Por eso, para la próxima, cómprense sus propios santos a la salida de cualquier iglesia del centro y quémenlos ejerciendo el derecho de propiedad que la ley chilena consagra. Podrán encontrar en cualquier parte imágenes sgradas que podrán profanar por poco dinero y sin que nadie les diga nada.
¿Es que acaso nadie más que yo puede ver el desparpajo de Ezzati al presentar acciones legales por los “desmanes” de la catedral? Es cierto que es lo que haría cualquier institución o particular si sufriera algún tipo similar de incidentes; las profanaciones, independientemente de su contenido religioso, son un atentado a la sacrosanta propiedad privada, que, mal que mal, el ordenamiento jurídico chileno debe proteger porque no le queda otra, aunque debiera también poner por encima de ello al bien común, pero esa es otra historia.
Lo que causa mi indignación es que una institución que está, en la práctica, por encima de la ley, se atreva a invocar a la misma ley cuando necesita protegerse ¿no debería la ley estar al servicio por igual de todos los chilenos, si es que Chile aún significa algo? En los casos de los sacerdotes pedófilos, la Iglesia ha actuado como encubridora sin que nadie sufra por ello ninguna pena corporal. Karadima “cumple sentencia” en un convento en vez de pagar en la cárcel como cualquier hijo de vecino y recibe visitas periódicas de su jefe para velar por su estado espiritual. Si la Iglesia ha sido condenada a pagar ciertas indemnizaciones, podemos estar casi segur@s de que el monto de las mismas al menos se ha duplicado en donaciones que ha recibido de la oligarquía nacional. Casi segur@s, porque la Iglesia no le paga impuestos a nadie, por lo que no necesita tener una contabilidad transparente.
Pero nadie dijo que la vida fuera justa, a no ser que usted crea que la Biblia dice la verdad. Así son las cosas y, según la ley, el curita tiene todo el derecho de invocar esa misma ley para protegerse como si su causa fuera justa y como si pagara los mismos impuestos que todos los chilenos.
Por eso, para la próxima, cómprense sus propios santos a la salida de cualquier iglesia del centro y quémenlos ejerciendo el derecho de propiedad que la ley chilena consagra. Podrán encontrar en cualquier parte imágenes sgradas que podrán profanar por poco dinero y sin que nadie les diga nada. Si tienen el atrevimiento, pónganse en la fila de la comunión y luego escupan la hostia anunciando la muerte de dios, como un Nietzsche cualquiera. Porque así estarán actuando en conformidad con la ley y nadie podrá deslegitimar su protesta por un tecnicismo.
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