El 24 de junio se conmemoró el día de los pueblos originarios en nuestro país. En esa misma semana el gobierno decidió enviar militares a la región del Biobío y Araucanía. Lo primero pasó desapercibido en medio de la pandemia y los últimos acontecimientos en el país. Lo segundo, pasa menos inadvertido, pero a su vez, hay ya cierta costumbre en las autoridades, y en la ciudadanía, que cada vez que hay algún conflicto con el pueblo Mapuche, se militariza la zona. Por otro lado, a comienzo de julio, en segundo trámite constitucional por el Senado, se aprobó en general la idea de legislar respecto a escaños reservados de los pueblos originarios en la integración de un futuro órgano constituyente. Sin lugar a duda, las señales desde la institucionalidad chilena pareciesen confusas. Por lo que es posible preguntarse, cuáles podrían ser los resultados de estas políticas confusas y contradictorias.
Con respecto a la militarización del sur de país como respuesta a atentados a la propiedad privada, no es la primera vez que se ocupa esta estrategia y Chile no es el único país que la usa. El tema está en que cada vez que se han utilizado, aquí o en el exterior, los resultados han sido la intensificación del conflicto, más muertes, escándalos de encubrimiento de la policía, entre otros, sin ningún beneficio para la resolución de los problemas. La ONU ha dicho en innumerables oportunidades que la solución tiene que darse de manera integral y concertada. Lo que implica un real diálogo con los representantes de los pueblos originarios. Este diálogo no puede ser un espejismo o solo para cuidar las apariencias del gobierno, como tantas veces ha ocurrido (recordar cada uno de los pactos/acuerdos firmados por los gobiernos), sino que un intento verdadero por entendernos en entornos democráticos. Lamentablemente la coyuntura política, social y económica, ha desplazado cualquier intento de esto, lo que constituye una muy mala noticia..
La aprobación de la idea de legislar en el Senado del proyecto de reforma constitucional que incluye escaños reservados para los pueblos indígenas es muy positiva, aun cuando falta camino por recorrer, pero al mismo tiempo demuestra el poco interés de las instituciones en aprobar un proyecto de ley que es necesario para asegurar la representatividad de estos pueblos. Este proyecto fue presentado en diciembre de 2019, y a diferencia de la ley de paridad del órgano constituyente que, con dificultades, fue rápidamente aprobada, no ha existido la presión de la opinión pública ni figuras emblemáticas e influyentes que apoyen y defiendan el proyecto. El trabajo ha sido más bien lento y con el apoyo de comunidades, asociaciones indígenas y académicos que han participado en el proceso, pero el mismo no ha tenido ningún impacto mediático. De hecho, esta última aprobación no fue objeto de difusión por los medios de comunicación. Es por esto entonces que esta noticia es “media buena”, porque aun falta mucho por resolver. Y más aun, no es una acción confusa ni contradictoria de parte de las instituciones porque sigue la línea de ignorar el conflicto, con avance lento y poca difusión.
En definitiva, tanto la militarización del sur de nuestro país, y la aprobación de la idea de legislar sobre escaños reservados indígenas en un posible proceso constituyentes, no son señales confusas. La confusión es meramente aparente. Ambas dan cuenta del poco interés que existe por parte de la institucionalidad chilena de tener un diálogo multiétnico en Chile. En el primer caso, haciendo uso de la fuerza para lograr entendimientos. En el segundo, con un proceso lento lleno de incertezas. Chile aun está lejos de incorporar este dialogo multiétnico en su ADN institucional, aun cuando los últimos estudios muestran que la sociedad chilena está dispuesta a comenzar este diálogo. Es de esperar que la apertura social sea traspasada a la elite chilena para transitar espacios multiétnicos.
Tanto la militarización del sur de nuestro país, y la aprobación de la idea de legislar sobre escaños reservados indígenas en un posible proceso constituyentes, no son señales confusas. La confusión es meramente aparente
Por Katherine Becerra Valdivia
Doctora en Ciencia Política de la Universidad de Missouri
Abogada Dignitas Asociados
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