Durante años la Iglesia Católica supo mantener una relación con las esferas de poder al interior de las estructuras del Estado, una relación que sin ser muchas veces visible buscaba la imposición moral en temas de particular sensibilidad para ciudadanía, esa imposición moral desde la llegada del catolicismo a nuestras tierras terminó por definirnos como sociedad, imponiendo conductas y relaciones, aceptando y censurando formas, generando en ocasiones lazos de confianza y en otras la distancia propia entre lo que buscaba imponerse como correcto y lo que realmente a los ojos de los afectados o involucrados lo era.
Durante las últimas décadas esa relación a veces solapada y otras más publica de lo que el Estado quisiese sufrió el deterioro propio de quien busca imponer una mirada con parámetros morales que en la mayoría de las ocasiones no eran los que en una sociedad moderna necesitaba, eso sumado a los escándalos del clero abordados de la manera menos acertada a los ojos de un país que hace rato se declaró laico terminaron por la necesaria desafección de quienes ayer miraban el cataclismo como la alternativa mayoritaria a la hora de expresar su fe.
Post elecciones parlamentarias y ad portas de definir la instalación de un nuevo gobierno, comienza a llamar la atención las señales en torno a un cambio de eje, ese donde la imposición moral parece dar paso a la imposición dogmática con personajes que buscan influir en las esferas de poder amparados en una manifestación de fe propia del fanatismo religioso y donde las distintas miradas simplemente no tienen cabida, pretendiendo desentenderse del concepto de estado laico, y asumiendo como una necesidad sine qua non la obligación incuestionable de lo que se cree correcto. En ese sentido comenzará a hacerse cada vez recurrente y pública la discusión en torno a la mirada de unos, que hoy asegurando el ejercicio del poder, gracias a una elección donde al Chile laico le faltó voluntad para acudir a las urnas, buscarán la imposición en áreas que para la gran mayoría de los Chilenos es extremadamente sensible y que pueden empujar a la administración del Estado a más de un dolor de cabeza.
Chile es un país laico, que hace mucho entendió que la iglesia y el Estado caminan avenidas que a veces pueden ser comunes, pero que necesariamente exige la autonomía cuando las decisiones afectan a una amplia mayoría, pero por otra parte Chile es un país que en su deber cívico acumula capítulos de desidia, permitiendo que una minoría organizada imponga, reclame y exija, esa desidia hoy permite pasar de la imposición moral a una imposición dogmática de quienes se creen con el derecho de ser herederos de la última reserva moral de una sociedad que bíblicamente por ejemplo paso de la poligamia de Abraham, Jacob, David, Salomón, al concepto de familia que hoy tenemos y que de seguro seguirá evolucionando.
Chile es un país laico, que hace mucho entendió que la iglesia y el estado caminan avenidas que a veces pueden ser comunes, pero que necesariamente exige la autonomía cuando las decisiones afectan a una amplia mayoría, pero por otra parte Chile es un país que en su deber cívico acumula capítulos de desidia, permitiendo que una minoría organizada imponga, reclame y exija.
Nadie tiene el derecho de cuestionar la fe del otro, nadie puede imponer su fe a otro, cada chileno y chilena tiene distintos motivadores en los cuales creer, pretender que los resultados de una democracia electoral son los designios de lo que tal o cual divinidad pretende para Chile es no entender la importancia de la diversidad de credos por los cuales una amplia mayoría elige creer o no creer. Sin lugar a dudas este Chile ya no es el mismo Chile, ni en sus demandas ni en su fé y quienes crean que la imposición dogmática es el camino jamás entendieron el mensaje que dice “a César lo que es de César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mateo 22:21)
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Lisandro Burgos
Mmm. Le creo poco, no se oye convincente. Seguramente porque usa seguido el término «imposición». Imposición aquí, imposición allá. Qué manera de gustarle la palabrita. No la profundiza, no aclara el sentido que quiere darle. ¿Acaso le han intentado meter preso por no comulgar? Evidentemente, no. Le incomoda entonces el simple reproche, las acepciones generalmente aceptadas, meramente sociales, sobre lo bueno y lo malo, y le llama «imposición». Eso, estimado, es el concepto mismo de las normas morales. Esto es, le molestan las normas morales.
mastete87
muy buena!