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Iglesia Católica: Invitación a cuestionar

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El caso Karadima marca un hito en la historia del catolicismo en Chile. Cuando el común de las personas se da cuenta de que ni siquiera la iglesia escapa a los vicios y trastornos humanos, se debería dar paso a una sana y justificada duda. ¿Pongo a mis hijos en un colegio católico? ¿Sigo asistiendo regularmente con mis hijos a mi parroquia de toda la vida? Son algunas de las preguntas que uno esperaría  que emerjan. Hasta el más ferviente de los creyentes, de esos que no cuestionan a la iglesia por principio, podría sufrir un remezón valórico importante: Cuando falla algo en lo que se confía ciegamente, se derrumba un pilar fundamental para la vida.

Dado este escenario, en el que una institución vinculada con lo divino cae en tela de juicio,  es importante dimensionar y ponderar las cosas. En simple, creo que es necesario abandonar la idea de confiar ciegamente en esta entidad y, más aún, debemos abrirnos a la posibilidad de cuestionarla. La razón es simple: La iglesia, como toda empresa dirigida por humanos, tiende intrínsecamente al error – o al pecado, si se quiere – y no podemos darnos el lujo de no fiscalizarla. Menos aún si los que están en riesgo son niños.

En casos como el de Fernando Karadima o Sor Paula, las autoridades civiles culpan a las eclesiásticas y este lavado de manos no puede seguir ocurriendo. Una función primordial del Estado es velar por la seguridad e integridad de los ciudadanos, por lo que la fiscalización y penas que pueda dictaminar el vaticano no son suficientes. (Pregúnteles a los padres de las víctimas de Karadima si creen que la sentencia de “Retirarse a una vida de oración y penitencia” les parece “justa”).

Tristemente, y como bien es sabido, lo que ocurre en la Iglesia Católica está recién viendo la luz, es decir, es posible que más casos aparezcan y se hagan públicos. Más lamentable aún: no sabemos, a ciencia cierta, si el Estado va a tomar las riendas del problema o si va a continuar con este trato preferencial hacia los criminales religiosos. Bajo este punto de vista, no queda más que tomar decisiones preventivas personales: Por ejemplo, y por más crudo que suene, creo que debemos evitar que nuestros niños se relacionen de manera cercana con personeros de la Iglesia. El riesgo es muy alto. No quiero decir con esto que todos los sacerdotes o curas son propensos a cometer abusos, pero existiendo tal nivel de secretismo y ocultación de información, es preferible no arriesgarse.

Finalmente, la invitación es básicamente a dudar, a no tragarse eso de “sólo son casos aislados”, a no quedarnos tranquilos con un tardío mea culpa. La idea NO es demonizar a la iglesia, sino apenas cuestionarla. Mientras la Iglesia no se abra de manera franca y real y ponga todos los casos sobre la mesa, y mientras el Estado continúe actuando con tanta pasividad, nuestra única herramienta es el cuestionamiento.

 

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2 Comentarios

sergioroa

El problema con la Iglesia catolica , es simple , NO es la Iglesia de Jesucristo.

BorisBriones

BorisBriones

Tristemente cierto