Una renovada polarización política se percibe en Chile, implícita, casi desapercibida, precisamente porque ningún sector político tiene la valentía suficiente para afrontarla y hacerla parte de su discurso
La editorial del diario La Tercera el día Sábado 24 de Mayo muestra el verdadero rostro de la reacción burguesa nacional. Sin hacer mayor hincapié en lo evidente, solo basta señalar que las absurdas premisas jurídicas utilizadas en ella se asimilan mucho, – sino son idénticas -, a las inauguradas por El Mercurio y otros medios nacionales de ultraderecha hacia el año 1973 para desestabilizar el gobierno de Salvador Allende. Mientras tanto, los nuevos sectores políticos de la izquierda chilena (los estudiantiles, de pobladores, medioambientales y movimientos sociales en general) aún siguen desorientados en búsqueda de sus sujetos revolucionarios correspondientes.
¿Qué está pasando con la política nacional, – sobre todo en los sectores de derecha -, cuando evidencia dar pataleos ante una reforma educacional bastante inocua para el paradigma neoliberal imperante? Lo verdaderamente interesante de esta pregunta es que su respuesta no se encuentra dentro de las posibilidades analíticas de la institucionalidad política tradicional, sino que más bien está muy por fuera de ellas, aunque ya pueden avizorarlas pero a muy larga distancia. Esta posibilidad política tiene un letrero que indica su nombre: propiedad privada.
Una renovada polarización política se percibe en Chile, implícita, casi desapercibida, precisamente porque ningún sector político tiene la valentía suficiente para afrontarla y hacerla parte de su discurso. Mientras la derecha más conservadora del país sobrevive a las escisiones partidarias y aprende de ellas, la izquierda más radical no encuentra aún tácticas ni estrategias comunes para aunar sus difusos objetivos políticos, si es que tuviesen verdaderamente alguno. Es más, ni siquiera parece haber un atisbo de intento por clarificarlos. Ambos son síntomas de una inoperancia política resuelta: “estamos resueltos a perder” sería una buena consigna a traer en las marchas que organizan. La conquista del poder dejó de ser la premisa sustancial de la izquierda y hoy no es más que una arenga dominguera sometida al rechazo y la sátira de los propios izquierdistas.
No obstante lo anterior, algunas luces aparecen al final del túnel. En efecto, existen hoy elementos de la izquierda más atrevidos y pensantes que han logrado posicionar en la palestra nacional identidades políticas que al fin logran distanciarse de cualquier gobierno en turno. Últimamente, hemos visto aparecer el concepto de “expropiación” nuevamente en nuestros medios, y lo mismo sucede, – aunque desde la derecha -, con el de “inconstitucional” como claramente lo sugiere La Tercera en su editorial. Con todo, resulta cada vez más obvio que avanzamos hacia un escenario político que,- aunque con mucha cautela -, evidencia un antagonismo irresuelto entre la propia clase poseedora de nuestro país. Dicha clase no concibe la idea de una eventual propiedad social, precisamente porque ésta fue totalmente erradicada de los imaginarios sociales y, por tanto, de los suyos propios. Un verdadero genocidio sociológico; un auténtico epistemicidio.
Pero remitámonos únicamente a la educación:
En el ámbito universitario, campo más álgido de las luchas sociales contingentes, les aterra la idea de una fiscalización democrática de sus gastos por parte del estudiantado y los funcionarios: Es “inconstitucional” porque les toca la propiedad privada, única defensa moral que les va quedando a estos organismos parasitarios del capital. ¿Cuál otra tendrían si no? Ni hablar del término del sistema de copagos: No les bastó con todo lo que lucraron con las subvenciones del Estado, encima quieren indemnización avaluada en 9.000 millones de dólares. Ante esto, la izquierda estudiantil por su parte, sólo se remite a pretender manifestar su descontento hacia uno y otro lado a través del auto aislamiento respecto a la reforma de la Nueva Mayoría. Pero, ¿qué es lo que quiere entonces la izquierda estudiantil? ¿Cuál es su horizonte político? Ya bastante se ha dicho de la gratuidad y la democratización pero el cómo conseguirlos sigue siendo el “nudo gordiano” del movimiento estudiantil. ¿Se consigue con paros y con tomas o, más típico aún, con sendas barricadas políticamente infértiles?
Como sea, el “nudo gordiano” sigue presente y no puede desatarse, aunque ya es buen tiempo de mirar la historia para considerar que Alejandro Magno cortó el nudo y no perdió tanto tiempo en desatarlo. Es el tiempo de que la izquierda se organice y pierda el miedo a recuperar su verdadera identidad: Aquella que cuestiona la propiedad privada bajo cualquier forma de su desarrollo histórico; aquella que no vacila ante la necesidad de la expropiación cuando los parásitos del capital se reproducen más rápido que el propio Estado; aquella que condena la indecisión política que se deja llevar por la misericordia y el sentimentalismo de los que han “invertido” en educación y ahora reclaman indemnizaciones multimillonarias. ¿O es acaso que, para la izquierda estudiantil, el metafórico letrero de la propiedad privada es demasiado literal y no quiere explorar sus territorios?
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