La muerte del ex Presidente Aylwin tiene efectos políticos de corto plazo. El fallecimiento de una figura política del tamaño de Aylwin no sólo es una cuestión humana asociada a los ritos de la muerte, sino también un hecho político en sí mismo que genera efectos de poder. No se trata, sin embargo, de usar políticamente este hecho de la vida; más bien, se busca entender que esta coyuntura es un hecho político que genera y refuerza las condiciones políticas y sociales que hacen posible y deseable la “restauración conservadora” que se ha puesto en marcha desde el cambio de gabinete de mao del año pasado y que se ha consolidado con la tesis de que la “obra gruesa” del gobierno reformista ha terminado.
Discursos, opiniones y homenajes apuntan en una dirección: construir un Aylwin ejemplar, un demócrata como pocos y el hombre clave de la transición y la pacificación de Chile. Y de fondo un solo mensaje: volver a los consensos, a los acuerdos y a la política de “en la medida de lo posible”. En definitiva, a perpetuar el neoliberalismo con ajustes igualitaristas.
Curioso es que los políticos olviden que la política es justamente lo contrario: mover las barreras de lo posible y transformar los sueños en realidad, el proyecto en programa y el programa en acciones y leyes orientadas a construir un país mejor, al menos distinto.
El show mediático de sus funerales nos quiere hacer creer –como forma de construir realidad- que todo el país está pendiente y de duelo; que el funeral masivo a unido a la familia chilena y que este hombre austero y estadista es un ejemplo que debemos seguir -en un país dominado por la avaricia y la simulación-, con una gran capacidad de diálogo –en un país que no se escucha-, con vocación de consenso –en un país dividido por la tesis de la retroexcavadora- y que transmite los valores de la familia, la justicia y la amistad cívica –que se han perdido en una sociedad competitiva y mercantilizada-.
Esos mismos medios -que días tras día siembran miedo- olvidaron que a pocos metros una marcha de estudiantes congregaba a más de 100 mil manifestantes dando cuenta que otro Chile si es posible. Nos quieren hacer olvidar su rol como oposición durante el gobierno de la Unidad Popular, su apoyo político inicial a la dictadura cívico-militar y que su gobierno sembró las bases estructurales para el Chile post-dictadura. Nos muestran a un hombre de Estado, el gran constructor de la democracia y la justicia, olvidando que fueron miles los que arriesgaron su vida para esa conquista; y, de paso, olvidan como Gabriel Valdés fue sacado de la carrera presidencial y Almeyda terminó apoyándolo desde la cárcel.
No hay que olvidar que muchos contribuyeron a recuperar la democracia; pero, poco –entre ellos, Aylwin- a consolidar una “democracia protegida” y profundizar un modelo económico que mercantiliza la vida. No es cierto ni justo, que el ex presidente se lleve los honores y el lugar del gran constructor de la democracia: Aylwin, sólo fue la cara visible y el operador de un acuerdo tomado a fines de los ochenta entre los militares, la derecha y la oposición de la época: los mismos que hoy transitan por los tribunales y se reparten los privilegios del poder y el botín del Estado.
La élite política se ha dado tregua. Desde la UDI al PC han hecho “guardia de honor” y han olvidado –más bien escondido- por tres días sus diferencias. Altamirano llega a pedir perdón y Andrade da por terminada una época. La élite, cerrada en sí misma y con altos nivel de reproducción auto referente llora y rinde honores a uno de sus más conspicuos representantes. La élite, ante las miles de personas de “a pie” que llegan al “funeral/homenaje popular” y mediático ve luces y esperanzas no sólo de volver a ser querida y respetada por esos ciudadanos, sino también de revertir la crisis de confianza. Creen haber captado el mensaje del pueblo –más que mal fue el Puma Rodríguez a los funerales-: hay que ser como Aylwin es la enseñanza y la ilusión. Esa, es la clave para salir del despeñadero. La llave maestra, no es el perdón.
Terminado el show mediático, nada ha cambiado y nada va cambiar. Son los mismos de ayer. Y, mientras tanto, una nueva generación se abre paso.
La élite ha encontrado la fórmula para evitar el desmantelamiento del Chile neoliberal: el Chile de la salud y el bienestar mercantilizado, el Chile de la educación privada, el Chile dominado por el dinero, el Chile de las pensiones indignas, el Chile del agua privatizada y entregada al gran capital, el Chile de la enajenación minera, el Chile de la depredación del mar, el Chile de las forestales, el Chile de la inseguridad, el Chile de los mall, de las teleseries, de los reality, de los matinales y de la farándula, el Chile de la soberbia piñerista, de la confusión bacheletista, del iluminismo laguista y de la inconsecuencia y fragilidades de la Nueva Mayoría, el Chile de las grandes fortunas, el Chile de la impunidad y el Chile policial que nos sabe cómo resolver el problema de la Araucanía y de la seguridad de sus calles.
El funeral de Estado ha terminado no sólo por convencer a la élite política –y, por defecto a la empresarial- que ha llegado la hora de la restauración conservadora, de volver a los consensos, a los acuerdos, a las negociaciones cupulares y a la pacificación, sino también que el pacto DC-PS es la estabilidad de Chile.
La muerte del ex presidente –como hecho político- ha vuelto a unir a una élite que se estaba distanciando, y según muchos, ese hecho estaba destruyendo el país. Ahora, deben encontrar el hombre o la mujer post-Bachelet que rescate la moderación, la gradualidad y evite la derrota definitiva de una élite que ha gobernado este país por casi 50 años.
Terminado el show mediático, nada ha cambiado y nada va cambiar. Son los mismos de ayer. Y, mientras tanto, una nueva generación se abre paso en medio del terror de una élite que, para mantener su lugar, necesita anular la soberanía ciudadana. No hay políticos santos ni buenos. La política es cruda y brutal.
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llaguno
Argumente… ponga en la mesa su pensamiento… entre al debate con ideas no con descalificación… leyó artículo? excelente
Pablo Navarrete
No encuentro denigrante ni peyorativo que la DC haya sido antagónica al gobierno de la Unidad Popular, tal como lo fué la mayoría de los votantes de las elecciones del 70 al 73. Por lo tanto nadie quiere hacer olvidar una situación histórica que no tiene nada de malo ¿ o acaso ser opositor es malo ?
A excepción del autor, nadie quiere reeditar la democracia de los consensos del tiempo de Aylwyn.
¿Es un show mediático un funeral de estado?, tal vez sí, pero es justo y necesario.
No se entiende eso de hacer leyes para un país distinto, aunque no un país mejor, ….¿ para que legislar entonces si no se pretende mejorar algún aspecto de nuestra sociedad ?, ¿ sólo para jugar a las cambiaditas ?, ¿ para que roben los otros (y no los «unos»)?…yo pensé que la idea era ir mejorando el país, por ejemplo para que no nos roben tanto, y ojalá llegar a un escenario, permanente, en que no nos roben nada.
¿ Restauración conservadora?, ufff, ¿ más todavía?, es más que suficiente el conservadurismo de los honorables y edilicios Girardi, Sabat, Allende, y todas las familias políticas que no dejan entrar a nuevos actores a la arena política, y se siguen repartiendo el botín.
Hector
Un show mediático, si, y no lo digo por los homenajes, corresponden a un Ex-Presidente, pero la cobertura, las coordinadas declaraciones, creo que se convirtió en la oportunidad para alabar y justificar el modelo y el tipo de política que se ha hecho después del 90, yo no me opongo a los consensos, pero después de una real discusión, con todos los puntos de vista evaluados y presentados, buscando el mejor consenso mirando en el bien del país y no de unos pocos, resguardando sus intereses.
Ignacio
En mi ciudad se hizo famoso un hombre que a menudo concurría a las reuniones de su club favorito, y cuando llegaba a las reuniones en pleno desarrollo, además de tarde, se lo consultaba con respeto para que de su opinión, pero siempre sostenía lo mismo: «No sé de qué están hablando, pero me opongo» …
¡Éste Llaguno es de los mismo!