Es abril, se ha iniciado el otoño, las hojas comienzan a caer, y tal como una melancólica película de cine arte, la política ha comenzado a seguir el juego al avance estacionario, o, al menos, es a eso a donde la inercia nos desea llevar.
Pues tal como decía, es abril pero el clima político pareciera estar llegando a julio, tiempo de largas lluvias y del frío que te cala los huesos. No bastó con Penta, le siguió Caval, SQM, y quizás que vendrá después. La aprobación del gobierno y la oposición están por el suelo, las confianzas están rotas, ya no hay nada que salvar. Todos se arreglan los bigotes, nadie se preocupa “del pueblo”. La solución es sencilla y ya la hemos escuchado durante estas semanas: tal como la mejor hinchada de fútbol, cantemos todos al unísono: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Rechacémoslos a todos, que se vayan los políticos, no nos sirve nadie, solo buscan su propio interés, son todos unos ladrones.Impulsemos con energía las causas justas que nos orienten hacia una mejor comunidad, pero entendamos que como tal, debemos avanzar todos juntos con un objetivo claro; ciudadanos, instituciones y también políticos, cada uno con su rol, construyendo y no destruyendo… esa es tarea de todos.
Lo anterior no puede estar más lejos de lo que pienso realmente. Efectivamente surgen la rabia y la desesperanza tras la seguidilla de hechos que hemos conocido en los últimos meses y semanas. Es duro, es transversal, la oposición se desarma y el oficialismo se debate entre aplicar el “caiga quien caiga”, sin importar que eso conlleve el hundimiento de varios rostros insignes de la flota histórica de la Nueva Mayoría, o buscar un acuerdo que salve, al menos, a los de mayor peso.
Hemos llegado a un punto de no retorno, uno en el que debemos debatir en torno al fondo y a las formas: ¿Cuál es el país que queremos para el futuro; con quiénes avanzamos; cómo lo construimos? No sirve de nada perder nuestro tiempo llenándonos la boca con insultos y alegatos apuntando a todos aquellos que puedan querer dedicarse a la política o sus derivados. Simplemente debemos ser capaces de rechazar lo condenable, lo que va en contra de la ética colectiva. Debemos rechazar con fuerza lo conocido y lo que probablemente seguiremos conociendo, pero ya está, que los culpables, sean quienes sean, asuman su responsabilidad y dejen la actividad pública, pero no convirtamos esto en una hoguera medieval sin razón. Al fin y al cabo señores, guste o no, un sistema político firme y estable necesita de políticos – y de las instituciones del Estado – dispuestos a llenarse de la acción colectiva del liderazgo para la construcción de mayorías que aporten a un proyecto colectivo de país. Que aporten a la esencia de la política, esa que Alessandri, Frei Montalva, Allende y tantos otros de otrora engalanaron.
¿Debemos cambiar la forma en cómo la política se presenta ante la ciudadanía? Sí, con urgencia, pero también la ciudadanía debe preguntarse cómo se orienta hacia la construcción de un país que necesita también de los políticos, de los buenos políticos… sí, aún quedan algunos.
Es momento de dar paso a un nuevo ciclo, a un cambio de caras pero también de ideas, a un cambio en el fondo y también en la forma. La ciudadanía se empoderó, es un hecho, como también lo es el que la política se dejó estar y no reflexionó en torno al cómo debía adaptarse a este nuevo escenario. Ya es tarde y deberá hacerlo con apremio, con hostilidad del medio y con desconfianza de su propio pueblo. Medidas que orienten hacia una democracia participativa con estándares de probidad incuestionables y a la promoción de una ciudadanía con real cultura cívica serán necesarias y urgentes en el corto, mediano y largo plazo. Debemos soñar en grande; si no es ahora, no será jamás.
Es abril y recién comienzan a caer las hojas… cuando éstas estén todas caídas, venga el frío, y tras él vuelva a salir el sol, será tiempo para que aquellos brotes, posteriormente frutos, salgan a la luz y nos devuelvan al camino perdido. No perdamos la esperanza y no caigamos en el juego idiota de la hinchada que canta y canta pero nunca se detiene para ver realmente más allá del resultado. Impulsemos con energía las causas justas que nos orienten hacia una mejor comunidad, pero entendamos que como tal, debemos avanzar todos juntos con un objetivo claro; ciudadanos, instituciones y también políticos, cada uno con su rol, construyendo y no destruyendo… esa es tarea de todos.
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