Cuesta mucho hoy por hoy no encontrarle razón al profesor Tomás Moulian, quien allá por el año 1997 nos invitara a reflexionar, y de una manera notable, que Chile, más que un país, era un mito. Hace muy poco tiempo, otro chileno, también nos lo recordó. El cineasta Patricio Guzmán, luego de presentar un documental de su autoría en el Festival Internacional de Cine de Berlín, en febrero último, señaló: «En Chile hay una transición que no se ha terminado, no hay libertad de prensa, ni libertad de imágenes, no hay derecho a huelga, los salarios son precarios, no hay central única de trabajadores, es un país lleno de transnacionales que no pagan los impuestos suficientes. Chile es un mito«.
¿Somos realmente un mito? Es muy posible. Al menos lo parecemos. Para empezar, y sólo a modo de breve y simple ejercicio, algunas preguntas generales: ¿Vivimos en una auténtica democracia? ¿Somos todos los chilenos iguales ante la ley? ¿Somos un país solidario? ¿Niñas y niños que nacen en esta tierra, tienen las mismas oportunidades de acceso a buena salud, educación y cultura? ¿Garantizamos a todos nuestros abuelos una vejez digna? Si usted piensa que varias de las respuestas a estas preguntas son «no», es posible entonces que, en el fondo, usted también comparta la tesis de que somos más un mito que un país. Y es que la mayoría de nosotros entiende que los países, entre otras cosas, están para hacer que las respuestas a esas preguntas sean un «sí» rotundo. O al menos para trabajar intensa y decididamente para que así sea.Hagamos un nuevo Pacto Social. Y qué mejor que hacerlo a través de una nueva Constitución que, entre muchas otras cosas, permita reconstruir las confianzas entre clase política y ciudadanos, que se han maltratado.
A la luz de los acontecimientos, no se visualiza que estemos tratando de dejar de ser un mito y transformarnos en un país. Al dar una mirada a los escándalos políticos de las últimas semanas, lo que llama la atención es cierta displicencia en la clase política a la hora de tratar de explicar lo inexplicable. Llega a ser frustrante el trato que se nos está dando a la ciudadanía. A los chilenos se nos está llenado de solicitudes. Nos piden que «no hagamos caza de brujas», que «no metamos a todos en el mismo saco» (lo que es sensato), que «confiemos en las instituciones». No conformes con ello, nos hacen advertencias del tipo «¿Qué quieren? ¿Que nos vayamos todos y llegue un populista o un militar?». Impresentable.
Lo que está a la vista de los ciudadanos es muy simple: el gran empresariado chileno, los grandes grupos económicos de este país, han financiado, al menos desde el retorno de la democracia, a parte importante de la clase política chilena. Dicho de otra forma: un número no menor de aquellos que han ocupado u ocupan un espacio en el Congreso Nacional o en La Moneda, llegaron ahí con la ayuda financiera -permanente o en tiempos de campaña- del gran empresariado. Teniendo esta constatación, ellos quieren que los ciudadanos creamos que a la hora de gobernar y legislar lo han hecho velando por los intereses de todos los chilenos, y no por los de sus financistas. Y eso, discúlpenme, no es creíble. Y no se trata de ser mal pensados o desconfiados. Se trata simplemente de que los chilenos no somos tan idiotas.
Me atrevería, humildemente, a hacer algunas solicitudes al gobierno y a la clase política: No intervengan el proceso investigativo y judicial que se lleva adelante, para ninguno de los casos (Penta, SQM, Caval). No hagan «acuerdos» o «salidas institucionales» para paliar la crisis. Que el gobierno trabaje en lo que tiene que hacer: Gobernar y cumplir su Programa de Gobierno, por el cual fue legítimamente elegido. Demuestren, todos, que gobiernan y legislan por y para la gente, y no para quienes los financiaron. Por ejemplo, mejoren ahora ya la salud y educación públicas. Así, no pensaremos que las tienen intencionalmente abandonadas y maltrechamente funcionando para beneficio de empresarios de la salud o educación privada, que por cierto, ya sabemos a ciencia cierta que los financiaron.
Finalmente, por favor, devuélvannos la democracia. Una de verdad y con mayúscula. Estamos en un momento propicio para borrar de nuestro país aquellas señales que hacen parecer a ratos que Chile está secuestrado por los intereses de unos pocos. Hagamos un nuevo Pacto Social. Y qué mejor que hacerlo a través de una nueva Constitución que, entre muchas otras cosas, permita reconstruir las confianzas entre clase política y ciudadanos, que se han maltratado.
Dejemos de ser un mito. Transformémonos definitivamente en un país. y en un país democrático, donde su gobernantes y legisladores trabajan por y para la gente. ¿O es mucho pedir?
Comentarios
08 de abril
Es una lástima que Bachelet no haya pensado seriamente en renunciar. No debe conocer el asco que nos produce a la mayoría de los chilenos la estrecha relación que existe entre el dinero y la política, entre los intereses de la casta de dirigentes que supimos conseguir y los empresarios que se hicieron con sus fortunas en complicidad con la dictadura, a través del saqueo de los recursos públicos y de las privatizaciones fraudulentas de las empresas del Estado. Es una lástima que Piñera, que Novoa o Ponce Lerou entre tantos otros queden impunes, que no renuncien los diputados y senadores involucrados en los casos Soquimich y Penta.
¿No sabrá la Presidente que es inmoral que su hijo esté involucrado en la especulación inmobiliaria cuando en nuestro país los trabajadores tenemos que hacer grandes esfuerzos para conseguir la casa propia, lo que incluye endeudarnos de por vida? Es impresionante que ni siquiera tenga la capacidad para reconocer los tiempos turbulentos y de crisis que vivimos por el propio fracaso de una “transacción” democrática que no nos trajo ni el arcoiris ni la alegría, mucho menos esa dignidad por las que dieron su vida miles de compatriotas a lo largo y ancho de Chile. Definitivamente somos un mito gobernado por una derecha duopólica que usufructuó del poder ilegalmente hace más de cuatro décadas.
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10 de abril
Me parece que si, somos un mito, una nación creada a partir de una idea abstracta, sin background, sin pasado. Los pueblos originarios no nos quieren para nada, ojalá nos fueramos desde el rio Bio Bio al sur, del wallmapu y además dejar en paz a Rapa Nui y al norte Quechua y Aimará, desde el extremo sur los espiritus de los kawashkar, Onas y Alacalufes cruelmente asesinados también nos empujan fuera, quizás por eso tanto terremoto y enojo de la naturaleza. La clase social alta tampoco nos quiere, basta mirar las páginas de la hora del te y del golf de una revista social para darse cuenta que se reunen entre ellos, se casan entre ellos y hacen negocios entre ellos, gente bien de origen indudablemente europeo que maneja la politica y los negocios, que vive aparte, y de paso nos deja secos como higos, nos extraen mes a mes lo que dificultosamente ganamos. Somos un mito, un grupo de trashumantes que busca una identidad, aferrándose estúpidamente al futbol, al 18 de septiembre, a las empanadas. De paso, hay otro inmenso grupo que tampoco nos quiere, delincuentes y soldados ideológicos extremos, los unos nos quitan lo que con esfuerzo alcanzamos a llevar a la casa donde apenas entramos con la familia, hiriéndonos a veces de muerte, los otros azuzando nuestra rabia interna con su odio ideólogico, con su envidia, con su nihilismo destructor. Al final del día nos damos cuenta que somos personajes de un puro cuento, un mito.
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15 de abril
Este comentario tenía cerca de 300 visitas, y subiendo. De un día para otro, se borró la contabilización de visitas y partió de cero. ¿Cómo se explica eso? ¿Hay manipulación en las cifras de visitas de un comentario? llamé por teléfono para notificar esa situación, pero no hay corrección. Una pena que cosas como estas ocurran en un lugar tan prestigioso como la página de «El quinto poder»