El brindis del presidente Piñera previo a la cena del palacio de La Moneda resultó un panegírico al país del presidente Obama. Fue preferible olvidar la historia, no solo de este país, sino la de Latinoamérica en su totalidad. Se ha criticado que el anunciado lanzamiento de un nuevo trato para América Latina del presidente Obama no contiene propuestas concretas, como sí las tuvo el discurso de la Nueva Frontera del presidente Kennedy. Pero más allá de este recordatorio, el presidente de Chile recibe al presidente de los Estados Unidos como si en esta historia común no hubiera pasado, que lamentar.
El presidente de Chile recordó los éxitos del país del norte, la grandeza de sus próceres, su desarrollo científico y tecnológico espectacular. Maravillosos logros en una historia también maravillosa. No hubo nada que recordara que el presidente Obama representa, para muchos norteamericanos, la otra cara de los Estados Unidos. La que se opone al racismo y la segregación, la del rechazo absoluto de la población a la guerra de Vietnam, la crítica permanente por parte de los demócratas de América Latina a lo que se gestaba en las Escuelas de las Américas; el fracaso de la época de la “política del buen vecino” (1933-1945) y todos los efectos negativos de la Guerra Fría, donde la CIA y los gobiernos norteamericanos decretaron la derrota de Allende antes que asumiera el poder; donde se financió, antes y después, a la prensa de derecha; donde se gesto y financió el asesinato del general Prats y del general Schneider, donde las balas guiadas por las mismas manos alcanzaron a Bernardo Leyton y Anita Fresno en la lejana Italia.
La lista es larga. Sin que tengamos que olvidar que la dictadura chilena, también apoyada por esas oscuras fuerzas, está definitivamente comprometida con la muerte del presidente Frei, figura emblemática en las tres últimas décadas de la vida política en Chile, hasta su muerte. Para qué continuar con la instalación de todos los regímenes militares de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta: la lista del intervencionismo es larga.
Pero todavía faltaba más en el discurso del presidente Piñera. Culpó a América Latina de no haber sabido aprovechar las oportunidades para el desarrollo y, de alguna manera, nos calificó como pueblos atrasados y no como pueblos con una horrible dependencia y manipulación desde el exterior. Nuestra pobreza, en este contexto, se explica por el desaprovechamiento de las oportunidades y no porque somos países periféricos de un capitalismo que domina los centros de poder económico internacional. Para la derecha tradicional, la dependencia económica, política y cultural nunca fueron causas reales de las limitaciones y dificultades para nuestro desarrollo. Así, la revolución cubana (y sin entrar en juicio sobre ella) fue sólo una estrategia del comunismo internacional y no la revolución de un pueblo contra un gobernante como Batista, sostenido por las mafias norteamericanas y por los políticos ultraconservadores. Sin asumir la historia no hay diálogo posible ni entendimiento real. Preferimos entender que el presidente Obama puede representar todo lo contrario de esa historia de sometimiento, de marginación, de exclusión y de dominio de entonces y de ahora. Creemos que el presidente Obama puede estar más acerca del espíritu de un Martin Luther King, de un presidente Carter, de lo que representó para Chile y América Latina Edward Kennedy, aunque muy lejanos a lo que significaron los presidentes Johnson, Nixon o la dinastía de los Bush.
No queremos desconocer los contextos de la Guerra Fría que generaron mucho de los episodios mencionados, pero tampoco propiciamos como una justificación moral, para ningún sector, en estas visiones unilineales de la historia, lo que representaron las dos superpotencias dominantes hasta la década de los ochentas en este enfrentamiento. Así como el fin de la Guerra Fría no legítima por sí solo al sistema imperante en su expresión neoliberal, más cercana en su ética al capitalismo decimonónico y de comienzo del Siglo XX, que aquel que se instauró principalmente en la Europa de la postguerra.
Estamos no solo en presencia de una amnesia histórica para juzgar las causas de las dificultades para el desarrollo de Chile y América Latina, sino que, por sobre todo, la ausencia de estas cuestiones en una visita tan importante como la de Obama implican no asumir una visión desde la política y desde la historia en su significación ética. La violación de los Derechos Humanos por décadas en Chile y América Latina, la lucha por la dignidad del ser humano, las luchas contra el intervencionismo en sus diversas manifestaciones, así como la explotación indignante de sus recursos, perdieron todo su sentido en el amnésico discurso del presidente Piñera. Esto es sin duda lo que separa a otras opciones políticas de las propuestas de la derecha, que no sólo hacen parte de esa historia, sino también hacen gala de pretender ignorarla cuando se construye un país, cuando les toca gobernar y cuando les toca de fondo asumir transformaciones. Que no harán porque no creen en ellas. Sin quererlo, el presidente Obama nos dio la oportunidad de confirmar, desde otra perspectiva, lo que es la propuesta y los fundamentos del actual gobierno de Chile.
*Luis Pacheco Pastene. Director de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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Foto: Presidencia.cl
Comentarios
01 de abril
Buenos dias Profesor,
Creo que califico como ingenua su pretencion, a ud le parece que seria de otra calidad el discurso del actual Presidente de Chile?
Ni creyendo en el viejito pascuero las cosas podrian ser diferentes
El viaje de Obama a patio sudamericano fue absolutamente para tratar del obvio, si no vea cual fué su posicion con relacion a Brasil?
La esposa de este creo que aporto mas al decir por ejemplo que se considera ignorante por solamente hablar Inglés, fue mucho mas enfatica con relacion al colonialismo cultural que su propio marido.
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