El debate sobre si el voto debe ser voluntario u obligatorio es de larga data y, más allá de los sistemas que haya adoptado cada país, despierta encendidos intercambios de opinión, tanto en Chile como en el resto del mundo. La discusión, lejos de estar circunscrita a un grupo de académicos, despierta el interés de miles de personas en edad de votar que defienden su derecho a no participar de los comicios, o de aquellos que piden que el voto se consagre como deber de todo ciudadano por la legitimidad de la democracia que habita.
En elquintopoder.cl el debate se ha dado y sigue manifestándose en los mismos términos. Pero, parafraseando a Gonzalo Rojas, ¿Qué se vota cuando se vota y quién defiende qué en este escenario? ¿Cuáles son los argumentos de unos y otros? Echando mano a lo dicho en este espacio, ofrecemos una mirada a los argumentos de cada uno de nuestros columnistas con el fin de recapitular y estimular nuevas perspectivas.
Jorge Navarrete plantea, bajo la forma de una carta futura a su nieto, tres argumentos centrales:
1) Votar es un deber ciudadano
2) El voto voluntario acerca el proceso electoral a las elites ilustradas y le resta poder de elección –e indirectamente, de decisión- a las clases menos favorecidas.
3) La obligación de sufragar hace menos probable que el sufragio se produzca por motivos coyunturales e indeseados en términos democráticos, como pagar favores políticos o derechamente la compraventa del voto.
4) La política es imprescindible y el desinterés por lo público genera el irremediable debilitamiento de la democracia. El costo de la libertad de participar o no es enorme.
Daniel Bello suscribe los anteriores argumentos y los profundiza. Plantea que el voto es un deber, pero también, su obligatoriedad, evita que se provoque el sesgo de clase que deja mejor posicionadas a las personas con mayor acceso a la información. Las demandas de quienes no votan, en este panorama, tendrían aun menos posibilidades de ser tomadas en cuenta por una administración. “La obligatoriedad del voto, más allá de hacer de un deber moral uno legal, permite nivelar la cancha, evitando que ciertos grupos sociales monopolicen el poder político, cosa que de hecho ocurre con el voto voluntario”, asegura.
Íñigo Adriasola es de los que defienden el voto voluntario. En una respuesta a Daniel Bello desestima los argumentos que defienden el voto voluntario. En su opinión:
1) El voto obligatorio pasa a llevar la libertad de pensamiento y de acción. Vicia la democracia. Es paternalismo o miedo a la voluntad popular.
2) El voto obligatorio criminaliza la protesta, haciendo imposible la decisión de rehusarse a participar de un sistema que quizás no se comparte. Anular o abstenerse es estar en el sistema, de todos modos.
3) El voto obligatorio fuerza a las personas a legitimar el sistema instaurado por la dictadura de Pinochet.
4) Si las personas no participan, no se debe a un desinterés en la política; en Chile hay altos niveles de politización. Pero es necesario que la gente tenga buenos motivos para querer votar; la fuerza no es una solución.
“Es cuestión de crear incentivos a la participación, ¡no más castigos e impedimentos! En su forma más radical, esto implica reconocer el gasto de tiempo y dificultad que significa informarse y participar en el proceso -por ejemplo, la dificultad en llegar al local de votación- a través de la implementación de un bono o exención tributaria por el voto”, plantea.
La conversación está vigente, y la palabra final no está dicha. Las acciones colectivas, el reunir adhesiones y firmas en torno a acciones en un sentido o en otro, o la petición ciudadana de una discusión inclusiva y seria al respecto, son una posibilidad al alcance de [email protected]
El estado del arte es la base. El trayecto de la democracia lo construyes también tú.
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