Hace un año estábamos en medio de la campaña presidencial y algunas cosas no se veían muy bien aspectadas. Conversando con un grupo de compañeras, compartimos que no nos gustaba la forma como que se tomaban ciertas decisiones y como se hacían ciertas cosas. Siempre he pensado que cuando no te gusta como se hacen las cosas y cuando realmente crees que vale la pena modificarlas en pro de en un proyecto colectivo, hay que intentar cambiarlas desde adentro antes de cruzar a la vereda del frente y “comenzar a tirar piedras”. Por eso, pensamos en la posibilidad de postular y participar en una instancia interna de mi partido.
Conversé con algunos compañeros, a quienes considero cercanos dentro del partido, para compartir lo que pensaban y cómo visualizaban la idea de incorporarme al trabajo partidario desde el Comité Central del P.S. Me indicaron que ya tenían listo al candidato que “nos representaría” en la interna para la mesa y la lista de los candidatos al comité central. Cuando les consulté si era posible participar de esa lista, se repitió el siguiente diálogo:
-¿Cuántos votos tienes?
-Pero si aún no son las elecciones, cómo voy a saber cuántos votos tengo?
-Si no sabes cuantos votos tienes, cómo te vamos a llevar en una lista? No sabemos si nos sirves.
No pretendo parecer ingenua. Pero no sabré nunca cuántos votos tengo si no voy de candidata a una elección. Creo que las elecciones son para que las personas decidan y expresen su opción en un voto. No creo que uno cuente con una suerte de “ganado” o con un conjunto de votos definidos, antes de poner su nombre en un papel y expresar para qué quiere estar ahí. Siempre he respetado a las personas y sus opciones: creo en la democracia.
Puedo decir que tengo ganas de trabajar por mejorar la orgánica de mi partido, por representar de mejor manera las demandas societales de un sector de la centro izquierda, por luchar por la justicia social y los principios de la igualdad, la fraternidad y la solidaridad en forma transparente y franca. Que tengo ánimo y fuerza por luchar por más democracia en Chile y en mi partido. Por mayor participación de las mujeres en nuestro partido y en nuestra sociedad. Que tengo ganas de crear con todas y todos los militantes una forma de hacer oposición constructiva y un proyecto de gobierno de futuro socialista. Eso, entre muchas cosas más. Pero no puedo decir cuantos votos voy a tener en una elección que no se ha realizado.
Sí puedo contarles cuantos votos he tenido en otras elecciones, en las cuales he sido candidata por el Partido Socialista. Eso sí, nunca supe el resultado antes de culminar el proceso electoral. En el año 2004, por primera vez fui candidata a concejala de Ñuñoa, y obtuve 8.762 votos, siendo la socialista que mayor votación ha obtenido a ese cargo en la comuna. Luego, el año 2008 me pidieron que representara a la Concertación en la titánica tarea de recuperar Ñuñoa -en manos de la derecha desde el año 1996- y decidí ir, porque formaba parte de un proyecto colectivo. Obviamente no gané. Pero obtuve 32.279, y me convertí en la socialista que mayor votación ha obtenido históricamente en Ñuñoa.
Más allá de las cifras, no se trata de mí, sino de dar a conocer un diálogo sencillo en el que creo que a muchas y muchos se han visto, pero refleja claramente que necesitamos un fuerte remezón, una “revolución democrática”. Una democracia interna, donde quienes quieran ser candidatos expongan sus ideas, sus ganas, sus convicciones, sueños y proyectos ante toda la militancia, y que no sea en una subasta privada, donde debes señalar cuantos votos tienes, que “evalúen” la viabilidad de una candidatura. Lo anterior devela lo que muchos repudiamos y que mucho mal le ha hecho a nuestro partido: los favores que deben pagarse, los acarreos que se van a realizar, y una serie de otras prácticas en las cuales prefiero no ahondar, pero que algunos se han dedicado a ejercer como un oficio.
Esos son los temas que tenemos que considerar y parte de las prácticas que debemos cambiar si es que realmente queremos renovar la política o, como más me gusta a mí, hacer una revolución democrática interna.
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juvaru
Yo voto desde el año 92`cuando tenía 18 años y siempre lo hice por la Concertación. Estoy absolutamente seguro que la última elección presidencial fue la primera en la que ví gente votar con rabia, con enojo contra la Concertación justamente porque estaban con un sentimiento de hastío hacia las prácticas que tu señalas Danae. Creo que una gran torpeza fue creer que el votante de a pie, aquel que como yo no milita en un partido, no se iba a dar cuenta de esto, y al final esto era solo un problema de partidos a nivel interno. Cuanta ceguera tuvieron los líderes de los partidos para no darse cuenta que aún los ciudadanos valoramos la ética y el juego limpio. Si la Concertación quiere volver a la Moneda debe depurar estas situaciones, aún reglamentandolas si es necesario.
cindy-iriarte
Completamente de acuerdo, Danae. La competencia interna en los partidos es fundamental. La competencia entendida como la manera de deliberar y construir desde el debate los proyectos de futuro que cada partido busca ofrecer a la ciudadanía. Cualquier otro mecanismo inhabilita a los partidos para definir la vara con la que se miden los comportamientos democráticos de quienes no militamos.
felipe
Toda la razón, Danae. La democracia interna del PS (y de los otros partidos) es altamente imperfecta y se maneja aún sobre la base de bolsones de votación supuestos y previstos de antemano, los que se combinan a partir de las negociaciones de quienes en teoría los manejan.
Junto con una reforma política interna es indispensable una mirada seria y rigurosa a nuestro sistema electoral, de forma que podamos ir construyendo una democracia interna que favorezca la política y no una que la dificulte.
Un abrazo