Al momento de escribir esta columna, hemos conocido cuatro casos sumamente lamentables de fallecimiento de lactantes por efecto del virus sincicial, durante los primeros días de junio últimos, los cuatro en la Región de Valparaíso.
Junto con mi esposa, somos usuarios del metro de Santiago, y eventualmente de los autobuses de la red de transporte, además de caminar por las veredas, tanto en horas de uso bajo como de uso peak. Y para sorpresa nuestra, (aunque tal vez no debería sorprendernos), a veces somos lo único pasajeros con mascarilla en vagones o autobuses llenos de gente. Lo mismo con las veredas, atestadas de gente, y en general, se puede observar no más de tres personas usando este barbijo, y tal vez dos de ellos usándolo correctamente.Ya no hay COVID, así que por fin podemos liberarnos, parece ser la consigna. Pero está el virus sincicial y todos los estacionales. Y desde hace más de un mes se viene advirtiendo de esta ola creciente de infectados
Claro, a la hora en que nosotros circulamos casi no nos cruzamos con estudiantes. Menos con madres amamantando. Los bebés casi no se ven, aunque imagino que más que algunos deberán salir acompañando a sus progenitores ya que no pueden quedar en casa fuera del cuidado de alguien.
Y aunque no salieran, los de su entorno sí salen.
Los virus son invisibles de pequeños que son. Y atacan más o menos notoriamente dependiendo de la edad y la fortaleza de sus huéspedes. Por lo tanto, los niños, jóvenes y adultos pueden ser portadores sanos o asintomáticos de la enfermedad, sin saberlo. Y transportar a estos virus a sus casas, e infectar de este modo a los más débiles y vulnerables de la familia, como son los lactantes, que aún no cuentan con anticuerpos, o los más ancianos, debilitados por diversas circunstancias propias de un país de nuestras características.
Pero el pueblo chileno se encuentra estresado. No usan la mascarilla porque están estresados. Y debemos entenderlos. Usar mascarilla parece ser sumamente estresante. Ya no hay COVID, así que por fin podemos liberarnos, parece ser la consigna. Pero está el virus sincicial y todos los estacionales. Y desde hace más de un mes se viene advirtiendo de esta ola creciente de infectados, sobre todo infantes y entre ellos lactantes. Pero los adultos y jóvenes no usan la mascarilla. Eso es un tema de responsabilidad. Los padres y adultos en general somos responsables de lo que hacemos y sus repercusiones.
Al gobierno se le acusa de negligencia por no adaptar a tiempo los centros de atención a pesar de las voces de alerta, incluidas las propias desde el interior de sus organismos públicos, como MINSAL e infraestructura hospitalaria y de atención primaria. Esto tiene que ver con la culpa. Si existe negligencia pública, hay culpa. Esa advertencia no era sólo para que los padres prestaran atención y tomaran medidas mínimas, como usar la mascarilla y el lavado frecuente de manos. Era también para el Estado. Pero este no sería el único culpable. Hoy tenemos internalizado el concepto y la práctica de la alianza público-privada, en que este último sector debe asistir al primero para solucionar los problemas que aquel, por cualquier causa, no pudiera solucionar por sí solo. Por lo tanto, el sector privado de atención de salud, que hoy se encuentra igualmente colapsado que el público, también debió tomar medidas hace por lo menos un mes para evitar lo que hoy nos está pasando. También serían culpables de negligencia.
Entonces, tenemos responsable y culpables. Sabemos que culpar a un gobierno no nos exime de nuestras responsabilidades. Entonces ¿Qué hacer ahora?
Comentarios
20 de junio
Este diario se ha demorado una semana en publicar esto, perdiéndose la oportunidad de los hechos y su ventaja competitiva en ser primicia. Esto es una falta al contrato tácito mutuo entre la publicación y sus corresponsales. Va por esto un reclamo y un reproche.
Jaime Sierra B.
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