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Voto chileno en el exterior

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Lo que pasa es que desde la derecha se oponen a esta iniciativa porque saben que los chilenos que viven afuera representan una verdadera amenaza para el status quo. No es, por cierto, una amenaza inmediata. El porcentaje de chilenos que votaría desde fuera es relativamente muy pequeño y no suficiente para poner en peligro un sistema entero. El peligro es más a largo plazo.

Aquellos que buscan defender el status quo son siempre los primeros en sospechar y desconfiar de lo ajeno. Aquellos que están conformes con lo propio, lo establecido, lo que conocen, lo que tienen cerca y con lo que se sienten cómodos, son siempre los primeros en sospechar y desconfiar de lo distinto. Esto se debe a que lo extraño y lo nuevo siempre, por esencia, nos obliga a mirar aquello que tenemos cerca y nos obliga a re-examinar nuestras propias ideas. En última instancia lo nuevo nos obliga a re-articular y explicitar las razones de por qué lo nuestro es como es. Es decir, nos obliga a tomar una postura crítica ante lo que ya conocemos. Por ejemplo, lo nuevo puede obligarnos a tener que defender y explicar por qué lo que ya tenemos es preferible a lo que el otro tiene. Es decir, si allá es así, ¿por qué aquí no lo es? ¿acaso aquí lo hacemos mejor? ¿tenemos algo que aprender de lo que se hace allá?

Ese es el “peligro” de lo nuevo, de lo distinto. Es el potencial transformador que siempre trae consigo todo aquello que nos hace cuestionar nuestras propias ideas. Por eso, por ejemplo, viajar es tan importante para la expansión de los horizontes intelectuales y morales de las personas. Por eso la lectura y la conversación son elementos importantes para incorporar nuevas ideas y nuevas perspectivas. A su vez, estas nuevas ideas y perspectivas son esenciales para poder “avanzar”. Es decir, si queremos movernos, es requisito nutrirse de otras ideas. De lo contrario, uno se estanca y envejece. Se corre el verdadero peligro de creer que la verdad está con uno y que lo que tenemos cerca es siempre lo “mejor” y lo definitivo.

Es por todo esto que la derecha chilena se resiste a darle el voto a los chilenos que viven fuera (o se lo quieren dar, pero dificultan el proceso estableciendo una serie de requisitos). Hay que decirlo: la derecha chilena (y todo aquel que se oponga al voto de los chilenos en el exterior) se opone no porque sientan que los chilenos que están fuera están desconectados de la realidad nacional (o porque sientan que los chilenos que están afuera no sufrirán las consecuencias de su elección). No se oponen por eso. Y si eso dicen, es porque no se han dado cuenta de sus propios prejuicios o lo dicen porque es lo políticamente conveniente.

Lo que pasa es que desde la derecha se oponen a esta iniciativa porque saben que los chilenos que viven afuera representan una verdadera amenaza para el status quo. No es, por cierto, una amenaza inmediata. El porcentaje de chilenos que votaría desde fuera es relativamente muy pequeño y no suficiente para poner en peligro un sistema entero. El peligro es más a largo plazo.

Lo que ocurre es que la mayoría de los chilenos que viven fuera tienen el privilegio de vivir en otras sociedades que tienden a ser mucho más equitativas y justas que la chilena. Es decir, ellos viven y han vivido realidades donde los ciudadanos tienen acceso a estándares de vida con los que aquí aún soñamos (por supuesto sólo me refiero a aquellos chilenos que viven en paises desarrollados). Ellos han visto que aquellas sociedades que redistribuyen riqueza, que obligan a los más ricos a dar más a través de sus impuestos, que ofrecen salud gratuita universal y educación gratuita o de bajo costo, son sociedades que funcionan y que funcionan bien (a pesar que ahora exista una campaña de austeridad que busca desmantelar los fundamentos del estado de bienestar). Esos chilenos tienen y han tenido el privilegio de vivir en sociedades menos agresivas y menos violentas hacia sus propios ciudadanos que la chilena. Ellos viven en sociedades donde la diversidad se respeta, los compromisos se cumplen y donde el Estado es un ente activo en la distribución de la riqueza; donde la injusticia y el abuso se castigan; donde los privilegiados no son personas todopoderosas e intocables. Y como viven en este tipo de sociedades, ellos entienden mejor que nadie que es posible transformar la sociedad chilena para avanzar hacia sistemas más equitativos.

Por cierto, estos chilenos no dicen que en esos otros países todo es perfecto y que no existen problemas. Por supuesto que los hay, y a veces son muchos. Pero en esas sociedades los problemas son problemas de “país” e incumben a todos sus ciudadanos, cosa que no ocurre en Chile donde los problemas suelen ser los problemas de algunos y no de todos. Por eso aunque la educación y la salud en Chile tienen problemas, estos no son problemas que nos afecten directamente a todos como país, como nación. Los privilegiados de este país tienen acceso a clínicas, escuelas y universidades comparables con las que existen en los países desarrollados, lo que hace que ellos, para efectos prácticos, viven en otra realidad, en otro país. Los problemas de salud y educación que muchos enfrentamos día a día, son absolutamente desconocidos para los que viven en los sectores altos de Chile.

Está dado todo esto que la derecha se opone al voto de nuestros compatriotas que viven fuera. Porque esos chilenos saben cuánto mejor Chile puede ser. Saben que las campañas de terror que se suelen desplegar (por ejemplo en contra de la reforma tributaria) son burdas e irreales. Saben que no es cierto que la educación gratis e universal es una quimera que no funciona. Saben que la salud gratuita y de calidad es perfectamente posible. Saben que los ricos pueden y deben pagar más impuestos y que eso a la larga nos beneficia a todos. Y saben que es posible construir un país más seguro, más pacifico y más equitativo. Por eso, aunque desde la derecha nos quieran convencer que el sistema neoliberal tal como funciona en Chile no necesita de mayores reformas y aunque digan que en Chile las isapres y las AFP son grandes sistemas que dan grandes resultados, los chilenos que viven fuera saben que eso no es así. Saben que esos sistemas destruyen la idea de “comunidad” y por lo tanto termina debilitando la idea de “país” y el sentido de pertenencia.

Por eso no le quieren dar el voto a estos chilenos que han visto como funcionan las sociedades más progresistas que la nuestra. Porque ellos representan ideas distintas y nuevas perspectivas de cómo puede ser un país. Las ideas de estos chilenos pueden ser “peligrosas” porque obligará a los defensores del status quo a explicar por qué lo que tenemos en Chile es mejor o más deseable de lo que otros seres humanos tienen en otros países. La derecha chilena no quiere cambios. Quiere mantener este sistema que ellos construyeron bajo dictadura. Creen que el sistema que tenemos actualmente en Chile es el mejor que podemos hoy día tener. En el fondo, nos quieren mantener así como estamos. No quieren que escuchemos voces que vienen desde fuera y que nos dicen que las cosas no tienen por qué seguir así, que existen otras realidades. Que la sociedad se puede cambiar y que se puede organizar mejor, de manera más equitativa y justa.

Los que creemos en el progreso le damos la bienvenida a la voz de todos esos chilenos que viven fuera y que quieren ayudar a mejorar nuestro país.

*Columna publicada originalmente en Cambio 21

TAGS: #VotoExterior

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