Dado el actual escenario, en el cual no todas las candidaturas han transparentado las ideas en que descansan sus bases programáticas, es urgente que la ciudadanía haga un esfuerzo adicional para informarse y distinguir adecuadamente cuáles son las que responden con mayor precisión y profundidad a los problemas reales que enfrentará el país en el presente y futuro próximo.
A pocos días de la elección presidencial es muy importante para los potenciales electores tomar una decisión responsable e informada sobre cuáles son las ideas que defienden los candidatos. Para ello, en IdeaPaís iniciamos una campaña llamada #votainformado, la cual reflexiona sobre las distintas ideas que han propuestos los aspirantes al sillón presidencial.
Un primer elemento de información son los programas presidenciales. Si bien de su lectura se concluye que han sido hechos pensando en las necesidades reales de las personas que, según los principales sondeos de opinión como la Encuesta Bicentenario o la Encuesta CEP, se reducen a temas de salud, delincuencia, educación, empleo, etc., al mismo tiempo no existe una mirada de conjunto sobre los problemas mencionados, o de las eventuales conexiones que puedan existir entre ellos. Por el contrario, en muchos casos la reflexión se desvía hacia disputas que están muy alejadas de estas preocupaciones, como algunas discusiones de élite relativas a la equidad de género o al “aborto terapéutico”, que algunos sectores artificialmente han instalado en la agenda pública, pero que no son reflejo de las demandas ciudadanas.
En este sentido, una mirada de fondo de los problemas requiere de concepciones de la persona y visiones de la sociedad que es necesario explicitar, sin reducir el discurso programático a soluciones parciales o técnicas que carezcan de un sentido. Un ejemplo claro es lo que ocurre con la familia. Ninguno de los candidatos ha discutido sobre una definición de ella, ni las razones de por qué el matrimonio debería seguir o no siendo la institución que le de sustento.
El actual escenario demográfico chileno, por ejemplo, ─en el cual la tasa de natalidad bordea 1,8 hijos por mujer y que es inferior a la tasa de recambio generacional de 2,1 hijos por mujer─ es una razón importante para pensar en discutir abiertamente si la estructura familiar es importante a la hora de hablar de familia, dado que en la práctica sólo el matrimonio ha demostrado ser más efectivo para propiciar la natalidad; o en qué medida las estructuras alternativas protegen a los miembros del grupo familiar, como las mujeres y los niños.
¿Basta con los eslóganes callejeros, con las cuñas y franjas televisivas? ¿Basta con los debates presidenciales que, más que auténticos debates, han sido una exposición de los temas que representan a los distintos candidatos? Parece que no.
En consecuencia, dado el actual escenario, en el cual no todas las candidaturas han transparentado las ideas en que descansan sus bases programáticas, es urgente que la ciudadanía haga un esfuerzo adicional para informarse y distinguir adecuadamente cuáles son las que responden con mayor precisión y profundidad a los problemas reales que enfrentará el país en el presente y futuro próximo. Es necesario que las propuestas sean contrastadas con las realidades más concretas de las personas, para evitar cualquier exceso.
Tampoco basta con defender valores en abstracto. Defender ideas implica algo más que anunciarlas: conlleva siempre la elaboración conjunta de un orden práctico de justificación de cómo llevarlas a cabo y los medios necesarios para su realización.
Sólo una ciudadanía exigente permitirá elevar el nivel programático de las respectivas candidaturas presidenciales y la generación de una democracia con ciudadanos auténticos y preocupados por el bien común. Solo así la política podrá ser la actividad humana por excelencia orientada al bien común, y no un oficio más, que lo puede desempeñar cualquiera y, en último término, sin sustento en la realidad.
* Entrada escrita por Luis Robert, investigador de IdeaPaís.
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