En los oscuros tiempos del innombrable, fueron quemados dos jóvenes indefensos y en forma intencionada por miembros de las FFAA, específicamente del Ejército. Sus nombres están grabados a fuego: Rodrigo Rojas Denegri y Carmen Gloria Quintana. El primero, falleció producto de las quemaduras; en tanto que Carmen Gloria logró sobrevivir con secuelas que lleva consigo desde entonces. Por estos días, un conscripto decidió romper su silencio, romper un pacto de silencio que ha forzado la reapertura del proceso judicial. En su momento la “prensa seria” aduladora de la dictadura hizo circular versiones inverosímiles que caían por su propio peso.
Ahora se hace pública una verdad que estaba soterrada por uno de los tantos pactos de silencio que deben avergonzar a las FFAA. Como sostuviera recientemente Carmen Gloria, no fueron valientes soldados los responsables de hechos repudiables que lamentablemente no son producto de “excesos”. Sin embargo, a la fecha, las FFAA no han dicho ni «pío». No se visualiza arrepentimiento institucional ni cambio en la formación de los soldados, para que se garantice que la deformación a la que fueron llevados no se vuelva a repetir nunca más.
El crimen se enmarca dentro de un contexto de amedrentamiento, de inhibir toda protesta, de ejemplificar las consecuencias que conllevaría toda discrepancia. Un contexto que contó con la complicidad tácita y activa de sectores civiles entronizados en los poderes fácticos y no fácticos de la derecha política y económica, que a lo largo de todas estas décadas han estado definiendo, regulando y vetando este doloroso proceso de transición interminable. Transición que se ha dado por terminada más de una vez, pero que en estricto rigor no terminará hasta que tengamos un modelo político dado por una constitución y un modelo socioeconómico sin rastros de autoritarismo que nos legó la dictadura. Rastros que se han perpetuado en gran parte por la pusilanimidad de sectores que en su momento estuvieron a la cabeza de la lucha por la recuperación de la democracia.
Como sostuviera en su momento Eduardo Frei Montalva, la verdad tiene su hora, gracias a dos conscriptos que han descorrido el velo. Los responsables de crímenes de lesa humanidad deben ser necesariamente degradados, primer gran paso hacia la reconstitución de unas FFAA auténticamente profesionales, al servicio del país, no del crimen organizado.
El país debe sacudirse de sus trancas, sacar de sí mismo lo mejor que tiene: la solidaridad y hospitalidad de su gente, dejando atrás la impunidad de la barbarie.
El país debe sacudirse de sus trancas, sacar de sí mismo lo mejor que tiene: la solidaridad y hospitalidad de su gente, dejando atrás la impunidad de la barbarie. En la televisión, un panelista tuvo la osadía de afirmar, en la misma cara de Carmen Gloria, que “pasó la vieja, el país está en otra”, expresión que refleja el pensamiento de no pocos, los mismos que quieren dar vuelta la página por la vía de poner una losa de mármol sobre las mentiras de todos estos años sobre los crímenes silenciados o justificados al amparo de una guerra imaginaria. Gracias, Carmen Gloria, por tu ejemplo; por tu coherencia, por tu sobrevivencia, por ser portadora de la dignidad humana.
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Felipe
Indolente igual que Villegas, de seguro que eres de los que evade impuestos de esos que a todo lo malo hay que taparlo y olvidarlo. Que Dios te pille confesado
Patrick Fisk
Rodolfo
Gracias
Juan Pedro
Calculo que la palabra empatía te es desconocida, estúdiala, humaniza!
Villegas no tenía razón, rara vez la tiene, lo que sucede es que dice lo que algunos sueñan con decir, igual que Matthei y Jiles, como consejo, aprende a entender al que no piensa como tu, al que vivió algo que tu no viviste, a alguien que sintió cosas que desde la tranquilidad de tu cama no experimentaste.
Carmen Gloria merece todo lo que recibe, mucho más que muchos boleteros que quieren el raspado de olla
Juan Pedro
Señor Schmal
Partiendo de la base que la reconciliación es imposible en Chile, Villages tuvo toda la razón. Ya paso la vieja, y que la señora Quintana mejor se quede en Canadá viviendo del dinero de nuestros impuestos