#Política

Voto voluntario, voto libre.

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En su cuenta anual ante el Congreso, Sebastián Piñera anunció reformas al sistema electoral. En el contexto actual, en el que más de dos millones de chilenos no votan, la idea de reformar el proceso es importante. Pero toda reforma es impulsada con fines políticos, y ésta no parece ser la excepción.

Soledad Alvear bien indica que la reforma constitucional enviada al Congreso por Piñera para permitir el voto de chilenos en el exterior crea limitantes constitucionales al voto inexistentes hasta ahora. La reforma de Piñera es insuficiente y atenta contra el espíritu democrático, al prolongar la falacia del voto protegido.

El voto libre es la antítesis del voto protegido que postula la Derecha. Por voto libre me refiero a un conjunto de políticas destinadas a la creación de una democracia de masas. Rompemos acá con el concepto de representación popular y el elitismo autoritario inherente a la democracia como es concebida en la Constitución de Pinochet.

Vista desde la democracia de masas, la acción política es participación permanente en la cosa pública. Proponer un voto libre significa reconocer la alta politización de la sociedad chilena y estar dispuestos a convertir ese espíritu crítico en el motor de una nueva forma de hacer comunidad.

La inscripción automática y voto voluntario representan el comienzo del camino hacia un verdadero voto libre. Sin embargo la reforma como se plantea hoy es superflua, si no contraproducente, puesto que estas medidas no garantizan de por sí la participación ciudadana y la formación de una democracia de masas.

El verdadero voto libre requiere simplificar el proceso electoral, fomentar la participación y eliminar todas las barreras que la impiden, no desarrollar más limitantes, como es el caso de la reforma de Piñera, ni esperar a que la liberalización del voto funcione por sí sola.

Apoyar el voto libre significa abogar por un programa amplio que incluya medidas como:

-El voto anticipado.

-El voto postal.

-El voto en el exterior.

-El voto bilingüe, esto es, el reconocimiento en el proceso electoral de la diversidad lingüística de nuestro país.

-La facilidad de votar donde se esté con el documento que se tenga a mano, sin trámites engorrosos.

-Un servicio electoral al servicio del votante.

-La desmilitarización, descentralización y profesionalización del proceso de voto.

Estas son todas políticas que fomentan la participación, y que tienen un impacto real en nuestra cultura cívica, poniendo el énfasis en la participación del votante, por sobre la imposición de la democracia desde arriba por el Estado. Ello implica desarrollar políticas que tomen en cuenta, por ejemplo, las condiciones de participación para electores rurales en el extremo Sur de Chile. En un contexto así, imaginamos justificado el establecimiento temporal o permanente de bonos y/o exenciones tributarias para quienes participan en elecciones, reconociendo el gasto de tiempo y dinero que significa.

El marco del voto libre convierte en garantes de la participación tanto al Estado como a políticos y la sociedad civil. La responsabilidad del Estado se halla en el establecimiento y monitoreo de políticas públicas como las que he enumerado. La responsabilidad de la clase política consiste en dar razones para votar. La responsabilidad de la sociedad civil, la de garantizar la movilización y transparencia a través de todo el proceso.

Quienes critican al voto voluntario apuntan a que el voto se encuentra ya concentrado en ciertos grupos socioeconómicos, y que esta divergencia sólo se acentuaría en caso de su voluntariedad. Estos críticos postulan que el voto obligatorio crea condiciones de igualdad de oportunidades para la participación. Ante este argumento podemos indicar que éste simplemente reproduce la situación actual sobre condiciones hipotéticas. En los hechos, el voto obligatorio (1) Continúa castigando a quienes no pueden y/o quieren participar del sistema, (2) No resuelve la dificultad en la participación, ni da respuesta al problema del abstencionismo, (3) En el contexto chileno, perpetúa la relación autoritaria del Estado para con sus ciudadanos, e impone una visión jerarquizada del proceso democrático. El voto obligatorio no da garantías de evitar la reproducción del status quo. Pero el costo último de implementarlo sería aún más alto: el perder la oportunidad de ampliar el horizonte de lo posible y desmantelar progresivamente el andamiaje autoritario de nuestro sistema político.

El debate sobre la reforma electoral constituye una oportunidad inigualable para la regeneración de la Izquierda. El problema que tradicionalmente nos ha ocupado ha sido el exigir ciudadanía para todos.  Mi posición es que ésta sólo se alcanzará a través de la creación de un voto libre de verdad, del cual el voto voluntario no es más que un primer paso. Nuestro objetivo último debe ser el sentar las bases para una democracia desde abajo, una democracia de masas, en la cual el ciudadano sea participante activo y permanente en el sistema político.

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Imagen: Léonard, "Le suffrage universel." 1902. Publicado en Les Temps Nouveaux.

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5 Comentarios

landerretche

Iñigo, interesante artículo que resume muy bien tu postura. Solamente hacerte un punto. Algunos nos consideramos partidarios de la voluntariedad del voto (yo creo que debe ser así… no creo que haya que arrastrar a nadie a una urna) pero también creemos que lo que corresponde (y estoy hablando desde una subjetividad normativa totalmente personal) es asumir que los ciudadanos quieren votar y no lo contrario. También (y seguimos creyendo en la voluntariedad) reconocemos que las personas son inconsistentes en términos temporales (les gustaría votar, dicen que es importante pero les da lata en el día) y además reconocen que su voto es un bien público (su impacto social es mucho mayor que el privado por lo que no hay un incentivo directo de hacerlo). Por ende, lo que proponemos es que la gente se automáticamente inscrita pero pueda desinscribirse voluntariamente (y ojalá con un trámite fácil que le de tiempo de pensarlo bien) pero que si continúa inscrito deba votar. Si te fijas en esta propuesta el voto sigue siendo voluntario. ¿Objetas esta propuesta de voto voluntario con un pequeño trámite?

inigo-adriasola

Hola Oscar, gracias por comentar.

Si entiendo bien lo que propones, como Ricardo Lagos también lo hace en la entrada de Daniel Bello, es la «desinscripción voluntaria» como término medio entre votos voluntario y obligatorio.

No estoy de acuerdo con una política del tipo, por razones ideológicas y prácticas.
1. El incluir un mecanismo de deserción sólo disfraza la obligatoriedad del voto. La «desinscripción» da una salida del sistema, pero no resuelve el carácter esencialmente coercitivo del voto obligatorio.
2. Mientras más trámites interpones, menos deseable es sufragar, ¡incluso si es un trámite de «desinscripción»! Eso lo sabemos ya del contexto electoral actual, que fue conscientemente diseñado para desincentivar el voto masivo.

Concordamos en que la gente quiere participar. Y de hecho, mi argumento es sobre cómo fomentar participación. La solución que propongo es flexibilizar el sistema y crear incentivos a la participación. El voto obligatorio introduce un elemento de coerción que es contraproducente.

La «desinscripción voluntaria» y el voto voluntario pueden sonar parecidos, pero operan bajo principios absolutamente distintos. Por qué importa la diferencia.
1. El voto obligatorio, aún con mecanismo de desinscripción, perpetua la actual relación autoritaria del Estado con el ciudadano.
2. El mecanismo de desinscripción crea una paradoja: propone el abstencionismo voluntario en vez de fomentar una cultura de movilización y participación.

Finalmente, me opongo a una solución del tipo puesto que no responde la pregunta que «pena» el debate sobre modos de participación. La pregunta es, qué tipo de democracia queremos. Dada la trayectoria histórica de nuestro país, creo que lo deseable es una reforma que sustente las bases para un nuevo contrato social.

Muchos saludos : -)
Iñigo

mariscal

mariscal

Iñigo, en http://elquintopoder.cl/fdd/web/politica/opinion/-/blogs/“de-los-votos-validamente-emitidos…” he planteado la posibilidad de sumar al voto obligatorio la incorporación de las opciones de voto blanco, y voto nulo. Basándome en la premisa que todo ciudadano inscrito y que cumpla con el proceso tiene el derecho a que su voto sea considerado como “válidamente emitido”, incluido en todos los cómputos, y que él mismo tenga una consecuencia efectiva. Creo que una alternativa de voto obligatorio así formulada podría hacer frente a las críticas que planteas al decir “En los hechos, el voto obligatorio (1) Continúa castigando a quienes no pueden y/o quieren participar del sistema…”.

He pretendido avanzar hacia un voto en que la libertad de la opción del votante sea respetada. Ampliando significativamente las bases de lo que llamamos, hoy con generosidad, “democracia”. Me gustaría contar con una opinión desde la vereda del voto voluntario.

Saludos.

marco-rodriguez

El problema de la votacion en si no es la votación, sino la capacidad que tenmos como pueblo de que esa votación sea mas democratica. La obligatoriedad del voto solo nos dice que tenemos incapacidad de elegir o desentusiasmo, y que puede ser esto generado por los medio de comunicación. Ojala todos voten pues los destinos de un pais dependen de todos. Pero tambien esta votación debe ser en conciencia.Yo prefiero el voto voluntario solo por una mayor libertad de praticipacion, pero puede convertirse en algo desastroso si no se acompañan de otras medidas de incetivo. Eso de depende mucho de nuestros lideres, y creo que los incentivaría un riesgo que vale la pena correr.

María José

Es una cagada no encuentro lo que quiero es una mierda .i. Coman pupu