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Volver a la política

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La política como práctica habitual y cotidiana en nuestra sociedad está tan o más desprestigiada que en el mundo entero, donde, como sabemos, no pasa por su mejor momento.

Objeto de chistes crueles y sangrientos, la figura misma del dirigente político, quien encarna esta actividad ante los ojos del público, se encuentra devaluada, y a los partidos no les resulta fácil renovar su cantera de militantes, en la medida en que la política aparece asociada a la corrupción y otras prácticas dolosas.

El discurso “anti-señores políticos”, machacado en Chile con insistencia durante los casi 16 años de régimen militar, se fue sedimentando en vastos sectores, y el posterior retorno a la democracia, si bien restauró su rol conductor en los asuntos del Estado, no fue capaz de proyectar en el tiempo la épica de la resistencia democrática y hacerla evolucionar hacia nuevos desafíos.

Digámoslo con todas sus letras: la administración de un estado de cosas heredado, al cual no se le podían introducir grandes reformas, dado que los cambios sistémicos podían arriesgar el precario equilibrio de un pacto transaccional que tenía límites bien claros, no creo la mejor atmósfera para que la gente se reencontrara con la política.

Se produjo un movimiento doble dentro del bloque de voluntades que lucharon por la reconquista de la democracia: por un lado, el sector más orgánico y militante entró al aparato del gobierno, lo que hizo que los partidos se “estatizaran” y con ello sufrieran síntomas de esclerosamiento.

Por otro lado, quienes adherían en forma más “blanda” a estas estructuras, a través del voto o no mucho más allá de eso, se replegaron al ámbito de lo privado, dado que la política carecía ya ante sus ojos de la dimensión “heroica” que tuvo en su momento, cuando era una cuestión de vida o muerte.

El contexto internacional, por su parte, no contribuyó, sin duda, a despertar oleadas de entusiasmo, puesto que el fin del mundo bipolar (expresado dramáticamente en la caída del muro de Berlín, en 1989) hizo que surgieran teorías, como la de Francis Fukuyama, que asimilaban la conclusión de ese conflicto al “fin de la historia”.

En términos prácticos, los ladrillos del muro no sólo cobraron víctimas entre los más férreos defensores de la experiencia soviética y de sus países satélites, sino también entre socialdemócratas y liberales progresistas, que se quedaron virtualmente sin ideas frente al avance arrollador del thatcherismo y el reaganismo en Occidente.

La política, entonces, fue asaltada por la mercadotecnia, y se pusieron en boga valores schumpeterianos que adoptaban acríticamente el modelo del mercado como marco de referencia para encuadrar la actividad política, con ciudadanos que pasaban a ser pasivos consumidores de productos (programas) no demasiado diferenciados entre ellos.

Desde la ciencia política, muchos autores se opusieron a esta suerte de “naturalización de lo social”. En Chile, Norbert Lechner dio luces anticipadas sobre el desencanto con la democracia que comenzaba a roer el ánimo de los votantes. Y que fructificó luego en la desafección de muchos respecto a la Concertación.

En una perspectiva más global, Andrew Gamble advirtió, en tanto, contra el fatalismo que niega la capacidad de la acción humana transformadora. Y propuso un regreso a la política, basado en la posibilidad de reencantar a las personas con proyectos colectivos, puesto que si desaparece la política, desaparece, a su juicio, también la civilización.

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Foto: freizeitLicencia CC

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Comentarios

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18 de enero

Creo que lo primero que debería hacerse es definir el concepto de Política…me interesaría saber qué entiende por ello el autor del artículo.

La política es algo más complejo que partidos o líderes.

18 de enero

Estimado Jorge Andrés: Estoy haciendo un Magíster sobre Comunicación y Ciencia Política, y creo que ni aun cuando lo terminé estaré en condiciones de dar respuesta a una pregunta que es muy, demasiado amplia. Como sea, te agradezco el link que me enviaste a mi cuenta Twitter donde aparece tu visión de carácter libertaria (alguien podría decir también ultra-liberal) que desvincula a la actividad política de la acción de los partidos. Gracias por el aporte.

19 de enero

El concepto de Política como diálogo y convencimiento -no coacción- es base para entender que ésta no depende esencialmente de partidos políticos, sino de ciudadanos activos, dispuestos a cooperar y organizarse de manera pacífica para oponerse al poder y atomizarlo.

Y es esencial también para descartar a la violencia como «una forma de acción política» pues la violencia lo que hace es suprimir el acto político.

Si no definimos eso, sólo damos vuelta en círculos.

20 de enero

Esa es una forma de entender la política, pero no necesariamente la única. Debemos recordar que hay escuelas, como la de Nicolás Maquiavelo, que asignan no menor a la fuerza en la construcción de las relaciones de poder. Más cercanos a nosotros en el tiempo, hubo quienes como Lenin planteaban que el Estado era producto del carácter irreconciliable de la lucha de clases, y esa visión dominó, desde distintas teorías, el marco conceptual utilizado en buena parte del siglo XX para entender la actividad política. Para mí, lo esencial es no entrar en el facilismo del discurso antipartidos, que ha sido más una herramienta de la derecha que de los sectores progresistas, en tiempos recientes.

20 de enero

Fe de erratas de respuesta anterior: «un rol no menor…», en segunda frase.

21 de enero

Pero la política no es diáologo y convencimiento en el sentido práctico, sino en el campo de las ideas. A lo práctico significa la oposición de poderes, mediante todos los mecanismos con que se dotan los sistemas políticos, y eso incluye la violencia.
En escencia, y concordando con el autor, es posible decir que en Chile los partidos alejaron la política de las personas al aceptar pelear (disputar/dialogar) en un campo donde el poder es poco disputable, sino más bien administrado. Los partidos son los que han organizado las facciones de poder en las sociedades industrializadas/urbanas porque es la única forma de hacer sentido intelectual a la variedad de subjetividades que las sociedades urbanas promueven, y que necesitan de un hilo conductor que establezca un patrón a los conflictos sociales que se viven tan aisladamente.
Asumir que los individuos se organizan sin depender de los partidos políticos es reconocer que las subjetividades son más importantes que las relaciones sociales que las originan. Ahora, el partido, como lo hemos visto en Chile, no es necesariamente importante pues no disputa el poder en términos de esas relaciones sociales, sino que pontifica un sistema que disgrega el análisis de esas relaciones para administrar los conflictos de manera técnificada y sectorizada. Por ello es que pierde razón de ser política.
No se trata de oponerse al poder y atomizarlo, se trata de disputar el poder, mediante mecanismos que sean violentos por naturaleza, coercitivos, o mediante los que ofrece la abstracción legal de los Estados, que tampoco puede funcionar sin ser coercitiva. La política partidaria será nuevamente relevante cuando el sistema de partidos pueda representar un conflicto político real, que muestre los patrones de poder que se enfrentan. Por ahora, está más preocupados de administrar el poder que de disputarlo.

Saludos y gracias por el aporte.

20 de enero

El sostener el sistema politico tiene mucho de enseñanza de politica a todo nivel, si conocemos es mas probable que valoremos como sociedad las ventajas de un sistema como el nuestro, perfectible de todos modos.El valorar la politica empieza en nosotros y nuestro entorno inmediato, es sencillo pero vital. En cuanto a proyectos , estos deben ser practicos y verificables , asi los jovenes creeran nuevamente.

20 de enero

Carlos:

Hay muchas formas de entender la política claramente, pero eso no implica que algunas de esas formas sean erradas o menos deseables que otras.

La de Maquiavelo, donde se plantea la escisión entre una ética de principios y otra de resultados, y donde por tanto, lo que importa es la mantención del poder, sin consideración ética alguna no parece ser la más recomendable.

No olvidemos que a partir de esa idea surge la noción de “Razón de Estado” con la cual muchos déspotas han encontrado justificación para llevar a cabo actos brutales en base a sus ideas o programas.

Por otro lado, apuntar de facilismo la crítica a los partidos, catalogarlo simplemente de “discurso anti partidos” y decir que es una herramienta de la derecha, es desconocer toda la base teórica detrás de tales críticas, como las de autores como Michels, Mosca y Ostrogorski.

gabmarin

20 de enero

No olvidemos que este ejercicio que nos propones, Carlos, debe ser -junto a la reflexión teórica- un desarrollo práctico. En eso, creo yo, topamos con la mala formación de la mayor parte de nuestra clase política actual. Las denominadas nuevas generaciones (de todos los lados) carecen de «fondo» en su reflexión sobre Chile y la sociedad actual.

Volver a la política no sólo requiere de una revalorización de la actividad, de contar con relatos que vayan más allá de la mercadotecnia: requiere, sobre todo, de «ejecutores» de calidad que asuman que su rol es potenciar a una ciudadanía más activa (en el sentido que le da Jorge Andrés), una mirada más desprendida, menos interesada, de la actividad pública. He ahí el problema de fondo: finalmente, el volver a la política puede ir en contra de los intereses de los que hoy detentan la etiqueta «clase política», que actúan como meros administradores de un estado de cosas que no favorece a muchos.

21 de enero

Me parece que planteas un problema central: el de los ejecutores. Apenas se produjo la derrota de la Concertación, se planteó (porque era fácil) que todo pasaba por renovar caras ante el respetable público. A poco andar, se vio que las nuevas caras hacían agua, en general, por todos los costados (el ejemplo más patético es el de Fulvio Rossi, asumiendo en forma acrítica en el tema reforma educacional el discurso de Lavín, en favor de «los niños vulnerables»). Desde otra óptica, hoy Ignacio Iriarte, que publicó una interesante columna en eldinamo.cl, decía algo parecido: no faltan sueños, faltan soñadores. Hubo un quiebre generacional, y no se fomentaron nuevos liderazgos auténticos, sino liderazgos cooptados en base a su funcionalidad para los administradores de la transición. Por eso es importante establecer diálogos desprejuiciados para ver cómo abordamos estas rupturas sin esquemas preconcebidos que inmovilizan cualquier tipo de interacción creativa y trascendente.

21 de enero

Mi querido amigo Carlos,
Estoy en pleno acuerdo contigo que al sistema dominante le interesa, y mucho, demonizar la politica y por ende los partidos como forma de mantener a la sociedad lejos de la participación real en la construccion de un projecto País.
Creo que en tu articulo hay un lapso, que no me explico como te lo olvidastes, me refiero a la construccion de un proyecto y de un Partido Victorioso como el Partido de los Trabajadores en Brasil, cuando dices que en el mundo social democrata se quedaron sin ideas o proyectos, claro que si pero ai surge en el ABC Paulista la idea de algo nuevo, en donde se unen sindicalistas, intelectuales, socialdemocratas, movimientos sociales y luchadores de la izquierda en vuelta de un projecto de país, sabes que eso nos costo 23 años de lucha pero finalmente conquistamos el derecho de gobernar el Brasil y ai ves como un proyecto victorioso ha conseguido mostrar que es posible gobernar para la mayor parcela de la población.
Como siempre es un placer leerte.Un gran abrazo
Paco-Brasília

21 de enero

Caríssimo Paco:

Un gustazo enorme, como siempre, saber de ti. Efectivamente, tienes razón. Eurocentristas, como somos, por comodidad o haraganería, muchas veces no miramos las experiencias cercanas, que es de donde más podemos aprender. El PT y la ancha base de apoyo al proyecto de Lula y hoy de Dilma Rousseff es una lección que los chilenos no debemos pasar por alto. Muestra como, en condiciones difíciles, de repliegue mundial de las ideas progresistas, siempre la izquierda se puede reinventar cuando es fiel a su legado histórica y no renuncia a su voluntad transformadora. Los casos de Brasil, Uruguay y Argentina son ejemplos para un Chile donde primó la tecnocracia y el acomodarse a las circunstancias que nos dejó el adversario después de haber rayado a la cancha desmesuradamente en su favor. Qué bueno poder seguir dialogando contigo aunque sea a través de la distancia. Grande abrazo, Carlos.

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