Escribo con la sensación de responsabilidad que tengo, como activista cannábico, de plantear interrogantes que nacen al alero de la publicación en CIPER por el Dr Gabriel Rada, fundador y presidente del Fundación Epistemonikos.
Parto por concordar con el profesional en los aspectos sobre la variación en la concentración de las distintas sustancias producidas por el cannabis entre cepa y cepa, y para cuyo dato no se necesita mayor análisis. ¿Cómo corregir esta variable? Cualquier cannabicultor podría responder a esa pregunta.
En segundo lugar, se refiere a la dificultad en la extracción de los compuestos activos y califica como extremadamente complejo el proceso de producción de aceites y otras preparaciones. Quisiera detenerme en este punto para aclarar que, de todas las sustancias producidas por esta planta, solo los cannabinoides son de producción exclusiva del género Cannabis y en cuya forma natural en la planta, es decir carboxilados, no tienen efecto psicoactivo, más sí, terapéutico. Ahora bien, una vez aclarado que las sustancias generadas por la planta no son solo cannabinoides, podemos decir que sustancias como terpenos y flavonoides, entre otros, (que agregan propiedades organolépticas, y dicho sea de paso también poseen propiedades farmacológicas) son producidos por el 100% de los alimentos vegetales que consumimos diariamente. Para seguir con la idea inicial, referida a la alta complejidad para elaborar aceites y otro tipo de productos que tengan un valor terapéutico, (si es que lo tienen según dicho artículo), debo informar que existe bastante literatura orientada a la obtención de extractos puros de resina, como de productos elaborados en base a extracciones en solventes lipídicos y orgánicos. No me quiero detener en este punto porque es demasiado paño que cortar, pero al mismo tiempo invito a informarse a quien tenga el interés de hacer las cosas de manera responsable.
Continuamos con la referencia que se hace al Centro de Análisis de la Dirección de Control de Drogas de Carabineros y cito:
“…estudió diferentes muestras recolectadas en tiendas grow shop estableciendo que ninguna de las muestras analizadas presentaba compuestos derivados de cannabis”
El autor cita a un reportaje de Radio BíoBío sobre la conocida estafa de la venta de aceites de semilla o, lisa y llanamente, solo aceite de oliva como aceite de cannabis. En cuyo caso no le resta mérito alguno al potencial terapéutico de la planta.
El autor menciona supuestos efectos adversos que incluyen trastornos mentales, daño cerebral y problemas cognitivos que señala como la mayor recopilación de efectos adversos de acuerdo a un estudio de revisión sistemática, realizado por Fiona Clement, PhD de la Universidad de Caglary en Alberta, Canadá. Dicho estudio destaca que se trata de una revisión general de la bibliografía disponible, siguiendo criterios específicos de búsqueda asociando los términos marihuana, pot y cannabis entre otros, con daños específicos a la salud. En un universo que abarca las centenas de miles de publicaciones, disponibles en bases de datos de evidencia clínica, médica y científica, se identificaron 731 resúmenes, de los cuales 195 procedieron a la revisión de texto completo. Se incluyeron 68 revisiones sistemáticas en el conjunto final de datos. En donde también se especifica que la razón más común para la exclusión, fue la falta de información sobre un efecto o daño en la salud. Todos se publicaron entre 1997 y 2017. La revisión más reciente se realizó en 2015. De aquellas 68 revisiones la evidencia de daño se reportó en 62, de las cuales 20 no tienen resultados concluyentes.Hago un llamado a nuestras autoridades a asumir que la política de drogas está obsoleta, que tenemos el deber de mirar el consumo de cannabis como un asunto de salud y no penal, puesto que en este momento no tenemos una idea clara de que es, en términos médicos, un consumo problemático.
En dicha columna el autor atribuye efectos beneficiosos al efecto placebo y, más aún, a enfermedades que mejoran de manera espontánea total o parcialmente. Trato de no ser quisquilloso y caer en el argumento emocional, sobre todo después de conocer in situ a pacientes crónicos que han visto una mejoría en su calidad de vida con el uso de esta planta, con el conocimiento de que no encontraran una “mejoría espontanea” a sus afecciones. Considero que de más esta decir que tal afirmación me parece por lo menos desafortunada.
Se menciona también que el Ensayo Controlado Eleatorizado (ECA) es el procedimiento científico que deja más certezas en lo que se refiere a pruebas de efectividad terapéutica de cualquier fármaco, que lo hace imprescindible para la industria para poder determinar el potencial terapéutico de cualquier sustancia.
Dicho requisito fue tomado en cuenta para un estudio de revisión sistemática que consiste en la recopilación y síntesis realizado por Fundación Epistemonikos, en donde de 21.061 estudios potencialmente elegibles, se incluyeron 777 estudios cuyos contenidos fueron sintetizados y reanalizados con un método desarrollado por Fundación Epistemonikos llamada Living Frisbee, que utiliza técnicas y metodología Grade, en cuyo caso es el autor quien realiza una programación de prioridades en la formulación de preguntas. Dicha recopilación se realiza en bases de datos de uso común dentro de la práctica investigativa médica y, en este caso en particular, se utilizaron Medline y Embase. Quiero referirme a estas dos bases de datos en específico y voy a citar un estudio realizado por la Universidad de Ciencias Médicas de Holguin y el Centro de Información de Ciencias Médicas de La Habana, ambas en Cuba, en relación a los métodos de recopilación en bases de datos de evidencia médica:
“Es muy importante comprender que la cobertura de títulos y la retrospectividad del procesamiento de la literatura en una base de datos no son los únicos aspectos de importancia para su evaluación, porque algunos elementos —como la profundidad de la indización mediante vocabularios controlados y la existencia de interfaces de búsqueda diseñadas de acuerdo con las particularidades del contenido temático de la base y las necesidades de sus usuarios, como sucede con PubMed (MEDLINE) y Embase, que presentan interfaces elaboradas «a la medida» de las necesidades de la búsqueda de la información biomédica, clínica y de salud— son factores importantes para aumentar la precisión de los resultados de una exploración bibliográfica.”
Debo entender que la amplísima variedad de estudios en todo el mundo, da lugar a la necesidad de utilizar herramientas técnicas que faciliten la recopilación y el análisis de resultados para una mejor evaluación. Lo que queda en la nebulosa es que dichas recopilaciones se hacen cargo del análisis solo de los resultados, sin tomar en cuenta la forma en como estos se obtuvieron. No es mi intención desestimar dichos estudios, sino su aplicabilidad en este caso en particular.
Me explico. Antes debo aclarar que gran parte de la investigación relacionada a fármacos se traduce en la síntesis de compuestos sintéticos que son sometidos a pruebas de campo como el ECA 1 a la vez para poder discernir sobre sus efectos de manera empírica, controlando la mayor cantidad de variables.
La industria de la biotecnología y farmacéutica ya ha generado y sometido tanto cannabinoides sintéticos como naturales a pruebas de campo. Destaca el trabajo del Dr Ethan Russo, neurólogo e investigador en psicofarmacologia, fue asesor médico en ensayos clínicos del ya conocido Sativex® (cannabinoide sintético registrado en 25 países, y de Epidiolex® (fármaco cannabinoide aprobado por la FDA) con resultados que en todo momento pueden ser sometidos a análisis, lo que es de facto discutible.
Ahora, lo que no menciona dicho artículo y es contraproducente a la hora de analizar los efectos terapéuticos del cannabis con la herramientas tecnológicas de análisis a disposición, es una clara tendencia a mejores resultados clínicos de extractos artesanales que incluyen gran parte de la batería de compuestos presentes en la planta. Se estima la hipótesis que, de alguna manera, las sustancias de la planta equilibran y modulan su comportamiento farmacológico unos a otros y eso es hasta ahora materia de estudio.
Concluyo con el sinsabor que deja la publicación de información tendenciosa, aludiendo a argumentos técnicos que hacen vista ciega a las limitantes de dichos criterios, sin hacerse cargo de la evidencia estadística en los índices de consumo en países como Holanda, cuyos resultados son conocidos y poco estimados por tendencias prohibicionistas.
Hago un llamado a nuestras autoridades a asumir que la política de drogas está obsoleta, que tenemos el deber de mirar el consumo de cannabis como un asunto de salud y no penal, puesto que en este momento no tenemos una idea clara de que es, en términos médicos, un consumo problemático. Démonos la oportunidad de hacer investigación con métodos que tomen en cuenta factores tan subjetivos como el dolor y como este desencadena decenas de males derivados del stress que provoca.
Ciertamente no tengo las respuestas a estas últimas interrogantes y pongo mi fe en la comunidad científica para resolver el modo. Para lograr dicho objetivo debemos darnos una oportunidad de asumir esta responsabilidad.
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