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Ezzati y el Cristo del Evangelio

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La noticia de la denuncia del Cardenal Ricardo Ezzati en contra de los sacerdotes José Aldunate, Felipe Berríos y Mariano Puga, frente al Vaticano, ha puesto en la palestra una vez más un tema que muchos ven pero pocos dicen: la Iglesia que combatió a la dictadura ya no existe y solamente algunos pocos defienden esos valores y son perseguidos por hacerlo.

Si uno se pregunta cuál fue el gran error de los tres sacerdotes acusados por la sucursal chilena de la llamada Santa Sede, la respuesta sería que fue buscar poner al catolicismo acorde con los tiempos y sintonizando con los derechos y las demandas de los ciudadanos. Nada más. Y sobre todo terminar con las injusticias de una sociedad que ha sido creada sobre la base de los caprichos de unos pocos -los con poder- en desmedro de quienes resultan ser los más despreciados y marginados. Porque ellos entendieron que ahí está Cristo.

¿Por qué el Cardenal no tuvo la misma celeridad cuando se supieron los casos de abusos de parte de sacerdotes como Karadima? Tal vez porque el mandamás de la iglesia colorada de la oligarquía no cuestionaba ni ponía en entredicho esta estructura de poder anquilosada.

Ezzati, en cambio, eso no lo ve. Al contrario, durante lo que podríamos llamar su administración, el sacerdote se ha puesto del lado de quienes sí tienen poder y hasta los ha defendido con sus omisiones, sus palabras ambiguas y su nula claridad al momento de entender los abusos de los que han sido víctimas (niños y jóvenes) de parte de una rama de la Iglesia, que ha sido la más intolerante y conservadora.

Si bien en los años en que el terrorismo de Estado campeaba por las calles de Chile, esta institución religiosa fue una voz de misericordia, de comprensión y, sobre todo, de defensa indiscriminada de la vida, hoy no es más que una trinchera ideológica que se defiende y ataca a lo real, a lo humano y lo diverso, centrando su discurso en la restricción de la vida sexual de las personas, perdiendo así todo cuidado de las grandes diferencias sociales y las inmensas discriminaciones de género, y dejando de lado a quienes resultan ser los más desvalidos de una idiosincrasia que arrastra una inmensa crisis moral.

En esta Iglesia «genital», comandada por Ezatti, no está el Cristo del Evangelio, ni menos el que, según se lee, debatió y enfrentó a los fariseos. Ahí, por el contrario, están los fariseos. El poder del conservadurismo y el dogmatismo sin contrapeso. Un dogmatismo que en Chile es utilizado para seguir controlando la estructura de poder, y no cambiar lo que tan bien les ha funcionado a unos y tanto mal le ha hecho a otros.

¿Por qué el Cardenal no tuvo la misma celeridad cuando se supieron los casos de abusos de parte de sacerdotes como Karadima? Tal vez porque el mandamás de la iglesia colorada de la oligarquía no cuestionaba ni ponía en entredicho esta estructura de poder anquilosada. Al contrario, se servía de ella en muchas ocasiones, construyendo así un pequeño gueto en el que podía utilizar y manipular gustos e ideas a su beneficio.

Puga, Berríos y Aldunate, siguiendo al pie de la letra el camino del cuestionamiento, del ejercicio del pensamiento crítico, poniendo los pies en el barro, les resultan peligrosos a un Ezzati que quiere mantener todo tal cual está, y que al parecer ve al cristianismo como un club social en el que lo “místico” y lo sexual está por sobre lo evidente, lo terrenal y lo palpable. Por sobre las verdaderas carencias de un pueblo que pide a gritos que pongan sus ojos en él.

Estos tres sacerdotes lo hicieron. Pusieron sus ojos, su corazón y, sobre todo, su cuerpo y su cerebro al servicio de ese pueblo, dejando en claro que lo suyo era estar con los que mostraban la verdadera riqueza, y esos son los excluidos y los desposeídos.

Expuesto lo anterior, es que no puedo más que condenar el accionar de una institución burguesa, llena de secretismos nada de santos, y sometida bajo el poder de lo «genital», de lo oscuro y lo burdamente represivo. Y junto con ello mostrar mi más irrestricto apoyo a quienes quedan como culpables por el solo hecho de hacer su trabajo: el trabajo de un pastor.

Imagen: evangelizafuerte

 

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