dañinos, enfoque implementado en varios países europeos y en algunas áreas de Estados Unidos. Sin embargo cuando el impuesto es muy bajo tiene un impacto leve en la ingesta de energía, como es el caso de Irlanda donde se estimó que un incremento del 10% en el impuesto a las bebidas azucaradas se traduciría en que cada persona consumiría apenas 2,1 kilocalorías menos por día. En cambio en Reino Unido, se estima que el incremento del impuesto a las bebidas azucaradas en un 20%, provocaría una disminución en el consumo de este producto, que llevaría a reducir en 180.0000 el número de adultos obesos y en 285.000 la cifra de adultos con sobrepeso.
Estudios en Estados Unidos, México, Brasil y Francia muestran que el aumento del impuesto a las bebidas azucaradas, además de disminuir el consumo de éstas, incrementa la demanda por otras bebidas alternativas, como jugos de fruta y leche. Contribuyendo también, a disminuir el Índice de Masa Corporal, el sobrepeso y la obesidad de la población en el corto plazo; y en el mediano y largo plazo evitar miles de casos de diabetes, infartos al miocardio y accidentes vasculares. Sin embargo, el mayor poder del impuesto a las bebidas dulces radica en que incentiva a la industria a incursionar y elaborar productos con menos calorías y con ingredientes más saludables.
Es de esperar, que en el marco de la Reforma Tributaria impulsada por las autoridades, los legisladores consideren la evidencia nacional e internacional y las recomendaciones de la OMS y la OCDE, respecto a que el incremento de los impuestos a las bebidas azucaradas es parte de la solución integral al problema de la obesidad. Aumentar en 20% el Impuesto Adicional a las Bebidas Analcohólicas (IABA), podría significar que en Chile al menos 56.377 personas dejarían de ser obesas, pudiendo evitar 450 muertes anuales por causas relacionadas a la obesidad.
Los alimentos procesados más consumidos en Chile son los productos de panadería, lácteos, comidas preparadas, confites, y las bebidas gaseosas, refrescos y jugos azucarados.
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Catalina González y Cristóbal Cuadrado.
Doctorandos en Salud Pública. Universidad de Chile.
Frente por una Reforma Tributaria Saludable.
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Enrique Herrera Noya
Interesante propuesta para bajar el consumo de asucar