Dejar las cosas en cuanto a lo personal bien establecidas. Ese es mi principal postulado antes de escribir una columna de opinión. Soy una persona cristiana. Creo en la existencia del dios ante el cual la Iglesia Católica y sus feligreses profesan alianza, así como también en los postulados que una persona de esta visión espiritual debe seguir. Pero en cuanto a obediencia total del dogma soy una persona que se aleja del catolicismo, pues tengo una perspectiva diferente respecto a la que ha adoptado el mundo católico respecto a temas actuales que deben verse con ojos laicos, como el aborto o el matrimonio igualitario, proyectos de los cuales he estado a favor pues traen consigo la posibilidad de una realización personal mas digna y potente, algo que debiera ser objetivo de cada estado y de sus participantes, desafeccionando su perspectiva de toda visión espiritual. Sabemos que lograr eso en su totalidad, es imposible, pero «se vale soñar», dicen por ahí.
Es en esta visión crítica ante la cual me he refugiado para ver la visita del Papa Francisco a nuestro país, en donde se le ha visto bastante enrarecido por las muestras y gestos que la política chilena ha hecho en honor al Sumo Pontífice. Pero algo que me extraño, pese a lo que había internamente vaticinado, fue la poca cantidad de gente que ha recibido al sucesor de Pedro en las locaciones donde ha pasado.Me parece insolito pensar que la razón de esta visita, largamente esperada, era rearmar el espíritu de los congregados, mediante buscar aumentar la credibilidad en la Iglesia. Pues claramente estuvo lejos de cumplirse, ya que las medidas tomadas fueron ineficientes.
Y lejos de parecerme extraño, me parece totalmente merecido.
La Iglesia que hemos visto reflejada en las acciones de varios clérigos, es una bastante alejada de los postulados que han profesado, de supuestas humildades y peticiones. Es una Iglesia arrogante, incapaz de hablar de temas como si le fueran tabúes.
Se entiende, claramente, que los reclamos en contra de ciertas personalidades eclesiásticas como el obispo Barros no han sido fundamentadas en hechos concretos, siendo algo razonable, pese al hecho de que la máxima autoridad de la Santa Sede recomendó en una ocasión a Barros la renuncia o tomarse un año sabático. Pero me parece difícil de comprender que la entidad no justifique de ese modo pausado y explicativo, sino que llegue a los insultos y a la soberbia. Si ya de por si el decir que Osorno «sufre por tonta» era innecesario, sumarles los gestos de conflicto con la sociedad civil han sido llenos de ridiculez y falta de temple de una organización que parece estar mas desesperada por congregar mas feligreses que por entender que esta mal con sus postulados.
Me parece insólito pensar que la razón de esta visita, largamente esperada, era rearmar el espíritu de los congregados, mediante buscar aumentar la credibilidad en la Iglesia. Pues claramente estuvo lejos de cumplirse, ya que las medidas tomadas fueron ineficientes. Barros estuvo lejos de poder dar sus explicaciones, sino que repetía frases sin coherencia con el tono de las conversaciones. El papa entregó sus motivos para no creer en quienes acusa, y aun sabiendo que debido a Barros la Iglesia esta fragmentada en Chile, se dio el lujo de mantenerlo lo mas cerca posible a su figura en numerosos gestos.
Que no se malentienda pues, el hecho de ser imparciales con reprender a Barros. Es cierto, no se tienen pruebas fehacientes de que el obispo de Osorno fue testigo de estos hechos, y como mucha gente, creo que Barros puede perfectamente haber sido encubridor de Karadima. Pero es una opinión y nada mas, no es la ultima verdad. Sin embargo, tampoco significa que ante un caso que sigue siendo controversial, debamos o reprender al clérigo de forma fuerte sin tener pruebas o mantenerlo cerca sin saber si realmente estuvo encubriendo, como ahora, sino que mantener un termino medio en cuanto a las relaciones, algo que acá no se dió.
Se cortó la luz en Santiago, y antes de que pasara eso, alcance a ver al papa abrazando a Barros como amigos del alma. Otra muestra, y quizá de las mas potentes. El corte de luz fue poético para una sociedad que finalmente se quito una coraza conservadora pero que no había demostrado sino hasta esta semana cuan dañada quedo su relación con la Iglesia. Conexión perdida, y no porque perdimos el ancho de banda o nos hayamos «olvidado de la contraseña». Parece ser que el administrador nos cortó el servicio, y parece que no le gusta mantener calidad sino cantidad.
El sabrá, total, el es quien controla los megas.
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