Sin lugar a dudas esto parecerá absurdo si lo relatamos con cierta y poca empatía. No es ninguna novedad que hoy la Iglesia siga propagando una defensa elitista y acalorada contra las minorías sexuales. Si bien el Papa Francisco se ha mostrado como un reformador de nuevas ideas, que busca renovar la vieja tradición católica, la realidad nos enfrenta a otras cosas.
Hace pocos días salió a la luz pública una carta del Arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati, dirigida al Presidente Sebastián Piñera donde expresa las innumerables dificultades que conllevaría la ratificación ante la Convención Interamericana Contra Toda Forma de Discriminación e Intolerancia.
Los primeros puntos entregados por Ezzati indican que la convención es innecesaria, porque ya existe una legalidad vigente que vela por la no discriminación en Chile y que la misma excede el derecho vigente. Entonces, básicamente si esto existe, ¿Cuál sería el problema en ratificarlo internacionalmente?
Luego de un arduo discurso, justificando cosas que sólo la Iglesia quiere defender, se refiere a la posibilidad de que atente contra la libertad religiosa y otras libertades. Recordemos que con la Cuestión del Sacristán en 1856 Chile daba sus primeros pasos rumbo a la separación de la Iglesia del Estado y ya en la Constitución de 1925 queda estipulado en su artículo 10. Por último, hace unos días el mismo Arzobispo Ezzati se excusó de asistir a declarar a la comisión investigadora del Sename, aludiendo a dicha separación entre Iglesia y Estado. Finalizando Ezzati en su misiva, dice que la ratificación de dicha convención pone en peligro al país porque amplía la competencia de la Corte Interamericana.
Lo criminal de este país es que aún se escuche la opinión de una institución cegada, inquisitorial y criminal. Una Iglesia perversa y destructiva de la fe, porque si hoy muchos jóvenes no son creyentes los únicos culpables de ello (si es que hay que buscarlos) son los mismos sacerdotes, que con su ejemplo no hacen otra cosa que alejar todo modelo de vida de quien fuera Jesús, independiente o no de lo discutible de su divinidad.
Por último, es impresentable que tenga que morir gente para que temas como la discriminación o el conducir en estado de ebriedad se tengan en consideración, tanto por el Gobierno como por una clase política envuelta en una cúpula asqueada de sí misma.
Recordemos que con la Cuestión del Sacristán en 1856 Chile daba sus primeros pasos rumbo a la separación de la Iglesia del Estado
La Iglesia que nunca debió rendir cuentas por siglos de crímenes y atentados contra los Derechos Humanos, no va a querer ratificar una convención contra la discriminación, porque a ellos jamás se les ha pedido cuenta, ellos son los no juzgados.
Firmo yo, heterosexual, porque como dice una frase que internet le atribuye a Victor De Currea-Lugo “Luchar por el matrimonio igualitario no me hace gay, como luchar contra el racismo no me hace negro, pero ambas luchas me hacen mas humano”.
Sobre la Convención
Carta de Ezzati publicada por The Clinic
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