Valparaíso como escenario líquido de Dubois y LA elección

Ante la visión de Valparaíso como escenario de Emile Dubois, el héroe, frente a la contienda electoral. La acción de los porteños es siempre un desafío a lo establecido, a la gravedad, a la naturaleza. Ciudad rica que se revela contra los poderosos, ciudad que espanta a los ricos, ciudad rara que da miedo y asco. Asquito tierno y querible, entrañable. Pipiroom mal sanitizado, con buena intención. Nostalgias de su olor a pescao podrío, angustias de no sentir su pestilencia cardonal. Miedo adictivo, adrenalina necesaria.

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Un temible héroe porteño, vilipendiado, sin antifaz, que dio cara, cuya figura bañada de mito yace en el patio del cuartel, ese patio de tierra bien nivelado de la comisaría en la subida tanto

Tortura dulce y lenta, dolor seco, suave, permanente. La porteña, desafía a la naturaleza, buscando un punto medio entre el nivel del mar y el nivel del fuego, abajo tiembla más fuerte, arriba se le quema la cola al chivato. La gravedad santiaguina influye sobre la liviandad porteña: hace caer las bolsas de basura, roer palafitos, derrumbar muros de contención, arroja seres de una carrera al caer la noche hacia las faldas de Cumming, Ecuador, Clave, Carampangue, hace fluir los orines todos iguales, rodar los cuerpos, percolar el licor. La liviandad devuelve los ventarrones hacia arriba a la hora de once, ayuda a emprender la subida, empuja los colectivos, devuelve aquellos orines sobre la cara cuando te despistas, da vuelta los paraguas, levanta las polleras, azuza la brasa, inspira humos, humores, revuelve estómagos, ideologías. Cada surco tuvo un nombre, fue río, sendero, puente, cornisa, sacá de chucha con nombre y apellido y con escritura en el conservador. Cada líquido buscó su fuente, según designe la hora, la estación, su carta astral. Pero todos los pichises conducen al puerto, aunque solo pichí sobre pichí formará el riachuelo que permita llegar a destino, no basta uno, bastan todos.

¿Qué se puede esperar de un héroe vulnerable a las balas? Un héroe de aire. Cuando fui a visitarlo, el acantilado me voló la billetera, tuve miedo de morir, de caer entre los roqueríos. Volví en mí cuando me pegué en la nuca con el techo de su animita. Don Emilio, perdone que escriba su nombre, no soy digno de usted, ni suficientemente vío para entrar en su morada. Un temible héroe porteño, vilipendiado, sin antifaz, que dio cara, cuya figura bañada de mito yace en el patio del cuartel, ese patio de tierra bien nivelado de la comisaría en la subida tanto. Como todo porteño es extranjero. Dispáreme no más, acusó, no quiero fake news, ni pagarle a un abogado que las redacte, negar hasta el fin. Soy inocente porque yo lo digo, yo soy la ciudad, mi ciudad es así, este reloj que me encontraron en el bolsillo del pasaje A Todo Morris, me lo encontré en el frontis de mi Chiqui Turri. Soy un personaje de comisuras erráticas, qué le vamos a hacer, mas de ensenadas arqueadas, de cursos definidos. Pero una cosa no soy, yuyo de la línea del tren, taquígrafo, el poema “el repetidor”. Defiendo las causas encontradas po, desde un escritorio en el culo de la oficina weón, me empeño cada noche que parece día, con afán, para darle a cada huacho su revancha en la piola, a cada iñora un pedacito de fervor, a cada pergenio su tabletón. Es lo que alcanza, es lo que permite que yo no me hunda en el golfo, como una fortaleza de adobe, tabique y lata, en la arena. Y así vamos tirando, remando siempre hacia el otro lado, contra la inercia de los pichises, contra la comodidad de los ratones, contra lo que quiera imponer el aburrimiento de los domingos sin completería, el letargo de las normas escritas en lápida.