Más allá de un movimiento entre matices, el verdadero fin de los Estados Sociales o de Bienestar sólo podría suceder si algún sector tuviese el respaldo suficiente para avanzar en un desmantelamiento progresivo del rol social del Estado, encaminado firmemente hacia la construcción de un Estado Mínimo de tipo minarquista.
A mediados de los años 40’, Friedrich Hayek publicó su célebre obra “Camino de Servidumbre”, donde señalaba que las diferentes formas de socialismo llevadas a cabo en aquella época, podían desembocar igualmente en un alto control de la vida de los ciudadanos, así como en una crisis económica terminal producto de la desnaturalización de la vida económica de los individuos. Aunque Hayek nunca fue tan radical como muchos de sus seguidores chilenos (aprobaba leyes anti-monopolios, así como otras intervenciones estatales pro-competencia), su crítica a los socialismos reales y a las políticas que, con el tiempo, terminarían dando forma a los Estados de Bienestar, sigue siendo un mantra recurrente entre sectores conservadores y libertarios de todo el mundo.
Si bien durante la guerra fría sus seguidores no pudieron cantar victoria, la caída de los socialismos reales a finales de los 80’ fue un primer momento de triunfo para esas predicciones que llevaban décadas esperando cumplirse. Sin embargo, la prosperidad económica europea conviviendo con grandes Estados benefactores durante los 90’ complicabael oráculo. ¿Cómo era posible que hubiese potencias económicas como Italia o España con un gasto público superior al 40% del PIB, con una altísima deuda pública y con amplias libertades civiles? La crisis fiscal de muchos países europeos en los últimos años, que se han visto obligados a recortar sus prestaciones sociales y a aumentar impuestos, ha venido a coronar esa histórica crítica, por lo que muchos han vuelto a augurar “el fin del Estado de Bienestar” (como último “bastión socialista”) y el triunfo de la economía liberal como único modelo de desarrollo, pero ¿es esto efectivamente así?
En la realidad la crítica se ha realizado generalizando sobre un grupo importante de países en situaciones diversas. Efectivamente hay un grupo de países, como España o Grecia, que expandieron sus redes de protección social más allá de lo sostenible, pero también hay otros, como Irlanda o Islandia, que sólo cayeron en crisis producto de un salvataje a su sector financiero. Finalmente hay otros países como los nórdicos que derechamente han sorteado la crisis con una red de protecciónsocial tanto o más extensa que la de los países anteriormente mencionados.
Sin duda que muchos países han debido realizar profundas reformas a sus sistemas sociales para lograr mantenersu funcionamiento a través del tiempo. Países como Suecia han innovado en su sistema de pensiones, introduciendo mecanismos nocionales y de capitalización individual, así como otros como Holanda fomentan la competencia de seguros privados en su sistema de salud, pero incluso en este tipo de esquemas público-privados existe un fuerte rol regulatorio del Estado con el fin de garantizar la calidad de vida de los ciudadanos. ¿Es posible imaginar al Estado desligándose de estas políticas? Difícil; a lo más este tipo de reformas podrían devolvernos a lo que alguna vez se denominó Estados Sociales, pero que siguen siendo sólo un matiz centristade los actuales Estados de Bienestar influidos por la Tercera Vía. De hecho,incluso Mauricio Rojas, el diputado liberal chileno radicado en Suecia y muy citado por la derecha chilena por su crítica al “modelo sueco”, suele hablar de un “Estado posibilitador” con un rol social no menor.
Más allá de un movimiento entre matices, el verdadero fin de los Estados Sociales o de Bienestar sólo podría suceder si algún sector tuviese el respaldo suficiente para avanzar en un desmantelamiento progresivo del rol social del Estado, encaminado firmemente hacia la construcción de un Estado Mínimo de tipo minarquista, tal como se vio de manera aproximada durante la era del laissez-faire en el siglo XIX, cuando el tamaño de los Estados en la economía no superaba el 15% del PIB. Eso, al día de hoy, nadie lo ha propuesto abiertamente aunque, por un acto de transparencia, sería positivo que quienes auguran el fin del Estado benefactor, dijesen abiertamente si es lo que proponen como alternativa.
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