A nadie nunca en este país se le ha pasado por la mente dejar de comer carne de cerdo por respeto al judaísmo ni dejar de comer carne de vaca por respeto a los hindúes. Los católicos, sin embargo, sí quieren imponernos al resto su manera de vivir como correcta y nos hacen vivir a todos como si fuéramos católicos.
Este viernes, con un grupo de amigos que al igual qe yo se vio en la obligación de quedarse enSantiago, hicimos un asado. No soy vegetariana, aunque de un tiempo a esta parte he limitado el consumo de carnes rojas. Una se preocupa por su salud, sin embargo, el viernes ameritaba que se honrara la disidencia comiendo carne. No fuimos esta vez a ningún parque público, sino que usamos el quincho para asados del edificio de una pareja de amigos. No fue difícil conseguirlo, nadie más lo pidió.
Mi madre es una mujer inteligente y ha decidido evitar discutir ciertos temas conmigo porque simplemente ya no doy mi brazo a torcer; a estas alturas no seré millonaria, pero tengo la suerte de no deberle nada a nadie y por eso mismo ya no siento ninguna necesidad de complacer siquiera a la mamá. Una de mis amigas no tiene tanta suerte y por alguna razón posee la extraña manía de decirle la verdad a su padre, quien aparentemente se molestó con ella luego de llamarla por teléfono.
“Mi papá dice que hay que tener respeto”, reportó mi amiga luego de cortar la llamada. No conozco personalmente a su padre, pero por lo que me ha contado no es una familia especialmente católica. No soy ajena al discurso del “respeto”. Mi propio padre era un hombre librepensador, pero por respeto a mi madre acataba el ayuno de semana santa – que no era tampoco ningún ayuno, sino más bien un banquete de productos del mar sobrepreciados. Puedo entender que mi padre haya hecho eso porque mal que mal, mi padre compartía el hogar con una esposa devota, pero no puedo entenderlo fuera de ese contexto.
Hace mucho años, yo era una estudiante de provincia en otro viernes santo y no quise darme el trabajo de volver a mi pueblo de origen a celebrar un misterio que para mí no tiene ningún significado. Mi novio de entonces quiso ir con su familia a algún lugar irrelevante, pero yo no estaba escapando de la religiosidad de mi propia familia para ir a caer en los brazos la devoción de una familia ajena. Así fue como me quedé en Santiago y paseando por calle San Diego decidí que quería comer una vienesa italiana en un boliche cualquiera, pero el mesero me miró con cara de espanto: “¡hoy no tenemos! Hay que tener respeto ¿Cómo se le ocurre?”
Se asume que en Chile hay una mayoría católica, o al menos de católicos a su manera, sin embargo, el respeto de las tradiciones católicas debiera ser algo que solo hagan los católicos. A nadie nunca en este país se le ha pasado por la mente dejar de comer carne de cerdo por respeto al judaísmo ni dejar de comer carne de vaca por respeto a los hindúes. Los católicos, sin embargo, sí quieren imponernos al resto su manera de vivir como correcta y nos hacen vivir a todos como si fuéramos católicos.
La presión social religiosa ya es una herramienta opresiva, una suerte de bullying espiritual, pero nuestros propios bravucones ateos como Richard Dawkins, Christopher Hitchens o una misma, podemos defendernos muy bien e incluso defender a otros si se requiere, además, los últimos escándalos sexuales de los curitas han dejado bien maltrecha la autoridad moral de la Santa Madre Iglesia. Sin embargo, es bien poco lo que podemos hacer cuando ese bullying es legal, es decir, cuando se sirven del aparato estatal para hacernos cumplir preceptos cristianos, cuando abortar es un delito o cuando el matrimonio entre personas del mismo sexo es jurídicamente imposible.
Es por ello que el asado de semana santa se ha hecho una tradición entre mis amigos y yo: es un acto de disidencia y de afirmación de la libertad, un acto de negación del dios de los cristianos y una comunión de profundo significado espiritual – la parte del sexo tendré que dejarla a su imaginación y a mis memorias, pero también estuvo presente en la noche. No me fue posible ir al asado público del parque Alberto Hurtado ex Intercomunal, pero exponiendo mi disidencia y la de otros, puedo decirle a muchos no creyentes que no están solos, que el rey sí está desnudo y que dios (las minúsculas no son un error) nunca existió. Con esto también quiero decirle a los devotos totalitarios que se están quedando solos, rodeados de gente que respeta sus tradiciones por mero temor supersticioso y que se están volviendo una prueba de que en el remoto caso que exista algo así como un dios, seguramente no es católico.
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